Capítulo 3: La playa

–¿Más que tu amigo? 

–Mejores amigos, a eso me refiero –esta vez lo miró, escondiendo entre un falso gesto de inocencia lo jocoso y perverso de sus palabras. Entendió entonces por qué su hermano la consideraba tan peligrosa– o… ¿Tú te referías a otra cosa? 

–Creo que el show se va a tardar un poco en iniciar –haciendo alusión al inicio de la ceremonia benéfica– ¿Te gustaría dar un paseo en el jardín? –No podía exponerse a tener una boca la suya dentro de un evento de tal magnitud– 

–Sí, cualquier cosa es mejor que estar sentada aquí. 

En cuanto la ayudó a ponerse de pie divisó el hermoso vestido lila de encaje que llevaba puesto, adherido a su delgada figura y a su trasero, el mismo que no pudo dejar de mirar hasta que empezó a caminar. La fiesta aún no empezaba pero ya estaba repleta de gente que ayudó a camuflar su ausencia por un buen rato. 

–Estos jardines son muy bonitos –comentó asombrada, era la primera vez que asistía a un evento de esa magnitud–  

–Si caminamos un poco más podremos ver la playa, también hay una pérgola llena de rosas en el techo. 

–¿Ya estuviste aquí antes? –preguntó sin dejar de caminar–

–La empresa de tu padre construyó este jardín, es su diseño.

–Entiendo, deben conocerlo como la palma de sus manos entonces, la vida aquí parece muy buena. 

–Lo es ¿Cómo es la vida en el internado de Madrid? 

–Ya sabes, todo es rutina… –distrayéndose con la figura de un ángel podada en un arbusto– ahora que estoy fuera deseo hace muchas de las cosas que no pude hacer durante todo el tiempo que estuve ahí. 

–¿Cómo qué cosas? –preguntó realmente curioso, no había podido dejar de seguir su paso, incluso con la ventisca fría de verano azotando el lugar en el que se encontraban– 

–Son secretas… quizás poco a poco las vayas descubriendo.

–Sinceramente, eso espero. 

–¿De verdad? –Lo ojos de Emily obtuvieron un brillo peculiar, pudo notarlo incluso a la luz de la noche– supongo que podría decirte uno de ellos si me ayudas a cumplirlo… 

–No es algo muy descabellado ¿Verdad? –Ella negó de inmediato–  

–No lo creo, de hecho… mucha gente lo hace –se acercó a él de forma lenta, sin dejar de mirarlo fijamente– hacerlo solo es aburrido, ya sabes, debe ser con alguien más –por alguna razón aquella explicación tomaba un rumbo diferente, uno que no era el correcto– hay gente que lo hace de día, yo preferiría hacerlo en la noche… –se encogió de hombros– es más divertido y privado, varias de mis amigas lo han hecho y dicen que es genial cuando llegas –se detuvo a tan solo un paso de él– les ha gustado tanto que han repetido muchas veces…. Creo que a mí también me va a gustar, solo depende de con quién comparta el momento y de lo bien que la pasemos… 

–¿A qué te refieres Emily? –Drew no era de los hombres que se ponían nerviosos muy a menudo, captaba las indirectas y dobles sentidos de inmediato, por ello estaba entercado en creer que aquello no era lo sucio y provocativo que parecía ser– 

–Aún no me has dicho si me ayudarás a cumplirlo… 

–Te he dicho que depende de lo que sea… 

–Adivina, ya te he dado unas cuantas pistas, puedo apostar a que no te aburrirás estando conmigo… 

–No me gustan las adivinanzas Emily… –Un móvil sonó en su bolsillo, quitando la tensión en el ambiente. Vio el mensaje de Lían en cuanto encendió la pantalla– 

“Liam acaba de llegar, puedes regresar, él sabe cómo tenerla controlada. Ya no hay peligro”

–La playa Drew –Aclaró poniéndole fin a la pícara adivinanza y escondiendo  nuevamente la falsa pureza de sus palabras– quiero ir a la playa por la noche… Hace varios años no veo el mar. 

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