El capricho del alfa

mso-add-space:auto;text-align:justify;line-height:normal">Adrián

Toda mi vida estuve rodeado de lujos, los mejores juguetes,

regalos, viajes… todo era absolutamente mío. Con solo chasquear los dedos, tenía

a todo el mundo a mis pies y así crecí: haciendo siempre mi voluntad y que

todos me respetaran. Con las mujeres ya había perdido la cuenta de cuántas estuvieron

en mi cama, pero solo una me hizo rendirme ante sus encantos. Regresar a la

gran manzana fue un gran fastidio para mí, pues acostumbré toda mi vida a vivir

en Europa. Sin embargo, las cosas cambiaron y tenía que cumplir la voluntad de

mi padre. Luego de haber insistido de que no hiciera una fiesta, a lo último

creó una, aunque al principio solo sonreía para no mandar todo al demonio, por

primera vez sentí que valió la pena ese detalle por parte de mi papá. Su olor

era suave, lo que no llamaba mucho la atención. Observé su andar toda la noche

y vi la torpeza en ella, lo que me pareció algo tierno. Su cuerpo, a pesar de

ser pequeño, se miraba llamativo. Lo que más cautivo fue el nerviosismo en sus

ojos al sentir mi presencia. Eso fue el punto de quiebre para mí. Jamás me había

sentido molesto, hasta en ese momento que vi a ese hombre viéndola con el morbo

en sus orbes. Sabía que toda la noche la vi, pero sentía que mi mirar era

diferente. Nunca me gustó usar mi voz de alfa, pues siempre sabía que, con tan

solo mi presencia, los asusto o a veces era el apellido que lo hacía por mí. No

obstante, al ver el deseo inocente en sus luceros, algo se encendió en mi

interior.

La besé, 

No hubo parte de su cuerpo que no besara y que no marcara

para que nunca más olvidara con quien había pasado la noche. Amé la inocencia

de sus movimientos, al igual que sus besos, que se volvieron en una nueva droga

para mí. Me sorprendí cuando me dijo que era virgen, era como ver a un

unicornio en pleno siglo XXI. A pesar de que ambos éramos unos completos

desconocido, quise hacer las cosas bien, por eso la cuidé como a un tesoro que

llevaba tiempo buscando. Ella se entregó a mí plenamente y eso me gustó. Me

embriagué de sus gemidos, de los movimientos de su cuerpo y jadeé al oír su voz

gritando mi nombre mientras ambos llegábamos al cielo.

Frío.

Sentía demasiada fría la cama donde horas atrás era el

infierno por el calor que desprendía nuestros cuerpos. Me levanté con rapidez y

la busqué en toda la habitación, pero solo había quedado la esencia de su olor.

Mi alfa gruñó molesto al no tener a la omega que él escogió. Yo también me sentía

frustrado y molesto. Por unos segundos me puse en el lugar de todas aquellas

mujeres que les hice lo mismo. Tomé mi teléfono y llamé a Julián.

—Dígame, señor.

—Quiero que busque a una mujer que lleva por nombre Hana.

—Pero, señor, hay muchas mujeres con ese nombre. Dígame algo

más específico.

—Trabaja como mesera en una empresa de catering, así que búsquenla.

—¿Por qué, señor? ¿Acaso ella le ha robado?

—No. La quiero solo para mí y que no sea de nadie más.

Ella seria mía y solamente mía.

Cuatros días donde pensé que todo lo que había vivido fue

nada más que un sueño y que tal vez estaba cansado por el viaje, pero lo

deshice al oler mi camisa y sentir aún su olor impregnado. Casi estaba volviéndome

loco si no encontraba noticias de ella.

Terminaba de revisar unos papeles, cuando entró mi hermana

Stefanie. Una alfa quien llevaba cuatros años casada con otro alfa. Stefanie

era “la madame de la moda” por sus diseños atrevidos y tan controversiales, pero

a pesar de ser criticada por todos, creó un gran imperio de la moda y todos

bailaban al son que ella tocaba. Ella era capaz de destruir la carrera de una

persona con solo chasquear los dedos. La observé serio mientras seguía leyendo

unos papeles de unos inversionistas.

—¿A qué has venido?

Sonrió y fue ahí que empezó a jugar con mi maravillosa

paciencia.

—Eres

un amargado. —Hizo un puchero—. Solo quería recordarte que el quincuagésimo aniversario

de nuestros padres está cerca, y estoy buscando a alguien que me acompañe hacer

algunas diligencias conmigo.

La vi con una cara de jódete.

—Dile a Masha o a Kevin, ellos siempre tienen tiempo de

sobra, si es que no están vendiéndole su alma al diablo con sus apuestas.

—Sabes que Masha pasa más ebria que buena y sana; Kevin pasa

encerrado en su laboratorio. Además, no sé qué lugar escoger.

Iba a rechazar a Stefanie cuando entró Julián a mi oficina.

Este le hizo una leve reverencia a Stefanie, a lo que solo

sonrió.

—La encontré, señor.

Abrí los ojos como platos mientras sonreía. Julián me entregó

un sobre manila de color amarillo. Leí su contenido con rapidez. Analicé sus

fotos y alguna información de más. Stefanie solo me observó y alzó la ceja,

confundida.

—Ya sé qué personas nos puede atender. Tú solo busca el

lugar y yo me encargo del resto. —Sonreí con malicia.

El día llegó.

Los invitados llegaron a la hora acordada. Una suave música

inundaba toda la estancia dándole un toque elegante y casual a la fiesta de

aniversario de nuestros padres. Mamá sonreía como enamorada mientras bailaba la

canción con la que se había casado con mi padre. Vi algunos meseros, pero no la

atisbé. Luego de unas horas la vi sirviendo unos bocadillos. Sonreí triunfante,

no dudé en llamar a uno de mis sobrinas.

—Julie, ¿quieres hacerle un favor a tu tío favorito?

—Depende, ¿de cuánto estamos hablando? —habló con inocencia

fingida.

¡Dios! Tenía que ser la hija de Stefanie.

—Te daré cincuenta dólares si haces lo que te digo. —Extendí

el billete y la niña sonrió—. ¿Ves la mujer que está allá? Quiero que la lleves

a la habitación de invitados, pero no le digas quien la manda.

La niña salió en dirección en donde estaba, a lo que solo sonreí.

Al cabo de unos minutos, escuché la puerta del cuarto

abrirse. Su olor tan suave y tan dulce acarició mis fosas nasales. Me endurecí

al instante. Me di la vuelta y vi el asombro en sus ojos cafés claro. Me acerqué

a ella, pues se quedó paralizada en la puerta.

—¡Sorpresa!

—¿Por qué me llamaste? —preguntó nerviosa.

—Eres muy cruel, Hana. —Acaricié su mejilla—. Después de que

fui todo un caballero contigo, te fuiste sin decir adiós. Pero ya veo que es

nuestro destino encontrarnos.

—¿Qué quieres de mí?

Observé sus labios como si fueran manzanas con caramelos. Los

acaricié con el pulgar, ella se estremeció por el tacto y cerró los ojos. La vi

tan sumisa como la primera vez que se entregó a mí. En eso la besé con todas

las ganas que sentía hacia ella, la besé con hambre y me respondió con la misma

ferocidad. Desvié el beso hacia su cuello arrancándole un gemido a mi omega.

Me separé de su dulce piel y miré el rubor en sus mejillas.

—Me preguntaste qué es lo que quiero de ti y te diré qué es.

—Besé su mejilla—. Quiero que esta noche seas mía.

Hana me vio con duda y luego me besó.

—Está bien. Hazlo.

 


Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo