DESTINADA A ÉL
DESTINADA A ÉL
Por: Luz Torres
CAPÍTULO 1

Todos planeamos nuestro futuro, tenemos grandes sueños y metas que con el tiempo batallamos para conseguirlos, la vida se trata de luchar por lo que te hace feliz, vivir por ello y ser quien quieres ser, eso hacia yo hasta aquel día en donde todo cambio , en el que me di cuenta que toda mi vida ya estaba planeada y mi decisión u opinión no contaban para nada. Antes de nacer, mi vida estaba escrita, mi cuerpo y alma le pertenecían, pero mi ser, junto con esa parte rebelde que todos tenemos se rehusaba a ello, era alguien libre y no dejaría de serlo, lucharía, aunque me enfrentara a un campo de guerra donde no tenía ni la mínima ventaja para salir victoriosa.

Pero ... cuando lo vi y nuestras miradas se encontraron, una corriente me recorrió. Todo lo que llegue a pensar de ese hombre se esfumó, mi idea de declararle la guerra y hacer hasta lo imposible para que me dejara libre, quedo en segundo plano cuando sentí que podía atravesarme con aquella mirada que poseía.

Me veía como si fuera lo más hermoso que jamás vio, nunca antes nadie me había visto de tal manera. Por otro lado, cada segundo que pasaba, me perdía en esos pares de ojos grises, llegándome a preguntar, ¿si no fueron por estas circunstancias, me gustaría este hombre ?, se veía un hombre imponente y fuerte, su altura no pasaría de los 1.85, debía admitir que era guapo, y nunca había visto alguien como él.

—Mi luna —di un pequeño brinco al escuchar una voz gruesa y dura en mi mente, quedé un poco desconcertada cuando de nuevo se hizo presente—. No te asustes, soy yo.

Es donde caí en la realidad, es un ser sobrenatural, hablar en mi mente debe ser una de sus tantas cualidades, solo esperaba que no pudiera escuchar mis pensamientos. 

Un atisbo de sonrisa quiso salir, pero apretó sus labios para evitarlo.

—Sabes que te amo como a nada en este mundo, eres la luz de mi vida cariño - habló mi padre, que hasta ahora se había mantenido en silencio. Me llevó un poco lejos para hablar.

- ¿Qué clase de amor es? —Pregunté. Cuando iba a respondedor, lo interrumpí—. Me prometiste que siempre estaríamos juntos cuando madre murió, ahora me entregas a un hombre visto que nunca en mi vida había hasta ahora. No entiendo tu concepto de amor —exclamé con voz rota.

Esto me dolía, ¿Cómo era posible que me entregara a ese hombre? Yo no era ningún objeto al que se podía adquirir, por dios, era como si me estuviera vendiendo.

—Tu destino siempre ha sido estar junto con él, para que atrasar lo inevitable. Eres mi princesa y me duele esto, no sabes cuánto lo hace, pero no puedo hacer nada hija.

Observe como sus ojos se volvían vidriosos a causa de las lágrimas que retenía. Mi padre siempre ha sido un hombre fuerte, nunca lo había visto llorar, ni en la muerte de mi madre...el amor de su vida y que esté a punto de hacerlo ahora, hacía que también lo quiera hacer, pero me prometí ser fuerte.

—Yo formo mi propio destino —declaré con convicción, mientras fruncía mi entrecejo.

—Siempre estaré para ti, no dudes en llamarme si pasa algo.

Rápidamente me cubrió con sus fuertes brazos, dándome ese abrazo que tanto necesitaba y que solo él podía hacerlo, en él me decía que todo estaría bien, pero ahora nada lo estaría, me iría lejos a un lugar desconocido para mí y la única persona que amaba y me quedaba en este mundo, no me acompañaría.

—Te amo —susurré con voz quebrada aferrándome a él. Aspire fuerte dejándome inundar por ese aroma tan característico a mi padre. Sentía que no lo volvería a ver en un largo tiempo, así que debía disfrutar al máximo este pequeño momento.

