Capítulo 2

                                                           🔥 🔥 🔥 🔥

                                         🅽̲🅰̲🆁̲🆁̲🅰̲🅳̲🅾̲🆁̲ 🅼🆄́🅻🆃🅸🅿🅻🅴

Vadimir

Miro el miedo en los ojos de mi esposa y me siento violento. Recuerdo la charla con ella horas antes y quiero matar a alguien. Ella es pequeña, no me llegaba ni siquiera al hombro. Trataba siempre de mantenerla lejos de mi mundo, pero parecía que una maldita rata, seguía sin entender cuán importante era ella para mi y cuan letal resultaba ser cuando se trataba de cuidar a mi mujer.

Era joven, apenas llegaba a los 30 pero en sus ojos había dolor y sufrimiento, su alma había vivido cosas que no debería y todo debido a él. Y a pesar de ser el culpable, ella era capaz de mirarme con amor, nunca me ha culpado por lo que le sucedió durante las horas de su secuestro.

Ahora duerme, acurrucada en nuestro asiento de primera clase, cubierta por la condenada manta que lleva a todas partes.

La que le tejió su madre

Una madre que la crio con valores, una madre que junto a su padre, trabajaron en todo lo que pudieron para darle una buena vida  y justo cuando me preparaba para asumir su cuidado y dejarles disfrutar de la vida, nos los arrebataron. Mis padres la amaron, de hecho su llegada a mi oficina fue debido a mamá, que la conoció en la calle cuando Toori, se enfrentó a unos ladrones de bolsos que habían atracado a mamá.

Ella y su guardaespaldas salian de una tienda cuando el pequeño bastardo le arrancó el bolso y Tori que vio todo fue tras él. El guardaespaldas les dio alcance y observó a Tori en el suelo, con una herida en el hombro.

Mamá la llevó a un hospital privado y le ofreció dinero, pero Tori lo rechazó. Mamá se fijo en su ropa rota, sus zapatillas viejas y en lo delgada que estaba, entonces, comprendiendo que Tori tenia orgullo le ofreció trabajo. Y ella aceptó, mamá me explicó lo sucedido y aun sin saber que clase de habilidades tenía supe que debíamos emplearla. Era una deuda de honor.

Al verla, al verla supe que esa mujer era mía. La venda en su hombro la hacía usar cabestrillo y rugí de ira por lo que le sucedió y me prometí ayudarla. Con su primer salario rento un apartamento y se llevó a sus padres. Estos estaban tan felices que compré el edificio entero y dejé de cobrarle, asegurándole que estaba incluido dentro de la paga.

Y de ahí todo fue sencillo, su ingenio e intelecto la hicieron obtener un puesto mejor y era feliz. Y entonces se vino el secuestro y la muerte de sus padres. Vuelvo mi vista a su rostro, lleno de líneas de tensión y maldigo. Y estoy a punto de despertarla para darle malas noticias. Mierda.

—Cariño, por accidente Dmitry ha visto tu computador.

—Vlad…

Tori estaba muy pálida y no me gustó. Lo quisiera o no, era el responsable.

—No estoy molesto contigo.

—Lo sé, pero ellos amenazan con lastimarte, si no los ayudo te van a herir.

Ahí vamos de nuevo—me digo. – ella tratando de defender a otros a cosa de su seguridad o de su propia paz.

—¿Con eso te amenazan?

—Si.

—Ven aquí, cariño.

Sale de la cama y trae su manta. Para quizás algunas personas, una mujer cargando una manta puede verse ridículo, pero para ella es importante. La manta huele a su mamá y lo hace, aunque la lavemos. Su mamá usaba siempre una sencilla fragancia de lilas, así que me mantengo comprando la misma para que nunca pierda el aroma.

Me siento en el sofá y se acurruca encima de mí. Me aseguro de cubrirla con la manta y acaricio su espalda. Ella llora y me siento tan violento…pagarán por esto.

—Alguien se atreve a usar tu amor por mi como un modo de amedrentarte y por eso pagarán. ¿Hace cuánto sucede?

—Una semana.

—Vamos a volver a casa, te quiero segura allá mientras nos encargamos de todo.

—Lo siento, debería ser fuerte, pero siento que lo de ellos me sobrepasa. Hay algo que no te he dicho.

—¿Qué dices?

—Recibí sus fotos.

