CAPÍTULO 5. PROPUESTA

El dolor tan intenso que sentí cuando se introdujo de una sola estocada en mi interior, sin ningún cuidado hizo brotar mis lágrimas, corriendo descontroladamente por mis mejillas. En ese momento todo el placer que sentí antes y que me hizo experimentar el camino al éxtasis y gritar como poseída, haciéndome conocer la cúspide del placer, se esfumó, solo había un fuerte dolor y una sensación desagradable, no pude evitar dejar escapar un sollozo.

Ante mi notorio sufrimiento él se acercó y me abrazó. Me colocó de medio lado y comenzó a acariciar mi espalda al mismo tiempo que susurraba con voz ronca palabras en italiano en mi oído, que aunque no entendía se escuchaban bonitas y hacían no solo que me tranquilizara, sino que provocaban que mi piel se erizara producto de la excitación que me recorría.

— Mio dolce piccola. Mi dispiace molto, mia piccola. Calma, tutto passerà—Sus palabras lograron el objetivo de tranquilizarme. Cuando él se dio cuenta, empezó otra vez a besarme, esta vez con delicadeza como si tuviera miedo de romperme.

Su ternura provocó que nuevamente un sollozo saliera de mis labios y lágrimas volvieran a brotar de mis ojos, él me las limpió y siguió con su retahíla de palabras de consuelo y continúo acariciándome.

Cuando se me pasó el dolor, como aún estaba introducido dentro de mí, comencé a mover instintivamente mis caderas. Al sentir mis movimientos, Nick inició una danza con las suyas. Yo me moví a su mismo ritmo mientras sentía mi cuerpo vibrar. Segundos después me besó apasionadamente. Nuestras pieles transpiraron, ambos gemíamos y la pasión se desató nuevamente entre nosotros.

Nick se movió con frenesí a un rápido ritmo que provocó una sacudida en mi interior, sentí unas fuertes contracciones en mi vagina que se fueron diseminando en todo mi interior, mi cuerpo temblaba totalmente descontrolado y sorprendido por lo que estaba sintiendo. Apreté su pene con mis paredes vaginales, estrangulándolo un poco mientras gemidos salían de su boca.

Comencé a sentir unos fuertes espasmos que sacudían mi humanidad, llevándome a un lugar que hasta ahora había sido desconocido para mí. Percibí la expresión más excelsa del placer y segundos después él me siguió gritando mi nombre enfebrecido. Hasta que nuestros cuerpos se relajaron juntos quedándonos abrazados hasta dormirnos.

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Nos quedamos dormidos producto de la intensidad del momento que vivimos, incluso amanecimos acostados en la alfombra. Pero apenas abrí los ojos me quedé observando a Sophía que permanecía dormida, para comprobar que era real. Sus labios estaban hinchados como consecuencia de los intensos besos y los mordisqueo que le di. Su cabello despeinado caía en mi brazo derecho, porque tenía su cabeza recostada sobre mí.

Era tan hermosa, parecía un ángel, de solo verla sentí una extraña emoción que no quise indagar. De inmediato los recuerdos de la noche de placer vividos se agolparon en mi mente, poniéndome nuevamente duro.

Jamás había experimentado semejante placer como el que sentí con esa mujer, no comprendía como una chica sin experiencia alguna podía comportarse tan apasionadamente.

Me sonreí por un momento deleitándome con su presencia y ese aire de inocencia que la envolvía. Me moví con cuidado alzándola en mis brazos y caminé con ella para la habitación donde la acosté con delicadeza en la cama.

Luego me dirigí al baño, abrí las llaves de agua caliente y de agua fría de la bañera para llenarla a una temperatura templada, posteriormente agregué unos envases de esencias aromáticas que según eran relajantes.