—Yo te amo más mi pequeño girasol —una traicionera lagrima recorrió mi mejilla. Siempre me llamaba de esa forma cuando era niña—. No olvides guardar muy bien lo que te entregue —susurró tan bajo, que me costó un poco entenderle. Asentí de igual forma—. Más adelante entenderás que es lo mejor para ti, eres única, y lo único siempre es tentativo y peligroso.

—Ya es hora de irnos —su fuerte voz se hizo presente.

Poco a poco me separe de mi padre, teniendo unas terribles ganas de sentirme entre sus brazos nuevamente. Ya lo extrañaba y aun no me iba.

—Cuídala Gabriel —advirtió, con un tono intimidante, casi nunca la utiliza.

—Sabes que lo hare —su voz fue aún más intimidante que la de mi padre.

Su mano buscó la mía para agarrarla, y tirar suavemente de mí para llegar al automóvil. No pasé en alto lo grande que es, la manera en que encajan, y la sensación de hormigueo que me recorrió.

Ya en el auto, volteé a ver por última vez aquel hombre fuerte y amoroso que admiro tanto, me sonrió, y le correspondí con una pequeña mueca. Poco a poco nos alejábamos, mientras era asaltada por pequeños momentos malos y buenos los cuales pase en aquella casa durante 19 años de mi vida.

—No sabes cuánto espere por este momento —su voz me sacó de mis pensamientos—. Sé que me debes de estar odiando, solo espero que con el tiempo ese sentimiento se convierta en amor y llegues a sentir siquiera la mitad de lo que yo siento por ti.

—No podría odiarte, aunque quisiera no podría —suspiré cansada. No conocía ese sentimiento tan fuerte como es el de odiar a una persona, y aunque me estaba llevando en contra mi voluntad, no lo hacía. Por más que lo quisiera odiar, algo no me dejaba—. ¿Cómo se ama a una persona que te aleja de tu único ser querido?, ¿Qué te arrebata todos tus sueños?, ¿Qué te tendrá prisionera a él durante toda tu vida?

—Eres mi mate, tu lugar esta donde yo este —afirmó con voz fuerte, mientras sus ojos grises transmitían... ¿cariño? —. Si hubiera querido te hubiera quitado de los brazos de tu madre cuando apenas eras una bebé Emma, pero no lo hice.

— ¿Gracias? —dije con ironía.

El solo me miro por última vez antes de que su celular sonara, y pasar lo que queda de camino hablando en otro idioma que creo que es alemán.

[…]

Hace más o menos una hora abordamos un avión privado con destino aún desconocido para mí, Gabriel ha estado enfrascado en su celular y portátil, mientras yo moría lentamente del aburrimiento.

— ¿Que significa mate Gabriel? —curioseé. El dejó lo que sea que estaba haciendo en su portátil y se giró para mirarme directamente.

— ¿Tus padres no te explicaron? —preguntó incrédulo.

— ¿Explicar qué?

—Todo sobre nosotros los hombres lobos, tu padre es un hombre lobo.

—Hace una semana me hablo sobre lo que en verdad era y mi “destino”—rodé los ojos—. No quise que me explicara.

—Todo hombre lobo tiene un alma gemela a la que se llama mate, es nuestro complemento, la razón por la cual respiramos, haríamos y seriamos cualquier cosa por ella, daríamos nuestra vida si fuera necesario, es nuestro único y gran amor. Mientras más tiempo pasamos nuestro vinculo se fortalece, pero ese es otro tema que hablaremos más adelante. Sin ella...nuestra mate, seriamos alguien solitario, vacío, ustedes son la luz en nuestras vidas — uno de sus ojos cambio a un color ámbar, lo que me sorprendió—. En mi caso tú eres mi mate y luna. Una luna es vital para la manada, sin ti mi manada y yo nos debilitaríamos, eres alguien muy importante para nosotros...tu eres la estabilidad en ella Emma. 

— ¿Luna?

—Las lunas son las mates de los Alphas. Yo soy un descendiente de los primeros Alphas, los licántropos auténticos.

— ¿Y eso quiere decir?

—Quiere decir que soy el rey. Mí manada es la más fuerte y grande — responde con egocentrismo.