—Mi pequeña…

—Cierro los ojos y veo a mamá en el suelo en su propia sangre y papá…Dios…la forma en que lo atacaron…necesito algo, algo que me ayude a dormir, porque los veo en mis sueños.

—¿Hace cuánto tiempo de esto?

—El día de su funeral.

—Vamos a ir poco a poco. Primero llamaré al médico y te recetaremos algo para dormir. Luego buscaremos ayuda.

—No quiero a nadie, de verdad, solo quero poder dormir.

Narrador Omnisciente

Ahora cerca de casa, llamó a algunos socios, tenían ya la dirección de quienes la atormentaban y acabaría con todos y cada uno de ellos. Antonio esperaba a los hermanos en su oficina, listo para ayudar con la matanza que se avecinaba.

—¿Y Dmitry?

—Cuidando a Tori. Las cosas que le han estado haciendo a mi mujer…

Les contó lo que ella confesó y vio en Dante y Antonio una furia asesina.

—Les juro que ver a mi mujer con miedo, me hace perder el control. Mis padres han decidido venir, estaban bien instalados en Rusia, pero mamá piensa que Tori la necesita y coincido. Papá está furioso de que alguien atacase a su nuera, a la que ama como si fuese su propia hija.

—¿Tienes toda la información?

—La tengo, están en la casa familiar, no tienen idea de lo que se les viene. Tenemos a catorce de mis mejores mercenarios listos para entrar. Cuando todo esté despejado entraremos. Porque esto, también les concierne a ti y a tu hermano.

—¿A nosotros?

—Según mis fuentes, Santiago Román les ha vendido a Luna.

—¿DICES que ella ha sido vendida?

—Eso mismo, ella no está ahí, pero preparan un viaje para embarcarla fuera de Estados Unidos rumbo a Asia.

Dante

Esta vez no voy tras el aroma de la sangre que impregna la casa en la que estamos. No me llaman la atención las balas y la masacre que se lleva a cabo. No.

Me encuentro en la computadora del dueño de aquella casa, empacando la computadora y libros de contabilidad que poseía, el ahora difunto. El nombre de Luna aparece en una transacción por cincuenta mil dólares. Román, ese maldito es hombre muerto.

La caja fuerte funciona con huella dactilar así que he cortado la mano del imbécil para abrirla y lo que veo, eso me hace enloquecer. Fotos de Luna desnuda, en el baño, en su habitación. Ella está en más peligro del que imaginamos así que es prioritario actuar pronto.

El tipo que ha amenazado a Tori es un vulgar chantajista, pero como él hay varios y los hermanos Vólkov, están sedientos de sangre.

Antonio

Tres meses después del ataque a casa del chantajista.

Han pasado tres putos meses desde que la vi. Se ha recluido—o la han recluido— y ni siquiera el teléfono que le dí, funciona. Quiero pensar que es decisión suya esta aislamiento, pero me cuesta trabajo pensar que de verdad ha escogido ni siquiera atenderme el teléfono.

Una llamada en conferencia con mis tres socios, Anatole Bravenco, Lucio Bernal y Enrico Raventov, me ponen en alerta. Son los dueños de uno de los hoteles que más frecuento, en el que tengo algunas acciones. Los tres están sentados juntos y aunque son siempre bromistas, esa vez lucían serios, preocupados.

—Antonio, hermano.

—Enrico, se les ve bien, ¿cómo van las cosas en la isla dorada?

—Necesitamos hacerte una pregunta—añadió Lucio

Anatole tomó la palabra y se veía incómodo.

—¿Es cierto que te vas a casar y que le has dado carta blanca a tu suegro para que beba en nuestro hotel sin pagar, que le has dicho que cuenta con doscientos cincuenta mil dólares para usarlos en el casino?

—No me voy a casar.

—Dile eso a Santiago Román. Los empleados saben que a veces tú y tu hermano mandan gente, socios a los que quieren recompensar y que al decir que vas de su lado y darles una de las fichas de oro, eso les da acceso a todo. Algo en él no me daba buena espina, ya sabemos que es un usurero.

—Gracias por avisarme. ¿Lo tienen retenido?

—Cuándo le hemos dicho que te llamaremos se ha marchado.

—Envíame la factura para tener claro lo que ha gastado y cóbrate de mi cuenta.

—De acuerdo amigo, nos vemos pronto.

