No puede ser.

Capítulo 2: No puede ser. 

La noche transcurrió con normalidad, de veces en cuando su cuerpo rozaba el mío y sentía fuegos artificiales en mi estómago, Jimmy se notaba mas relajado, decoramos el pastel con fresas y comimos. 

— Es el mejor pastel que he comido en mi vida — gimió con la cuchara aún en su boca. 

— Hicimos un gran trabajo — su sonrisa creció a medio lado, tocó mi frente con uno de sus dedos. 

— No tengo palabras para agradecerte esto, soy tan feliz en este momento, es que no creí que un simple pastel pudiera ser responsable de mi felicidad — sonreí con ternura — Bueno, no un simple pastel, el mejor pastel de la vida. 

— Gracias por el mejor sexo de toda mi vida — escupió un poquito del pastel y soltó una fuerte carcajada. 

— Es verdad, ahora ya no sé si prefiero el pastel o a ti — muro un pedazo de pastel en la cuchara — o el pastel en ti. 

Sin esperarlo un pedazo del pastel estaba en mi cuello y sus labios fueron en busca de este, sus labios se perdieron en mi cuello y mis dedos en su cabello.

Por dios, podría hacer esto toda la noche y si que lo haría. 

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La mañana siguiente desperté en mi cama con la cabeza de Jimmy en mi pecho, ambos estábamos dormidos y a esta hora los pájaros ya empezaban a cantar haciendo compañía a los suaves ronquidos de el guapo hombre que me había llevado a un viaje de placer durante toda la noche. 

Hace bastante tiempo no tenía sexo que ya no recordaba que en vez de despertar cansada por tantos movimientos, había despertado tan relajada. 

Salí de debajo del cuerpo de Jimmy sin despertarlo, corrí al baño como Dios me trajo al mundo, hice mis necesidades, cepille mis dientes, lave mi rostro e hice algunas sentadillas sintiendo un poco de malestar en mi zona, total hace bastante no la invadian de forma tan deliciosa. 

Abrí el grifo y entre a la ducha, el agua tibia abrazo mi cuerpo, me bañe rápidamente, no quería llegar tarde a mi primer día de trabajo y no estaba segura de cómo iban a estar las calles en este momento después de la nevada de anoche, los autos que limpian la nieve siempre comenzaban a trabajar desde muy temprano, y al despertar había visto mucha luz, esperaba que él día estuviera caliente. 

Sequé mi cuerpo con una toalla, deje mi cabello suelto para que se secara al natural y luego poder pasarme la secadora, me gustaba el efecto que me dejaba. 

Aplique crema corporal con olor a durazno por todo mi cuerpo, me puse un conjunto de ropa interior color negro de encaje, siempre andaba en ropa interior en mi casa, era un vicio que tenía desde el primer día que comencé a vivir sola, era la manera de sentir este espacio totalmente mío y podía hacer lo que quisiera sin que nadie me dijera nada. 

Cuando la puerta se abrió de improvisto brinqué del susto y cubrí mi cuerpo como pude. 

— Buenos días — la voz adormilada de Jimmy me saludó. 

— Me has dado un susto horrible, — Jimmy entró al baño, bajo sus boxers y comenzó a orinar — Vaya, no sabía que ya teníamos tanto nivel de confianza. 

— Lo siento, no pensé que te molestara — subió rápidamente sus boxers. 

— No me molestó, solo se me hizo raro pero no lo pienses mucho. 

— Está bien, por el momento no lo volveré a hacer. 

Besé su mejilla y salí de la habitación, su mano dió un apretón a mi trasero y luego un pequeño golpe. 

— Eres tan hermosa. — reí tímidamente. 

Jimmy se quedó en el baño mientras yo terminaba de arreglarme, preparé un desayuno rápido, un bowl de frutas, jugo de naranja y tostadas.

Jimmy salió bañado, su cabello mojado pegado a su frente casi tapando sus ojos. Sus dedos abotonaban su camisa. 