—Me quedo claro —Todo esto me abruma y me sobrepasa—. No quiero ser tu luna, debes de estar confundido y tal vez no sea yo.

—No es una opción, la diosa Luna te escogió a ti Emma —se acercó a mi cuello y aspiró profundo. A este punto ya estaba incomoda, jamás había tenido esta clase de acercamiento con ningún hombre—. No estoy confundido, tu olor nos vuelve loco, es una mezcla de chocolate y jazmín, nunca antes había olfateado algo así, eso es lo que te diferencia y nos hace saber que eres tú —susurró con una voz demasiado ronca y sensual, volvió aspirar...profundo y se alejó.

—Tus ojos —exclamé, cuando vi sus dos ojos de color ámbar. ¿Qué era todo eso? —. Cambiaron de color.

—Eso pasa cuando Owen toma el control.

¿Qué rayos?

— ¿Qu-Quién es Owen?

—Mi lobo —sus ojos volvieron a la normalidad. Grises.

— ¿Cómo es eso de que tu lobo toma el control? ¿De qué se trata todo esto? —Cuestioné confundida.

—Desde que nacemos nuestros lobos habitan en nosotros. Se hace presente en un cierto tiempo, todo varia por el tipo de lobo que tú seas. Desde los 10 años me puedo convertir al ser descendiente de los primeros licántropos. En estos momentos tengo el control de mi cuerpo, pero Owen está al tanto de todo, existen situaciones donde toma el control de mí, así yo no lo quiera, y yo pasaría a estar en la conciencia de él.

—Y cuando tus ojos están de dos colores.

—Los dos tenemos el control —iba a continuar con el pequeño interrogatorio, sabiendo que tenía un sinfín de preguntas que necesitaban ser contestadas, pero Gabriel me interrumpió—. Descansa, el viaje es largo. Más adelante responderé todas tus dudas.

Solo asentí, acomodándome mejor en el asiento para así dejarme llevar en los brazos de Morfeo.

Me encuentro en un bosque.

Sus altos arboles tapan cualquier rayo de luz, dándole un toque un poco siniestro, y si no fuera peor, una neblina cubre todo el suelo. Miro alrededor pero no encuentro nada más que vegetación y majestuosos pinos.

Estaba sola en aquel lugar, pero lo que no entendía, era el porqué de mi ropa rasgada y cubierta de sangre.

— ¡Que mierda! — susurré horrorizada.

Evidentemente es una pesadilla, ahora es donde aparece la niña con el cabello tapado o la llorona.

—Emma —escuche mi nombre a lo lejos, causándome un escalofrió—. Emma.

Esa voz la he escuchado antes. Miro a todas las direcciones, pero no se encuentra nadie.

— ¿Quién eres? —pregunte, aun cuando no quería saber la respuesta.

—Eres especial, siempre has sido especial —escuchó que explican atrás mío. Intento moverme, pero no lo logro. Me siento vulnerable. El miedo empieza a crecer en mí—. Con él estarás a salvo. Muy pronto nos volveremos a ver mi pequeña flor.

Solo existe en el mundo una única persona que me llamaba de tal forma y está muerta. Un nudo se forma en mi garganta, mi respiración se corta mientras mis ojos son inundados por lágrimas. Por eso aquella voz se me hacía conocida, es mi madre. Después de su muerte no había soñado con ella, hasta ahora.

—Mamá —susurré con voz quebrada. Ahogué un sollozo. Quisiera poder voltearme, verla y ser envuelta en sus brazos, sentir de nuevo ese calor de hogar que ella desprendía—.  ¿Por qué no puedo verte? ¡Quiero verte! — medio grite de la desesperación.

—No temas a lo nuevo pequeña.

—Mamá, por favor.

—Pronto nos volveremos a ver —su voz cada vez era más distante. Cuando por fin pude moverme, volteé y justo cuando lo hice, una voz me trajo a la realidad.

— Emma, es solo un sueño. Todo estará bien —abrí los ojos encontrándome a Gabriel con una mirada preocupada, su rostro muy cerca del mío, logrando permitirme reparar en aquellos pares grises. Ahora que los tenía tan cerca, pude ver pequeñas manchas negras y blancas en ellos, muy bellos, algo únicos, nunca había visto algo como aquello—.  No llores, no sé qué hacer en estas situaciones.