Una semana después, estamos por reunirnos los hermanos Vólkov y yo. Estamos de acuerdo en que quitar de en medio a Santiago Román es la prioridad. Le causa problemas a todos, y no aporta nada, se ha vuelto un alcohólico que se endeuda sin pensar en que no tiene forma de pagar. Y me ha robado, la empleada de servicio de los Román y a la cual detuvimos cuando salía a hacer compras, ha confesado que ella, por órdenes de su jefe ha robado mi ficha dorada, justo cuando rescataba a Luna de Juliana, el día de aquella cena.

Cometí el error de dejarla con mi abrigo sobre la mesa, pero nunca imaginé que serían capaces de hacer algo así.

—Román…

—Maldito imbécil. Es hora de acabar con él. Cercaremos sus negocio, nadie le dará préstamos.

—Lo ahorcaremos.

—Correcto Dmitry.

Estábamos tratando de decidir qué hacer cuando de pronto irrumpió Mateo, lucía agitado y me miraba con miedo, tratando de medir sus palabras.

—Ha habido un accidente, se cree que en el auto viajaban Christine y sus dos hijas.

—No. Eso no es posible.

No. Me negaba a aceptar que mi mujer, estaba muerta.

—Dante estaba conmigo y ha salido para el lugar del accidente.  Solo nos queda esperar.

Dante entonces regresó dos horas después, se veía hecho mierda, pero tranquilo.

—No estaba en el auto, por un puto jodido milagro no estaba ahí.

—¿La viste?

—No, traté de hacerlo, pero Román ha puesto seguridad en su casa.

—A mí va a dejarme entrar, quiera o no.

Ocho de mis guardaespaldas fueron conmigo, uno de los hombres nos dijo que Luna no estaba en casa.

—Señor Marchesse, tomo la responsabilidad ante mi jefe, porque sé que están aquí por la joven Luna. Ella no está, cuando supo de su madre se fue de la casa. No ha regresado.

—¿Cuántos de los empleados de Román la están buscando?

—Ninguno, esa fue orden del jefe.

—De acuerdo, si te interesa cambiar de empleo me lo dejas saber. ¿Cuál es tu nombre?

—Max Roberts, señor. No quiero irme, siento que soy el único que protege a la señorita Luna.

—Seguirías haciendo lo mismo, si ella lo quiere así. Planeamos llevarla con nosotros.

—Si eso pasa, iré con ella, hasta entonces me quedaré para cuidarla. Hoy me enviaron fuera y al regresar descubrí que se había ido. Puede tratar de encontrarla en el parque infantil a seis cuadras de aquí, siguiendo la calle de pinos.

—Gracias.

Al llegar la vi, estaba sentada mirando a algunas familias que jugaban en el parque. Me dio pena mirarla tan mal, por eso me acerqué a ella con calma.

—Una vez te dije que debías llamarme si algo pasaba.

Luna tenía el rostro deforme por los golpes, estaba seguro de que Román era el responsable. Y disfrutaría de torturar al pequeño bastardo.

—Luna…

—No fue mi padre si te lo preguntas. Mi hermana, sangre de mi sangre le ha pagado a matones para que acaben conmigo. Estábamos por subir al auto cuando llegaron por mí. Mamá, ella se disculpó conmigo mientras Juliana decía que era tiempo de que desapareciera. Estaban por matarme cuando uno de ellos dijo que su jefa estaba muerta y que, si eso era así, nadie iba a pagarles. Cuando llegué a casa supe lo que sucedió.

—Lo lamento.

—Debo ir a casa. Gracias por buscarme, me haces sentir que le importo a alguien.

Tras besarme con cuidado se alejó y mi corazón, ese dolió. Sacarla de ahí debía ser mi prioridad.

                                                                     Dante

                                                        Unas semanas después.

Mierda, solía pensar que no podía ser más malo de lo que era, que no podía ser más rastrero de lo que era. Pero mientras acomodo el bulto entre mis piernas y me situó en una posición menos incómoda, tomó consciencia de lo que estoy haciendo.

Yo, Dante Marchesse soy un acosador. Si, no solo soy una máquina de matar. Me he vuelto un puto acosador. Pero Luna me enloquece, conozco de memoria cada uno de sus gestos, sus gustos, también aquello que le desagrada. Sé que mi hermano le ha hecho una propuesta y la ha rechazado. Me preocupa que me rechace a mí también, porque ya sé que el dinero no le interesa, ¿qué buscará entonces?