— Ya recogieron mi carro, me hubiera encantado llevarte a tu primer día de trabajo pero bueno, será para la próxima. 

— No pasa nada, tengo auto — hizo una mueca con sus labios y asintió — si quieres te llevo yo a tu trabajo. 

— No te preocupes, ya vienen por mi — escuchamos un claxon sonar — debe ser mi amigo. 

Se acercó a mí, lo ví dudar de como despedirse, me acerque y bese su mejilla. 

— Feliz cumpleaños. 

— Gracias — sus ojos me miraron intensamente — por todo. 

Tomo su saco y salió de mi casa. Escuché el motor de un carro arrancar e irse muy lejos, suspiré, aún no me creía que había pasado la noche con semejante dios griego, no habíamos intercambiado números de teléfono, solo sabía su nombre, me gustaría verlo de nuevo, y aunque yo tuviera más difícil encontrarlo, solo esperaba que él sí me buscará de nuevo. 

Que de nuevo tocara a la puerta de mi casa. 

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Llegué con 15 minutos de anticipación a la empresa que sería mi trabajo por un largo tiempo, tengo todas las ganas del mundo para quedarme mucho tiempo acá y poder hacer de este mi trabajo estable después de mucho tiempo estando de trabajo en trabajo. 

Admiré el edificio desde afuera, "Koch, marketing digital" 

Las empresas Koch era de las más grandes del país, había una sede en las ciudades más grandes del país y contaba con oficinas virtuales para clientes fuera del país, este trabajo era un sueño, publicidad por todas partes, y de eso era en lo que yo iba a trabajar, me daba demasiada ilusión pero al mismo tiempo me daba mucho miedo llegar a hacer parte de una empresa que se caracterizaba por trabajar siempre en familia, era un negocio familiar que fue creciendo tanto al igual que la familia y ahora llegar a ser parte de algo en dónde mi compañero es el hijo de mi jefe o mi jefe el hermano de uno de mis ayudantes, era un poco raro y no sabía cómo actuar.

Entré al edificio, todo era tan pulcro y de color gris brillante con detalles plata y dorados, era como entrar a un hotel de lujo, me acerqué a la recepción en dónde una amable señorita de cabello castaño me dió la bienvenida. 

— Hoy es mi primer día, me dijeron que debía encontrarme con la señora Emilia Koch de marketing. 

— La señora Emilia aún no llega, tiene cita a las nueve ¿Verdad? — asentí mirando mi reloj de mano, 8:52 AM. 

— Así es — la señorita que tenía en su gafete "Jeniffer" tecleo algo en su computadora. 

Me pasó una especie de tarjeta con el número 8 inscrita en ella. 

— Con esta tarjeta solo puede ir al piso indicado y de regreso al lobby, es por seguridad — tomé la tarjeta y sonreí. 

— Gracias. 

— En el piso 8 puede hablar con mi compañera Karina, ella la hará pasar cuando la señora Emilia llegué, bienvenida a la familia. 

Sonreí muy grande, ya el solo trato de la personas me estaba haciendo muy feliz. 

— Muchas gracias, un gusto conocerte. 

Caminé hasta el ascensor, ubiqué la tarjeta en el lector. El número 8 se iluminó, las puertas se abrieron, entre y antes de que las puertas se cerraran del todo una mano se coló entre las puertas dándome un susto tremendo, un chico muy guapo, rubio y con sonrisa gigante vestido de traje gris entró al ascensor. 

— Buenos días — se organizó el traje que tenía. 

— Buen día — saludé amablemente. 

— Nunca te había visto por acá. 

— Hoy es mi primer día — él me sonrió. 

— Genial, bienvenida, espero dures bastante tiempo, ¿Publicista? — asentí — claro, era la única vacante que teníamos en el piso 8, espero que Emilia no te haga su exclava.

Abrí mis ojos asustada. 

— ¿Es muy horrible? — torció el gesto. 

— Un poquito, ya la conocerás. 