Susurró mientras sus manos ascendían a mis mejillas quitando todo rastro de lágrimas, su toque tan delicado, hacía parecerme alguien frágil que con el mínimo toque podría romperse.

—Necesito espacio —pase mi lengua por mis labios resecos, haciendo que toda la atención de Gabriel se dirigiera a ellos.

—No lo vuelvas hacer en mi presencia Emma —Ordena firme y con un tono un poco ronco.

— ¿Hacer qué?

—Humedecer tus labios con tu hermosa lengua —un gruñido de frustración salió de él—. Hace que Owen y yo queramos perder el control —apartó un mechón de mi cabello rebelde, llevándolo detrás de mí oreja—. Eres muy hermosa Emma, no sabes los años que espere por ti —acercó su rostro a mi cuello—. Por este momento —todos mis bellos se erizaron, había dado con mi punto débil—.  Por fin te tendré conmigo en mi manada donde siempre debiste estar —retrocede, pero no tanto como quisiera. Su nariz roza la mía y su mirada fija en mí, me lleva a una especie de trance donde no soy capaz siquiera de formular una palabra—. Te quiero.

Siento sus labios en mi frente, dándome un pequeño beso. Cerré los ojos y cuando los abrí, ya no estaba.

Solté todo el aire que estaba reteniendo.

 Ese hombre me acababa de decir que me quería, por un momento creí que mi corazón saltaría de mi pecho.

Él no puede generar esto en mí, es el enemigo, la persona que frustro todos mis sueños y metas, no lo olvides Emma.

[…]

Habíamos aterrizado hace algunas horas.

Vinieron a recogernos dos hombres grandes que me resultaron intimidantes, no por sus tamaños, si no, por las grandes cicatrices que poseen en sus rostros, me podía imaginar un poco la razón de ellas. Con Gabriel no hablamos mucho después de aquella confesión, y tampoco es como si quiera hacerlo, aunque...

— ¿Qué país es este?

—Canadá —respondió sin mirarme.

—No se hablar inglés —mentí, con lo primero que se me vino a la mente.

—Sabes tres idiomas apartes del español Emma —me miró, y un gruñido salió de él, era como un perro rabioso—. Deja de mentir, odio las mentiras.

—Y yo odio todo esto, que me hayas alejado de mi país, de mi familia, de mi padre —susurré lo último, sintiendo una opresión en mi pecho.

—Te acostumbraras —indicó frio.

—Ahora que te hice para que me trates de esta forma.

—Te trato como trato a todo el mundo.

Se supone que soy su Luna, ¿No?

—Ok.

Me concentre en mirar por la ventana, y me sorprendió que todo fuera vegetación — ¿a dónde íbamos? — ya habíamos pasado la ciudad, y nos estábamos adentramos a lo que sería el bosque.

¿Acaso vivía en una madriguera? ¿Podría yo vivir en ella?

El resto del viaje me la pasé pensado en como mí vida había cambiado de un momento a otro. Estaría en un lugar donde no conozco a nadie y me generaba cierta ansiedad. Siempre fui poco sociable, mi grupo de amigos se limitaban a dos personas. Nunca los chicos de mi escuela se me acercaban, jamás tuve un novio, llegue al punto donde pensaba que era fea, que tenía algo distinto a las demás chicas el cual a nadie le agradaba, pero soy linda, hermosa, bueno eso siempre me decían mis amigos y familia.

—Llegamos Alpha— Anunció uno de esos grandulones.

Veo como pasamos dos grandes portones de ocho metros de largo —creo yo— custodiados por tres hombres iguales de grandes que los dos hombres que se encuentran con nosotros, pero estos si son guapos...—demasiados guapos—. Escuché un gruñido un tanto aterrador por parte de Gabriel, así que volteé a verlo.

— ¿Qué? —pregunté, al ver cómo me fulminaba con la mirada.

