CAPÍTULO 4. ¡ALÉJATE DE MI HIJO!

Angello, se despertó con un gran dolor de cabeza, se había tomado dos botellas y aún se sentía mareado. Sin embargo, se levantó, se tomó un par de analgésico, se colocó solo un jean porque siempre dormía en Bóxer, se dirigió a la sala de seguridad que poseía en su casa, tenía por costumbre revisar diariamente en horas de la mañana las cámaras de vigilancia, sobre todos la del exterior, aunque poseía cámara IP, que le permitía una conexión a una red informática conectada a internet a través de Wifi y verlas en su Smartphone o en su laptop, él se había acostumbrado a revisarlas en esa sala, incluso lo hacía junto con los miembros de su equipo de seguridad, porque cuando estos se equivocaban o no reportaban alguna novedad, los despedía en el mismo instante, sin contemplaciones.

Revisaba adelantando las imágenes, para evitar dedicar tantas horas a esos menesteres. Mientras miraba el video con aburrimiento, observó algo que llamó su atención, para verificar lo que había pasado regresó la acción y la puso a rodar a un ritmo normal, allí observó con total claridad el mismo vehículo que había colisionado con él, allí frente a su casa dejando a su hijo y por supuesto su conductor era la insoportable doctorcita, la ira lo invadió y sin detener sus palabras expresó a viva voz—¡¿Qué carajo hace ella con mi hijo?!

El oficial de seguridad nervioso, encogió los hombros, no sabía que responder, e internamente se preguntaba qué culpa tenía que el hijo del señor estuviera con esa mujer, para su buena suerte el señor Casiragui, luego de expresar con molestia esas palabras, salió de la sala dejándolo solo.

Angello, inmediatamente llamó a uno de los hombres de seguridad de su empresa y le preguntó —Anoche te dije que averiguaras datos y dirección de la mujer que había colisionado con mi auto. ¿Ya tienes sus datos?

—Si señor, justamente lo iba a llamar para avisarle que toda la información la había enviado a su correo electrónico—Apenas le respondió, cortó la llamada y revisó el correo con la información, fue a ducharse, se vistió y salió con fines de enfrentar a esa insoportable mujer.

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Eran las once de la mañana, Martina abrió los ojos, miró el reloj y se levantó sorprendida, nunca había dormido tan tarde, una de sus características es que era bastante madrugadora, sobre todo por la profesión que tenía, pero es que nunca antes se había divertido tanto, Camillo, Fran, Leonardo, eran unos chicos súper divertidos, le causó risa que ella una mujer de casi treinta años, logrará divertirse como nunca con unos muchachos que eran casi adolescentes, pero es que ellos eran espontáneos, sin poses ni retaliaciones en contra del sexo opuesto, la reconocían como una igual, incluso le demostraron un alta estima.

De inmediato se recordó de Fran, era un chico demasiado persistente, no dejaba de halagarla y expresarle el profundo amor que según él había surgido apenas verla. Era un chico de buen carácter, aunque un poco creído, pero le había encantado platicar con él, aunque prefería mantenerlo lejos, porque lo peor que le podía pasar sería ilusionar a un casi adolescente.

Se levantó de un salto y se fue al baño, luego de asearse y ducharse salió y montó la cafetera, su día no funcionaba sin una cargada taza de café, debía reconocer que era adicta a esa bebida, luego de prepararla, se sentó en el comedor, aún con una bata corta y transparente, cerró los ojos y se llevó la taza de café a su boca, saboreando el exquisito sabor, estaba en ese placentero momento, cuando escuchó el timbre de su departamento sonar, abrió los ojos y un indicio de enfado surgió en su interior.

—¿A quién carajo se le ocurre venir a interrumpir mi tranquilidad? —expresó en voz alta y enseguida fue abrir la puerta, pero se le olvidó mirar por el ojo mágico.

Al abrir la puerta estaba quien menos se imaginó tener frente a su puerta, el muy imbécil la miró primero despectivamente y luego al observarla de pies a cabeza, su semblante se transformó, sus ojos se oscurecieron al mirarla, ella se sonrojó ante su escrutinio, sin embargo, a los segundos reaccionó.

—¿Qué haces en mi casa? ¿Y quién carajo te crees para que me mires así? —expresó con molestia.

—Si no quería que te viera así, simplemente debiste vestirte antes de abrirme la puerta y no presentarte desnuda ante mí—le dijo con sarcasmo.

—Mira hombre, estoy pasando un agradable primero de enero en la intimidad de mi casa y si quiero desnudarme y pasearme desnuda por ella, es mi problema, tú sin embargo, no deberías estar en la puerta de mi casa, porque no te he invitado.