La vida de Luna ha cambiado mucho tras la muerte de su gemela y su madre y aunque se rumoraba que había sido un ataque de uno de los muchos enemigos que tiene el padre de Luna, Santiago Román, fui yo quien estuvo detrás, y ni siquiera mi hermano lo sabe.

Lo sospecha sí, pues le dije que lo haría, pero no me lo ha preguntado abiertamente. Hubo cosas que pudieron acabar mal, porque cuando orquesté el ataque ignoraba que ese día, las tres mujeres irían a un viaje fuera de la ciudad. Cuando me enteré traté de detener a mis empleados, pero no lograba comunicarme.

Llegué a la zona del accidente y observé de lejos, entre las sombras como sacaban dos cuerpos y no tres, de entre las latas del auto.  Cuando me confirmaron que mi mujer no estaba dentro del vehículo, pude respirar tranquilo.

La primera vez que la vi fue meses antes del accidente, en una foto en casa de su padre. Ese pobre imbécil acostumbraba a apostar y quedar debiendo. Era cliente de uno de nuestros casinos. La foto estaba en la sala, en una posición tan estratégica que era imposible no mirarla al entrar. Sí, Luna y su hermana Juliana estaban juntas en una de las imágenes, pero mientras una de las gemelas tenía tristeza en la mirada, la otra miraba la cámara con un gesto que indicaba que se sentía superior a todos.

No me llamó la atención Juliana, la codicia estaba ahí. Me sentí, sin embargo, irremediablemente atraído hacia Luna, la gemela de ojos tristes. Porque esa mirada era una mezcla de emociones…mis emociones. Sí, me vi a mí mismo reflejado en ella.

—La de mirada triste, ¿cómo se llama?

—Ella es Luna, señor Marchesse.

—¿Son gemelas idénticas?

—Físicamente sí, pero si las conociera podría diferenciarlas fácilmente. La que sonríe es Juliana, mi corazón. La otra es Luna, por desgracia es idéntica a su madre.

¿Me gustó que hablara así de su hija? No, y él se dio cuenta.

—Luna es demasiado pasiva. Juliana es aguerrida como yo. Ese día, ese día le dije a Luna que no era suficiente, que me avergonzaba de tenerla. Por eso Juliana sonríe así, acababa de anunciarles quién llevaría mis negocios. Y contrario a lo que pueda imaginar, Luna no estaba molesta por no heredar mis cosas, sino triste porque me preguntó si la quería, aunque fuera un poco. ¡Vaya con sus cursilerías! le dije que el amor es para débiles, esperé con eso ver algo de chispa en ella, pero solo estaba triste.

—¿Lo que Juliana va a heredar? Usted nos debe más de lo que sus negocios le producen.

—Esperaba poder ofrecerle un pago distinto, una sociedad. Le entrego a mi hija Juliana y usted da por concluida la deuda.

—No me gusta Juliana, no es la mujer para mí.

—¿Luna, entonces?

—Lo pensaré.

Unos días después de que Román tratara de que fuese Antonio quien se dejara a Luna, Juliana…la muy zorra fue a buscar a Antonio, estuve presente en esa reunión y lo que vi, eso fue lo que me impulsó a matar a esa maldita, el odio para con Luna era tanto que sabía que la vida de la gemela buena estaba en peligro.

—Ustedes se equivocan, Luna es una inútil y si no es conmigo que alguno se case la mataré, la vida de mi hermana está en las manos de ambos.

Me dio coraje, sí. Pero fue Antonio quien se hizo cargo de la zorra.

—Mira niña, nosotros no vamos a casarnos, ni mi hermano ni yo, siquiera te tocaremos, así que, si no quieres terminar en una caja, vas a largarte de aquí y si a tu hermana le pasa algo, no habrá sitio dónde puedas esconderte.

—¿Qué tiene esa que yo no?

—Corazón.

Preocupado por la loca esa, aceleré mis planes, momentáneamente matar a Santiago no era prioridad, solo necesitaba sacar de en medio a Christine y a Juliana. La primera de ellas tenía mi odio asegurado, por su falta de huevos para defender a su niña. Y los golpes que Luna recibió el día del accidente, ella estuvo a punto de morir a manos de esos matones.

Antonio me acompañó al funeral, pero no vi a Luna. Su padre estaba recibiendo condolencias de los presentes y al vernos, fue con nosotros.

—¿Dónde está Luna? —le dije

—En casa—dijo el imbécil—no la dejé venir pues es la culpable.