—Nada —respondió entre dientes. Resoplé cansada de esta situación y dirigí mi vista de nuevo a la ventana.

Me sorprendí al ver grandes casas, centros comerciales, almacenes y heladerías. Esto es una especie de pueblo moderno, todo es hermoso. Parejas caminando y profesando su amor, niños jugando, embarazadas, me encanta todo.

—Te gusta — preguntó Gabriel, pero fue más una afirmación que una pregunta.

Asentí embelesada, demasiado hermoso.

—Es muy hermoso —volteé a mirarlo, percatándome de un brillo que hacía resaltar aún más sus ojos. 

—Mañana podrás conocer la manada —estaba por sonreír, pero de nuevo la reprimió apretando sus labios—. Yo seré tu guía.

Asentí, dirigiendo de nuevo mi mirada a la ventana para así deleitarme con todo lo hermoso que este pueblo poseía, por fin algo bueno de todo esto. Continuamos por varios minutos hasta que el auto se detuvo frente una gran mansión de tres niveles.

— ¿Tu casa? —pregunté mirándolo.

—Nuestra Emma —agarró mi mano para darle un apretón. Salió del auto junto conmigo. Nuestras manos aun unidas—. Todo lo que tengo es tuyo, ¿te gusta?

—Es muy grande. Me gusta —sonreí, soltando sutilmente su mano de la mía—. Pero eso no quiere decir que quiera estar aquí Gabriel, en la primera oportunidad me devuelvo a España.

Su mirada y sus ojos cambiaron radicalmente. Ahora estaba furioso, muy furioso, y sus ojos tenían dos colores. Ambos tenían el control.

—Tu lugar está aquí conmigo Emma, y no volverás jamás a tu país —me ericé al escucharlo. Su voz fue demandante, autoritaria y dura—. No me hagas tomar medidas extremas.

— ¡Tu no me mandas! —grité lo más fuerte que pude.

—Oh cariño, tú eres mía, toda mía, por ello puedo mandar sobre ti —respondió arrogante—. Y ahora exijo respeto, además de ser tu pareja, ¡soy tu Alpha! —su voz salió distorsionada y espeluznante, causándome mucho temor. Se percató de ello, arrepintiéndose al instante, sus ojos volvieron a la normalidad, grises—. Emma. 

Intentó acercarse, pero no lo permití.

—No —Dije firme, aunque por dentro estaba muerta del miedo—. No te acerques.

—Lo siento —tiró de su cabello mientras susurraba un par de insultos—. Nosotros nunca te haríamos daño, no tienes por qué temer. Pero tienes que acostumbrarte esa es mi voz de Alpha y la uso muy seguido.

—Estoy muy cansada —susurré. No quería discutir, gastaba mucha energía en ello, y era lo que menos tenía.

—Ven, te llevare a nuestra habitación —me extendió su mano.

—Mi habitación, porque no dormiré contigo —pasé de largo dejándolo atrás.

Cuando llegué a la puerta no hubo necesidad de tocar, esta fue abierta de inmediato por una señora que no pasaría los cuarenta. 

—Luna —hizo una especie de reverencia, lo que me dejo confundida—. No sabe cuánto deseamos para que llegara este día.

—Solo Emma por favor —pedí cortésmente, ella asintió con una sonrisa en sus labios—. Necesito saber dónde se encuentra mi habitación, me harías el favor de llevarme a ella.

—Claro que sí Luna —rodeé los ojos al escucharla. Antes de caminar giré a ver a Gabriel, pero este no se encontraba.

—Se fue — volteé a verla—. El beta lo necesitaba para infórmale algunos problemas que sucedieron en su ausencia. Sígame Luna.

—Solo Emma —suspiré—. ¿Cómo te llamas?

—Gloria Lu.. Emma —Sonreí, por fin.

Caminamos un par de minutos en silencio hasta que gloria volvió hablar.

— ¿Cómo se siente? La noto triste.

—Lo estoy —confesé—. No quería venir aquí, no quiero estar aquí.