—No creas que vine porque quería gozar de tu presencia, solo vine a decirte que te alejes de mi hijo, conozco a las mujeres como tú, son unas interesadas, van tras el dinero de los hombres para que las mantengan. Una trepadora, eso es lo que eres, queriéndote aprovechar de un muchachito ingenuo, pero no voy a permitir que te burles de mi hijo. Y claro sales así, porque lo planificas todo, dijiste ya que seduje al hijo y ahora me toca hacerlo con el padre, pero para tu mala suerte no soy un hombre que se deja seducir por atributos superficiales.

«Aunque para que dejes a mi hijo, soy capaz de hacerte caso, para que sientas a un verdadero hombre que…

Martina no lo dejó hablar y le propinó un par de cachetadas, las cuales no se esperaba Angello y perdió el equilibrio por un momento, pero al recuperarlo se acercó enfurecido a ella, la tomó por el cuello acercándolo así y le estampó un fiero beso.

Esa acción desconcertó a Martina que por un par de segundos quiso disfrutar del beso, pero al tomar conciencia de cómo la estaba tratando el salvaje ese, con todas sus fuerzas le mordió el labio, Angello la soltó de inmediato, cuando sintió el intenso dolor, mientras se llevaba su mano a su labio inferior para tratar de detener la sangre que salía a borbotones de su labio, la furia bullía en su interior como una olla de agua hirviendo y en tono de enojo le dijo—¡¿Cómo te atreves?! ¡Eres una salvaje!

Martina que no estaba para nada calmada le respondió—¡Bestia tú! ¿Cómo te atreves a besarme a la fuerza? Para tu información, soy una zorra, me encantan los hombres y disfruto de un verdadero hombre, y sí he tenido bastantes, pero todos los elijo yo, ninguno se ha impuesto como quieres hacer tú. Además no necesito la posición y el dinero de ninguno, porque a Dios gracias, soy una mujer independiente que me complazco en todo lo que deseo, sobre todo en el sexo y como dice el dicho “Para disfrutar de unos kilos de chorizos, no necesito cargar con el cerdo” ¡Ahora largo de mi casa! —mientras ella hablaba el rostro de Angello se ponía más rojo.

—Al fin una mujer sincera, que reconoce sus cualidades—dijo con sarcasmo, mientras seguía sangrando por su labio y reteniéndoselo con la mano.

Martina lo quería fuera de su casa y de su vida, sin embargo, sus instintos de cuidar a las personas heridas y la que la llevó a tomar el camino de las ciencias médicas, inoportunamente salió a relucir, por lo cual dio media vuelta, entró a uno de los baños de su departamento, buscó el botiquín de primeros auxilios y volvió a salir a la sala, donde la esperaba Angello con un rostro de incredulidad, se quedó viéndola fijamente, mientras ella sacaba una gasa y con voz autoritaria exclamó —¡Siéntate!

Angello iba a protestar, pero cuando vio la determinación en su rostro, decidió callar y sentarse como le había ordenado, ella se le acercó y comenzó a limpiarle el labio mientras él la miraba fijamente, su cercanía produjo en él que los latidos de su corazón se aceleraran, Martina era una mujer de armas tomar, no le temía a nada y no le huía a los conflictos, no pudo evitar una pequeña sonrisa al recordar las veces que lo había enfrentado.

Martina sentía un cosquilleo en su piel, no entendía por qué el contacto con ese hombre le producía un tumulto de sensaciones, lo miró de reojo y se dio cuenta de que una sonrisa se había dibujado en su rostro, que le hacía parecer más joven, no lo había visto sonriendo el par de veces en la cual habían coincidido, sin embargo, sintió molestia, ¿Quién se creía él? ¿Se estaría burlando de ella?

—¿Tengo monos en la cara? —preguntó irritada Martina.

—¿Es que está prohibido reírse? —respondió con otra pregunta.

—¡Pues sí! Cuando al parecer soy el objeto de tu reciente sonrisa. Ya estás listo, te puedes ir.

—Te darías las gracias, pero no hay más responsables de esto que tú—pronunció tocándose su labio.

—Si serás descarado—enfatizó Martina enfadada—vienes aquí a insultarme, me atacas sexualmente…

Angello la interrumpió incrédulo por sus palabras—¡¿No te agredí sexualmente?! No seas exagerada.

—¡Me besaste a la fuerza! —exclamó Martina—todo lo que se hace a la fuerza es una agresión y en este caso sexual.

—Al principio te besé desprevenida, lo hice porque tú me agrediste abofeteándome, fue un impulso, y a ti bastante que te gustó, hasta que decidiste morderme.

—¡Eres un cara dura! No me gustaron tus besos, porque ni siquiera me gustas tú como persona, eres machista, desagradable, si no eres capaz de tratar a tu hija con amor, tu propia sangre, ¿Cómo vas a ser capaz de tratar bien a una mujer?

—No hables de lo que no conoces. Mejor me voy, pero te agradeceré algo. Te quiero lejos de mi hijo.

—¿Y qué si no quiero? Qué tal si tu hijo me gusta y quiero tener una aventura con él—articuló Martina con picardía, ese chico no le interesaba para nada, pero tenía un gusanito de maldad que le instaba a provocar a Angello.

Este molesto se le acercó, dejando su rostro cercano al de ella —No te atrevas, no permitiré que juegues con mi hijo, te quiero lejos de mi familia, Doctora—enfatizó mientras salía del departamento de Martina.

Al salir ella respiró profundo, y se quedó pensando, ¿Por qué había algo dentro de ella que lo instaba a sacarlo de sus casillas.

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Angello llegó a su casa, se sentó a comer, mientras le servían la comida, le preguntó a la señora Marcela, quien tenía trabajando con ellos muchos años por sus hijos —¿Dónde están mis hijos?

—El joven Franco, salió con uno amigos que lo vinieron a buscar—respondió Marcela.

—¿Y Paula? ¿Ya ha comido? —interrogó Angello.

—No, la niña no ha salido de su habitación, ni siquiera se ha levantado aún.

—¿Por qué? —volvió a preguntar.

—No lo sé señor, la niña ha cerrado con llave su habitación, y no he podido entrar.

De inmediato Angello se levantó de la mesa y comenzó a tocar la puerta—Paula Valentina Antonella, hazme el favor de abrir la puerta inmediatamente—gritó con enojo, pero a pesar de sus llamados constantes, la chica no respondía—Marcela por favor trae las llaves para abrir esta puerta.

Marcela se dirigió enseguida a buscar el manojo de llaves, al encontrarla volvió a la puerta de la habitación de la niña y se las dio a Angello, inmediatamente abrió la puerta y al entrar, la chica estaba aún en la cama, se le acercó y Paula presentaba sudoración excesiva acompañado de escalofríos. Al verla en ese estado, tocó su frente y la sintió muy caliente.

—¡Por Dios Marcela! Paula está prendida en fiebre, busca un termómetro para tomarle la temperatura, búscame agua con una toallita y una pastilla de Paracetamol—luego se sentó en la cama y puso la cabeza de su hija en la pierna, al llegar Marcela con lo que le había pedido, le tomó la temperatura la tenía en cuarenta, obligó a su hija a tomar la pastilla y comenzó a ponerles toallitas en la frente, se mantuvo al lado de ella, los minutos pasaban, pero la joven permanecía igual. En ese momento, sonó el celular de Paula y Angello lo atendió —Aló, Paula—dijeron al otro lado de la línea.

—Aló no es Paula, soy su padre ¿Quién habla?

—Soy su amiga Gálata, ¿Podrá ponérmela en la línea? —interrogó la niña con cautela.

—Lo siento no puedo, Paula tiene fiebre muy alta, si no le baja la llevaré de inmediato a un centro médico—indicó Angello.

—¡Oh Por Dios! Le avisaré a mis padres para ir hasta allá—comentó Gálata, para segundos después cortar la llamada.

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Gálata salió corriendo a informar a su madre —Mamá, acabo de llamar a Paula y su padre me dijo que tenía fiebre alta.

—¿Pero de qué? Ella estaba muy bien ayer—manifestó Anabella.

—Madre por favor llévame a visitarla—suplicó la niña.

—Está bien, ya vamos para allá, déjame dejarle un recado a Martina que venía para acá—en el momento que estaba marcando a su amiga, esta apareció en la puerta—Martina te llamaba para avisarte que vamos donde Paula, parece que está enferma tiene fiebre muy alta.

—Pero no puede ser, yo vi a Angello temprano y no me dijo que su hija estuviera enferma—comentó casualmente Martina.

—¿Lo viste? —preguntó Anabella, en ese instante Martina cayó en cuenta y cerró su boca—Mira Mónica Martina Landaeta Fernández, tienes una conversación pendiente conmigo apenas llegue de casa de Paula.

—Si serás chismosa Anabella Estrada de Ferrari, no hay nada que contar, solo que Angello se apareció hace un par de horas en mi departamento, usando influencias con los señores de seguridad que lo dejaron subir, para pedirme que me alejara de su hijo.

—¡¿Qué?! No lo puedo creer. Debes darme detalle.

—Pero no ahora Anabella, vamos a dónde Paula, yo te acompaño—. Así las tres abordaron una de las camionetas de su amiga y arrancaron con destino a la mansión de la familia Casiragui, para prestar ayuda a la jovencita que lo necesitaba.

 

“La solidaridad no es un acto de caridad, sino una ayuda mutua entre fuerzas que luchan por el mismo objetivo” Samora Machel.

 

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Hola mis corazoncitos, acá les entrego el capítulo cuatro de Una Mujer Excepcional. ¿Qué les ha parecido? ¿Qué piensan de este par? ¿Hay o no hay corazón? ¿Qué pasará cuando Franco sepa que Angello visitó a Martina para pedirle que se alejara de él?

No dejen de comentar, que son ustedes quienes me inspiran a continuar escribiendo.JEDA CLAVO

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