La propuesta del alfa

Hana no hallaba las palabras o más bien no encontraba algún

objeto para darle en la cabeza a Adrián, su “alfa”. Su omega interno ya bailaba

la conga innumerable veces, pero ahora que ya tenía la marca, estaba más feliz

que nunca. Sin embargo, su parte razonable quería partirle la cara o lo que sea.

Maldijo que su naturaleza fuera demasiado débil para no lanzarle el sofá o el retrete

del baño. Adrián, como el alfa que era en toda su regla, infló su pecho con

orgullo al saber que ya había encontrado a su pareja ideal y a la madre de sus

futuros cachorros, dejando más expuesto sus feromonas por todo el

apartamento. Buscó sus manos, a lo que Hana suspiró rendida, pues ya no tenía

otra alternativa. Ya era su omega.
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