—Se acostumbrará, el nino Gabriel es un buen hombre —se detuvo e hice lo mismo—. No sabes lo emocionado que se encontraba cuando llego el día de ir por ti, por nuestra luna. Estuvo anhelando ese momento por años Emma

—Pues yo no estoy emocionada, me alejo de mi padre. No lo perdonare nunca.

—En un tiempo muy cercano estarás tan enamorada de mi nino, que solo vivirás por el —afirmó con tanta convicción que hasta le creí por un momento.

— ¿Por qué lo dice? ¿Por qué estás tan segura? —indagué, la curiosidad llenándome—. Nunca me enamorare de él.

—Tengo visiones —su mano tomó la mía—. Puedo ver el futuro Emma, y te veo a ti con Gabriel siendo felices.

—Me temo a que tus visiones están fallando, porque es imposible —aparté tenuemente su mano de la mía—. ¿Ya casi llegamos?

Gloria me sonrió por última vez y continuó caminando. Llegamos al tercer nivel, donde solo se encontraban cuatro habitaciones.

—Aquí es —señaló, mientras abría la puerta—. Más tarde te traeré la cena—asentí entrando, cuando vi que se marchó, cerré rápidamente.

Un jadeo broto de mis labios mientras observaba mi alrededor, la habitación era completamente grande.

Las paredes blancas con un tono gris claro, la hacían ver muy elegante y un lugar sereno, había una gran cama situada en el medio con sabanas negras, una chimenea eléctrica al frente, junto con un par de muebles a sus lados, un balcón, dos puertas más, una del baño y el armario...suponía.

Caminé directamente a la cama para poder descansar. Cuando mi cuerpo entró en contacto con la fina sabana, mis músculos se relajaron. Podría estar todo el día en ella.

“En un tiempo muy cercano estarás tan enamorada de mi nino, que solo vivirás por el”

Esas palabras se repiten una y otra vez. No podría llegarme a enamorar de Gabriel, esa señora debía de estar loca porque no ocurriría.

¿Cómo me enamoraría del enemigo? No sería capaz... ¿cierto?

Debía dejar de pensar en ello, me hacía mal y lo único que me provoca era miedo. Nunca me había enamorado, no conocía tal sentimiento y me aterraba en sobremanera pensar que en un futuro podría estarlo de él. Además, no era feo, era todo lo contrario, cualquiera desearía tenerlo a su lado. Pero yo no era cualquiera, ¿cierto?

Bufé cansada por aquellos pensamientos que me quitaban el sueño que empezaba a surgir, tras esa extrema comodidad que sentía al estar acostada en su cama. No me debería inquietar, nada ganaba con eso, tenía que empezar a planear la forma para salir y escaparme. Podría hacerles creer que me estoy adaptando, y cuando bajen la guardia me iría, pero no a mi país, sería el primer lugar donde correría a buscarme.

Escuché el sonido de la puerta ser abierta y rápidamente cerré mis ojos fingiendo estar dormida. 

—Sé que no estas dormida Emma —Gabriel—. Yo mismo vine a traerte la comida, quiero asegurarme de que comas.

—Aunque no quiera estar aquí, no significa que no comeré— abrí mis ojos y me incorporé— ¿Qué culpa tiene la comida? Ninguna.

—Me calma escucharte decir eso —se acercó, y dejo la comida aun lado de mí. Se veía deliciosa, tan deliciosa que mi estómago lo confirmo con un rugido— sí que tienes hambre.

Sentí todo mi rostro rojo de la vergüenza.

—Cállate —murmuré.

Empecé a comer con la atenta mirada de Gabriel sobre mí. Me causaba un poco de nervios su mirada, sentía que era capaz de todo con ella, hasta de leer mis pensamientos por lo profunda que era.

—No me mires así —dije, cuando termine de comer.

— ¿Cómo?

—Tú...Tú sabes —titubee, esquivando su mirada—. Nunca antes me han mirado de tal forma, no sé qué clase de mirada es esa.

—Yo sé qué clase de mirada es Emma.

— ¿Cuál?

—Es la mirada de una persona enamorada, perdidamente enamorada.

Arrugué mi entrecejo viéndolo confundido. Estaba loco.