—¿La culpable? —la pregunta vino de Antonio

—Mi Juliana no superó que usted la rechazara y enloqueció. Mi esposa le dijo que irían las tres fuera de la ciudad, a un retiro. A último momento Luna no quiso ir.

—No fue no por gusto, Juliana contrató matones para acabar con Luna.

—Eso mismo me dijo ella, pero de verdad no le crea a esa loca. Hará lo que sea necesario para obtener atención. Debió morir con ellas. Debió morir y no mi Juli, así que no le he permitido venir.

—¿No la dejó venir al funeral de su madre?

—No. Usted no le ha puesto un anillo a mi hija, no se meta y no opine.

La mano de mi hermano fue al cuello del hombre, apretó lo suficiente para que se pusiera morado. Luego lo soltó y le miro con desdén.

—Es la primera vez que la escoria le habla a sus dueños de esa forma. ¿Estás buscando un pase directo al infierno? Recuerda que nos debes tanto que ni mil vidas te bastarán, harías bien en recordarlo la próxima vez que te dirijas a mi hermano.

—Si señor Marchesse.

Cuando se alejó a toda prisa, iba a ir por él, pero la mano de mi hermano detuvo mi avance.

—No serás tú quien vaya por Luna sino yo.

—¿De qué hablas? Necesita consuelo…

—Deja de actuar como si te preocupara cuando eres el responsable de todo esto.

—No fui yo.

—Y la luna es de queso. Quizás y solo quizás, logres engañar a Luna, pero a mi no. Esto que has hecho acabará golpeándote en la cara, recuerda mis palabras.

—Antonio…

—¡Antonio nada! nunca te he visto charlar con los deudores. O te pagan o los matas. No me gusta esto. Porque una cosa es tu amor/obsesión con Luna y otra diferente que muestres piedad con su padre, máxime que sabemos que no la tuviste con Christine, una víctima en todo esto. Falló en proteger a Luna, pero no merecía morir así.

—Con todo respeto te digo que puedes irte a la mierda. Esto es un asunto mío, privado.

—Dante…

—No tengo dos años, Antonio. Tengo edad suficiente para ser tu cobrador, tu matón. Pues tengo edad y derecho, de tener mi vida privada

—Sabes que me gusta Luna, que también la quiero para mí. Fui yo quien le dio su primer orgasmo, soy yo quien la tuvo mamándome la polla. Esa mujer está bajo mi piel, Dante, entonces te advierto que tomaré cartas en el asunto.

—¿Eso significa?

—Eso significa que si ella sufre en tus manos me la llevaré.

—¿Estás diciendo que ahora, debo verte como mi enemigo y no mi hermano?

—Te estoy diciendo que si Luna entra a la familia la protegeré de todos, incluyéndote. Si la haces feliz, si tu intención es cuidarla, entonces estaremos bien.

—Vete a casa, nos veremos luego.

—Le haré una visita a tu Luna, necesito saber qué mierdas te está haciendo.

—No te atrevas.

—¿Me amenazas?

—Sí, te prohíbo buscarla, Antonio.

—Necesito hablar con ella, porque mi hermano nunca hubiese matado gente inocente solo por hacerlo.

—Hablas como si desconfiaras de ella, como si de pronto se hubiese transformado en un monstruo que me hace matar.

—Lo has descrito bien.

—Ella es inocente.

—Ella te hizo matar, no por pedido claro está, pero lo hizo. Entonces…

—Entonces creo, Antonio, que tu actitud molesta hacia ella es debido a tu orgullo herido. Ella te rechazó…

—Nada tiene que ver.

—Tiene todo que ver, así que mantente lejos de Luna.

Mientras me fumaba un cigarrillo pensaba en las palabras de Antonio, mi parte racional sabía que él tenía razón. La madre de Luna era una pobre mujer agredida que nunca pudo enfrentar a su esposo. No ha pasado nada de tiempo y ya me arrepiento de lo que he hecho al tiempo que lidio con el pánico de perderla, si ella se entera de todo. Me dejé guiar por mi parte emocional, por ese intenso deseo de alejar de su vida todo aquello que la lastimaba. Pero eso que me movía, eso que me atraía de ella no tenía forma de explicarlo ni siquiera de detenerlo.