Las puertas del ascensor se abrieron, me dejó salir primero y luego corrió hacia la derecha perdiéndose en un amplio pasillo que tenía un ventanal dando vista a toda la ciudad.

— Fiuuuu, es hermoso. 

Admiré la vista unos segundos antes de caminar hacia la recepción. 

— Buen día, soy Isabel, la nueva Publicista. 

— Buen día, la señora Emilia llegará en cualquier momento, pase por ese pasillo a la izquierda y espera en las sillas, cuando llegue le avisaré. 

— Muchas gracias.

Me senté en la especie de sala de estar que había frente a una gran puerta dorada con el rótulo en letras negras "Emilia Koch" 

Me sentía en el paraíso, estar acá era como estar en el hotel más lujoso y costoso del mundo, las personas que entraban y salían, incluído el chico del ascensor, eran demasiao…. Mmmm ¿Cuál sería la mejor palabra? 

¿Bien portados? 

¿Ricos?

¿Imponentes? 

Se veían tan importantes que llegué sentirme como una caca al lado de una hermosa rosa, quite de mis pensamientos esa idea porque sabía de mis capacidades, me conocía y confiaba en mí misma y algún día llegaría a ser mejor que la gente a mi alrededor, al menos eso esperaba. 

Una mujer incluso más joven que yo, rubia, con un cuerpo espectacular, caminaba rápidamente sobre unos tenis, pero vestía una falda de tubo y una camisa blanca con volantes, dejó caer varias carpetas al suelo que recogió gruñendo, se levantó tan rápido que no me dió tiempo de ayudarla y entro en la puerta que tenía inscrito el nombre de Emilia Koch. 

¿Ella era Emilia Koch? 

Mire hacia los lados esperando que nadie se diera cuenta de mi sorpresa, me imaginaba a una señora de unos 45 años, si bien no había visto bien su rostro, su cuerpo parecía el de una joven, esperaba mi subconsciente no me hubiera traicionado y en realidad si fuera una mujer adulta. 

— ¿Isabel Lauren? — llamó la que SÍ era joven asomando su cabeza. 

Me levanté del asiento, la señora, ahora no señora Emilia me sonrió, su sonrisa cálida y hermosa me hizo sentir confiada. 

— Pasa. 

Cuando abrió la puerta del todo para que yo pudiera pasar me di cuenta de que ella ahora calzaba unos tacones altísimos que ahora hacían ver sus piernas kilometricas. 

— Permiso.

— Disculpa si te hice esperar mucho tiempo, había un tráfico del demonio y a un estúpido se le dió la grandiosa idea de chocar mi auto. 

Soltó un fuerte suspiro y crujió sus nudillos. 

— No hay problema, apenas son las 8, llegué muy temprano así que técnicamente estamos a tiempo. 

— Perfecto entonces, bienvenida a Koch, espero te guste tu trabajo. 

— Gracias, igual lo espero, sé que será así. 

— Vamos a dar un tour por las instalaciones mientras te digo cuál es tu trabajo. 

— Vamos. 

Nos levantamos de nuestros asientos y salimos de la oficina.

— Kelly, dile a las llamadas que respondo en la tarde. 

— Sí señora. 

— Por favor ya no me digan más señora — tocó el timbre del ascensor, las puertas se abrieron y entramos. 

Volvimos al primer piso y comenzó a hacerme un tour desde la recepción presentando a cada persona, se notaba que conocía a cada una de las personas con quién trabajaba y eso me hacía sentir a gusto porque si, eran su familia, pero también había gente que no lo era y ella aún así se veía que se preocupaba por ellos y los conocían.

Yo ya era parte de esta familia. 

En el camino ella también iba haciéndome preguntas personales y acerca de lo que yo esperaba conseguir con este trabajo, le fui muy sincera con todo. Quería crecer profesionalmente, quería hacer más de lo que era capaz. 

Ella pareció complacida con mis palabras. 