Busqué una toalla, la humedecí con agua tibia y salí nuevamente a la habitación donde comencé a limpiarla con sumo cuidado y con una ternura que me sorprendió por completo, a tal punto que me llamé la atención “¿Qué diablos estoy haciendo? ¿Desde cuándo yo le demuestro ternura a una mujer?” me dije frunciendo el ceño e instándome a no ceder frente a ella. No se me podía olvidar, ni siquiera por un instante, la verdadera naturaleza de todas ellas y esa que tenía frente a mí, no era para nada diferente.

Mientras le limpiaba su parte íntima cuidadosamente y sus piernas, comenzó a despertarse. Cuando alcé mi cabeza me estaba mirando con un rostro de vergüenza, intentó cerrar las piernas, pero no se lo permití, debí sostenerla con mayor fuerza para evitar que lo hiciera.

— ¡No las cierres! —Exclamé irritado— de todas maneras ¿No crees que ya es muy tarde para que te pongas en plan de mujer decorosa?

» Pienso que eso debiste hacerlo hace rato, antes que te dejaras tocar y lamer por mí y te comportaras como una golfa—expresé con voz dura, cuestionándola.

Al darme cuenta de lo que acababa de decir, me arrepentí inmediatamente de mi error, pero es que las palabras salieron a borbotones de mi boca sin pensarlo, además me resultó molesto que ella me permitiera hacer todo lo que le hice siendo virgen.

No obstante, cuando sentí su cuerpo tensarse y bajar la mirada apesadumbrada y su pecho bajar y subir aceleradamente, me quise retractar de mis palabras.

— ¡Lo siento Sophi!—me disculpé con sinceridad—. No soy quien para juzgarte, este es un juego que solo pueden jugar dos y si yo lo acepté, soy tan responsable como tú. Olvida esas palabras tan groseras y mejor responde: ¿Cómo te sientes? ¿Te duele?— Ella se sonrojó ante mi interrogatorio para segundos después responderme.

—Estoy un p-poco adolorida y aunque no lo c-creas muy avergonzada de lo que hice y te p-permití hacer…—respiró profundo, creo que para calmarse porque luego siguió hablando más controlada—. No soy ninguna golfa, nunca me había c-comportado de esta manera con hombre alguno, pero es que esas s-sensaciones me superaron, no estaba preparada para reaccionar a s-semejante explosión de placer—concluyó bastante seria.

Hizo amago de levantarse de la cama y la retuve diciéndole: — Espera, nuevamente me disculpo por mis palabras tan fuera de lugar. Realmente no pienso que seas una golfa. Yo sé que nunca te habías comportado de esta manera, porque eras virgen antes de tomarte , pero ¿Por qué lo hiciste ahora? ¿Qué era diferente esta vez para que te dejaras llevar por mí y por qué no me lo dijiste?

La vi respirar profundamente y responder en tono irritado — Te acabo de d-decir que el deseo me envolvió y me d-dejé arrastrar. N-nunca le había p-permitido a ningún hombre que se me acercara de esa manera como lo hiciste tú y r-respecto a tu última pregunta: ¿Hace alguna diferencia? ¿Te hubieses d-detenido? —Me preguntó ella con su mirada puesta en mí, en la espera de una respuesta.

—Realmente no lo sé, pero hubiese tenido más cuidado para no hacerte daño. —Le tomé la mano y la besé para segundos después decirle—. Te estoy preparando un baño con esencia ¡Ven! Te llevo a la bañera—pronuncié con dulzura, sin embargo, su negativa me descolocó.

— ¡Por favor n-no! Creo que lo m-mejor es que me v-vista y me vaya—expresó Sophía.

— ¡No voy a dejar que te vayas! No quiero que lo hagas. Vamos a hacer algo, te dejo en el baño para que te relajes, mientras pido algo para comer, y si después quieres irte yo te llevo a tu casa — ¿Te parece?— sin esperar respuesta la tomé en mis brazos y la introduje en la bañera, cerré los grifos y le di un beso apasionado, le busqué un albornoz y se lo dejé junto a la bañera, mientras salía del baño.