Dos días después del funeral, el imbécil regresó a mi casino. Cuando perdió más de 123 mil dólares, le exigió al crupier que le diera más dinero al suegro de Dante Marchesse, uno de los guardias de seguridad fue a buscarme. Cuando el padre de Luna me vio avanzar hacia él, se puso de pie, pálido y tembloroso.

—¿Suegro? ¿Te has presentado aquí llamándote a ti mismo, mi yerno?

—Señor Marchesse.

—Tienes tiempo suficiente para dejar mi casino y la ciudad.

—Luna…

—De tu hija me encargo yo.

—Entones puedes dejarme jugar, anular mis deudas.

Hice una seña a mis hombres, estos le han puesto de rodillas, mi arma apuntaba a su frente.

—Hablarme con confianza, llamarte a ti mismo mi yerno, sentirte parte de mis negocios…estamos mal, Santiago.

—Luna lo sabrá, a como lo he sabido yo. ¿Qué pensará mi hija sobre tu orden de matar a Juliana y a Christine? Se lo diré.

—No podrás porque ya no verás la luz del sol. Mi oferta era buena, ibas a tener oportunidad de abandonar la ciudad, ahora todo ha cambiado.

Mis hombres lo llevaron al almacén dónde me encargo de la basura. Cuando salí veinte minutos después, Santiago yacía sobre su sangre con un tiro entre los ojos. Ya lidiaría con las consecuencias, de momento me daba paz el saber que nadie más le haría daño.

                                                       Un mes después

Mi hermano casi no me habla ¿qué edad tiene de todas formas? Entiendo su punto de vista, entiendo que no puedo sentirme mal por algo que hice yo mismo, pero eso no hace que yo, Dante Marchesse no sufra por ella y por su dolor —lo sé, ese dolor se lo causé yo

Pero cuando tomé la decisión, la situación era crítica, ya había sufrido un intento de homicidio, era Luna o eran ellas. Desde entonces ha estado sola. Empecé a seguirla y me gustó cada día más. Debía tomarla, era mía por derecho.

Me veía pensando, cuan perfecta era, cuan suave y delicada se veía su piel. La necesidad de tenerla era cada vez mayor y aunque no me gustaba lo que había sufrido, eso la había llevado a mí. La mafia, esa te hace hacer cosas y si como en mi caso, se nace dentro de esta, no es posible salirse. Amo mi vida, no me malentiendan, pero pienso que, si su padre hubiese sido un sujeto de oficina, Luna no hubiese sido usada como carne, porque eso era para el tipo que la engendró.

Maldita sea, ahora me encuentro ante el dilema de qué hacer con ella. No sobra decir que mi hermano Antonio no está feliz, está obsesionado con ella, la quiere para él, no puedo evitarlo, no puedo evitar que ella esté con él así que solo espero que el amor que mi hermano y yo nos tenemos, no acabe destruido.

Un camión llega con alimentos, sus facturas son cubiertas mes a mes y asume que es su padre, prefiero que al menos por ahora, siga así. ¿Soy mejor que Santiago? No. Pero eso no está en discusión, lo único que importa es que ella acabará estando conmigo, solo debo esperar el momento justo.

Pero debo ser cuidadoso, muy cuidadoso porque si ella descubre lo que he hecho, me dejará. Pensé que estaría radiante, feliz…aliviada de no tenerlas jodiéndole la vida, pero me equivoque. Desde la muerte de su madre y de su gemela, siempre está triste, los ratos los pasa en un parque, mirando el lago. Y ahora con la muerte de Santiago, ha quedado literalmente en la calle.

Los empleados de su padre se han ido, las empleadas domésticas también. Hubo uno de los guardias que charló con mi hermano, Max Roberts, pensábamos reclutarlo como guardaespaldas personal de Luna, pero no aparece. Espero que no esté muerto, Luna sufriría puesto que era la única persona que le mostraba afecto y compasión.

Antonio

Mi hermano tiene razón y no sé cómo detener estos sentimientos. Parte de mi resentimiento se debe a que me rechazó y los cuarenta y cinco años, es ridículo sentirse así. Pero Luna, su boca, su lengua…mi polla no la supera y aunque ahora bombeo para conseguir mi liberación, la necesidad de tenerla es abismal.

Cierro mis ojos y me imagino la escena. La tomare de las manos y la llevaré a mi cama. Recorreré con mi boca todo su cuerpo, disfrutare de hacerla gemir y estremecerse. Por eso debemos conseguir traerla a casa.

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Gracias por leer este capítulo de los Marchesse

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