Yo no podía aprender tantos nombres seguidos, conocí a los de marketing, a los de logística, los de producción, a los de diseño con los que trabajaría a mano con la publicidad, a todos los del área comercial, a las chicas de administración y a los chicos de finanzas y contabilidad. 

En el séptimo piso era recursos humanos, cuando fuimos se me hizo el sitio más aburrido del mundo, mientras los otros pisos eran más alegres por así decirlo. Al menos en admin y finanzas tenían hasta música mientras trabajaban. 

Por último estaba Dirección, la gerencia y subgerencia de la empresa, estaban hasta el último piso. 

Las puertas se abrieron y, aunque volví a pensar en que parecía el piso de Recursos humanos, luego vi a gente corriendo de aquí para allá con una sonrisa en sus caras y se escuchaba unas baladas americanas a bajo volumen. 

— Amo el ambiente, se siente como en casa. 

— Eso es lo que queremos que sientan.

— Seguro que si lo hacen, yo ya me siento así — Emilia me miró sonriendo ampliamente. 

— Me alegra que sea así. 

El último piso no era muy poblado, podía ver solo 3 oficinas y el resto eran salas de juntas. Como era el diseño de la empresa, este piso también tenía colores blancos, negros y dorados, era tan hermoso. 

Los rótulos de las puertas en dorado con letras plateadas, seguramente eran oro y plata, tenían pinta y no me sorprendería si así fuera. 

Entramos primero a dirección, dos escritorios, no había alguna persona allí.

— Está es la oficina de mis padres, ellos están a cargo de la dirección, como era de esperarse, en este momento están en una reunión con una productora de lácteos para producir la publicidad a ellos, — la miré con miedo — Si, seguro ya lo sabes, estarás a cargo de esa publicidad. ¿Miedo? 

— Un poco, están cerrando un trato para publicidad con mis diseños, no quiero defraudarlos el primer día. 

— Si estás acá es porque fuiste la mejor entre cientos de personas, y créeme que de acá no te vas fácil. 

Mi pecho se llenó de orgullo, por primera vez me sentía tan pero tan bien en un nuevo trabajo, mi lado pesimista decía que esto era demasiado bueno para ser verdad, pero mi otro lado, el que estaba súper emocionado, cerró la puerta del otro para que no me incluyeran esos pensamientos. 

— Gracias, no sabes lo bien que me hace sentir eso. 

— Me caes bien, conozco tu trabajo y no quiero que lo dejes en un largo tiempo — escuchamos varias voces salir de una oficina — se acabó la reunión, ven, te presentaré a los que faltan. 

Caminamos hasta la entrada de una sala de juntas, habían al menos unas 10 personas, seguí a Emilia en silencio mientras escuchaba como se despedían de varias personas, no podía saber quiénes se iban o quienes se quedaban. 

Las puertas del ascensor se abrieron y cada vez fueron quedando menos personas, pude ver entonces a una elegante mujer de traje gris, con su cabello rubio canoso recogido en un moño muy prolijo, a su lado un hombre de traje café oscuro, con una calvicie en mitad de su cabeza, un poco panzón y gafas que se apoyaban en una nariz un poco puntiaguda, a su lado una joven, muy parecida a Emilia vestía un pantalón negro y una camisa blanca, su cabello rubio un poco más oscuro al de Emilia, por último un hombre de unos 35 años, con pantalón azul oscuro y camisa lila, no llevaba abrigo. 

— Familia, les presento a la nueva Publicista, Isabel Lauren. — Las cuatro personas me miraron.

— Un gusto conocerte Isabel, soy Horacio Koch — saludó primero el hombre de gafas — bienvenida. 

— Gracias señor Koch, es un placer conocerlos, admiro mucho su empresa. 

— Me alegra escucharlo Isabel, ahora haces parte de esto — se acercó a mí la mujer y estiró su mano, — Soy Rosaline Sams de Koch. 

— Lo aprecio señora Rosaline. 