Empecé a caminar en la habitación como un animal enjaulado, debía hacer algo para retenerla un poco más, aún no sentía que estaba satisfecho de ella, quería volverla a tener en mis brazos, tal vez si pasaba con ella un par de días más, esas ganas inmensas que tenía de poseerla cederían.

Con un plan en mente, tomé mi celular y llamé al piloto de mi avión —Cesáreo, ten preparado el jet, vamos a Roma. En media hora salimos.

Ese era mi plan, ella me había dicho que no conocía Roma, le ofrecería mostrarle la ciudad, la llevaría a mi casa de allí y la tendría por esos días hasta el fin de semana. Me parecía tiempo suficiente para exorcizarme de ella y sacarla de mi sistema, después de todo solo quería más sexo y me había demostrado que era muy buena en eso. Me sentía feliz por lo acertado de mi decisión.

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Me recosté en la bañera, me enjaboné poco a poco, tenía la sensibilidad a flor de piel, mis pechos se irguieron orgullosos. Me los acaricié, tratando de calmar mi ardor, todo esto era nuevo para mí, nunca en mi vida me había masturbado, ni acariciado, pensaba que eso no era algo que hiciera una chica decente. Pero hoy se abría ante mis ojos una expectativa distinta: explorar mi sexualidad no era un acto vergonzoso, todo lo contrario era un acto de amor hacia mí misma.

Mientras acariciaba mis senos y mi vagina, comencé a recordar lo que había sucedido, en las caricias de Nick, en cómo me tocó y me besó, en el momento que me dejó de doler y empezó a moverse con ese ritmo desenfrenado y maravilloso que me llevaron al mayor éxtasis que nunca antes había conocido y en ese momento lo volví a sentir, pero esta vez de mis manos y aunque no con la misma intensidad.

Me quedé un momento recostada tratando de que mi respiración se acompasara y enseguida una preocupación surgió en mí ¿Se notará algún cambio en mi cuerpo? ¿Cómo le daré la cara a mis padres? ¿Se darán cuenta de que ya no soy virgen?, ¡Por Dios! Tampoco es que iba a decírselos. ¿Y si se dan cuenta con solo verme de lo que hice?

En ese momento me puse nerviosa y un atisbo de arrepentimiento se comenzó a abrir paso en mi interior ¿Qué hice?, me pregunté nerviosa. Nunca me imaginé que terminaría comportándome de esa manera tan poco decorosa y con un hombre que acaba de conocer, no sabía nada sobre él ¿Dónde tendría la cabeza cuando me metí en ese embrollo? Debía irme inmediatamente de allí.

Me levanté y me coloqué el albornoz, me quedaba gigante pero igual cumplía el objetivo de cubrirme. Salí de la habitación y allí me estaba esperando Nick.

Él al verme se levantó de la cama y salió a mi encuentro con una sonrisa que me derritió en el acto y al instante se me quitaron las ganas de escapar, siendo sustituidas por el deseo inmenso de que continuara haciéndome todas esas cosas maravillosas que me había hecho la noche anterior y que de solo volverlas a imaginar, las piernas me temblaban como gelatina.

Volví a la realidad cuando escuché su voz para pedirme que lo acompañara.

—Sophía, me dijiste que querías conocer Roma, ven conmigo y te llevaré a conocer el Coliseo Romano, pasearemos y disfrutaremos en esa hermosa ciudad. Pasaremos el fin de semana y regresaremos el sábado o el domingo. ¡No te niegues! —suplicó—. Te prometo que vas a disfrutar como nunca antes. ¿Qué dices? ¿Me acompañas? —Me interrogó mientras me quedaba sorprendida sin saber qué hacer.

                                                 

                                                    "La indecisión es la semilla del miedo". Napoleon Hill.

"La indecisión es la semilla del miedo". Napoleon Hill.

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