— ¿Cómo te puedes enamorar de mí? Nunca habíamos hablado hasta ahora.

—Es cosa de lobos, más adelante lo entenderás. Debemos descansar, mañana será un día muy largo —informó, recogiendo los platos y poniéndolos en una mesa que se encontraba en una esquina.

—Está bien, ahora vete de mí habitación —volteó a mirarme—. Por favor.

—Nuestra —caminó lentamente hacia mí, parecía apunto de atacar. ¿Acaso yo era una presa? —. Es nuestra habitación, dormiremos juntos.

—No, me darás mi espacio —ordené—. Nunca he dormido con un hombre Gabriel, y ahora no será la primera vez. No estoy lista y menos lo estaré si se trata de ti.

—Lo sé —afirmó un tanto altanero—. Sé que nunca has dormido con un hombre, que nunca has tenido novio, y que tus labios y cuerpo, aún son virgen.

Lo miraba sorprendida mientras las palabras salían de su boca, ¿Cómo?

— ¿Qué? ¿P-Por qué sabes todo eso? —chillé histérica, respiré profundo guardando la calma, nada ganaba con perder los estribos—. ¿Sabes algo? te equivocas, no soy virgen.

—Aun lo eres, puedo olfatear tu aroma a virgen— intenté formular alguna palabra, pero no me salía nada—. ¿Sabes por qué nadie se te acercaba? ¿Por qué nunca tuviste un novio? ¿Un pretendiente?

Me tomo unos segundos para darme cuenta, que dé tras de todo ello estaba él, siempre estuvo él. Por su culpa llore pensando que nunca conocería que era el amor, sentir que eras importante para una persona que no fuera tu familia, saber que era tener un novio o sentir el sufrimiento de tu primer amor.

—Estúpido —reaccioné tirándole el primer cojín que encontré—. ¿Por qué lo hiciste? 

—Eres mi mate —sus ojos. Owen y el tienen el control—. Tus primeras veces serán con nosotros, te enseñaremos todo Emma.

—Eso es egoísta, entonces tú también eres virgen.

—Tengo 150 años —revelo.

— ¿Y?, no importa cuántos años tengas —reproché, era muy egoísta—. Eres como todos los hombres, no pueden controlar lo que tienen porque lo andan metiendo en cualquier hueco que encuentran.

— ¿Acaso estas celosa? —inquirió alzando una ceja.

— ¿Por qué lo estaría?, entiende, no me importa lo que hagas con tu vida.

—Pero a mí sí me importa lo que tú hagas con la tuya. Tú eres mía Emma, así como yo también soy tuyo —su mirada cambio de repente, era muy... ¿Tierna? ¿Amorosa? —. Te he esperado por 150 años, y lo seguiré haciendo hasta que estés lista.

— ¿Cómo? ¿Aun eres virgen?

—Quiero ser el primer y último hombre en tu vida —sus manos viajaron hacia mis mejillas acariciándolas. Mis latidos aumentaron y temí por mi corazón—. Así como también quiero que seas la primera y última mujer en mi vida Emm.

Es lo más tierno que un hombre me han dicho por dios.

“Emm”

Que hermoso se escucha.

—No te quiero —susurré, sintiendo una opresión en mi pecho al decirlo—. No lo hago.

Sus labios se acercaron peligrosamente a los míos. Nuestras respiraciones se mezclaron, y todo mi interior vibró.

¿Qué es todo lo que estoy sintiendo?

—Voy a dar todo de mí para que me ames.

Sus ojos, esos grises que habían cambiado a dos colores, hacían que mi habla se perdiera, no podía pensar con claridad.

Su mirada viajo a mis labios, y por un momento pensé que me besaría. Cerré mis ojos por instinto, esperando aquel encuentro que nunca llego. Los abrí un poco consternada, viendo como Gabriel se alejaba poco a poco.

—No te besare Emm, aun no. Dejare que lo desees tanto, para que seas tú que tome la iniciativa, entonces, solo entonces te besare —se acercó y dejo un beso largo en mi frente—. Buenas noches.

Fue lo último que dijo para salir de la habitación y dejarme con la cabeza hecha un lio.

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