— Bienvenida Isabel, soy Juliana Koch, jefe de administración — cuando la miré voltee a mirar de inmediato a Emilia.

— Son idénticas, — ambas rieron tímidamente. 

— Yo soy más linda, no mientas — comentó Emilia, Juliana bufó. 

— El más guapo soy yo, — habló por fin el hombre — Hola Isabel, un gusto conocerte, mi nombre es Aaron, soy el encargado de la contabilidad de la empresa. 

— Un placer conocerte. 

— ¿Dónde están mis otros hermanos? 

— ¿Cuántos son? — todos me miraron con una sonrisa burlona, me sonroje en ese instante, no lo quise decir en voz alta. 

— 4 partos, cinco hijos, ahora ya los amo, pero de pequeños quería ahorcarlos, no sabes todo el trabajo que daban, aparte se llevan muy poquito tiempo cada uno. Los otros dos bajaron a despedir a los nuevos clientes. 

— La admiró señora Rosaline, su familia es de admirar. 

— Gracias preciosa, no fue fácil llegar hasta acá, ¿Tienes hijos? 

— No señora, soltera por el momento, y espero por muchos años más. 

— Manténlo así hasta que encuentres al indicado. — las puertas del ascensor se abrieron de nuevo, mi garganta se secó en el momento cuando ví quienes bajaban de este. 

Ninguno de los dos me habían mirado, el más grande se fue hacia un lado mientras hablaba por teléfono, el otro si se dió cuenta de mi presencia. 

— Hey, hola de nuevo, ¿Ya te esclavizo Emilia? — solté una pequeña carcajada. 

— ¿Eso te dijo? — preguntó Emilia ofendida, asentí. 

— Tenía miedo, me engañó muy bien. 

— Eres un pesado, — ellos dos comenzaron a burlarse entre ellos, mientras mis ojos no se despegaban del gran cuerpo que estaba a unos cuantos metros, debió sentir mi mirada porque pronto nuestros ojos se encontraron. 

Su boca se abrió ligeramente mientras su mano caía junto con el teléfono, sin dejar de mirarme camino hacia… su familia. 

Oh por Dios. 

— Buen día. 

— Viejito — Emilia corrió hacia él y lo abrazo — Spencer le está diciendo a los nuevos empleados que los esclavizo.

Él rio sin dejar de mirarme.

— Jimmy te presento a la nueva publicista — Jimmy abrió la boca para hablar pero me adelanté. 

— Un placer conocerlo señor Koch. — el aceptó mi mano, sentí una corriente cuando su piel tocó la mía. 

— Lo mismo digo — es lo único que dijo. 

Asentí queriendo morirme. 

"trabajo para una pequeña empresa" miré a mi alrededor, esto era todo menos pequeña. 

— Ven, te llevaré a tu oficina. 

— Ten un buen día, linda — me saludó la señora Rosaline antes de perderse en su oficina.

Cada uno me fue dando la suerte en mi primer día y entrando a sus respectivas oficinas o al elevador si iban para otro piso, por último quedó Jimmy, quién no dejaba de mirarme. 

— Espera, tengo que decirle algo a mis padres primero, espérame un minuto — asentí hacia Emilia y ella salió corriendo. 

— Me dijiste que trabajabas en una pequeña empresa — Jimmy cruzo sus brazos con una sonrisa en su rostro. 

— Bueno, perdón por ser modesto. — nos quedamos callados esperando que Emilia volviera.

— ¿Podrías mantener nuestro secreto? — pedí en un susurro.

— ¿Qué? — acercó su rostro como si no hubiera entendido. — ¿Ahora te arrepientes? 

— ¡Ahora sé que eres mi jodido jefe, anoche no lo sabía! — la expresión de Jimmy se asombró un poco.

— Yo no planee esto — fue todo lo que dijo antes de irse a su oficina.

Jimmy Koch, ¿Por Qué no lo leí antes? 

Emilia volvió poco después, ahora ya no me sentía tan bien como antes. 

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