CAPÍTULO 5. SENSACIONES

El engendro, no solo posaba la mirada furiosa en mi cuerpo, sino además, se acercó hacia mí en gesto amenazante con el rostro transformado a causa del enojo, lo cual no menguaba de manera alguna su belleza y antes de poder seguir protestando, ella habló en tono beligerante.

—El sentimiento es mutuo, para quedarme con un anciano como tú, mejor habría sido dejarme en un geriátrico; aunque en realidad no entiendo por qué no me dejaron en mi casa. Yo soy una adulta, muy bien podía cuidar de todos allá. Soy bastante responsable, no es como si voy a armar una fiesta o crear algún desastre. De todas formas, eso habría sido incluso más fiable y certero, pues tú no eres de ningún modo, el mejor ejemplo para nosotros —pronunció con enfado y lo último acompañado de un ligero tono sarcástico.

Esa mocosa sabía con certeza donde encontrarme el punto débil y no dejaba de señalármelo; estaba negado a compartir con ella, pues era dañina para mi ego. Mi boca se abrió para rebatir sus palabras, pero no pude responderle. Detrás de la primera tropa de inquilinos, llegaron mis otros sobrinos; los hijos de Taddeo, los dos pequeños y el par de gemelos adolescentes.

Suspiré resignado, fue entonces cuando aún con mi hermano en línea decidí no quedarme callado, le reproché una vez más el haberme metido en semejante lío.

— ¡¿Qué diablos significa esto Taddeo Renaldo?! ¡Esto es una mala pasada! ¡¿Me llamas para preguntarme si puedo quedarme con los chicos, cuando sin siquiera esperar respuesta ya los estás dejando en la puerta de mi casa?! Sabes esto puede ser así, no tengo servicio, ni cocinera, si esas eran tus intenciones debiste avisarme para así al menos haberle hablado al personal de la casa, para notificarles que los necesitaría a tiempo completo con esta invasión alienígena  —recriminé frustrado.

                                                                                                               

En respuesta una carcajada se escuchó al otro lado y la voz burlesca de mi hermano.

—¿No vives quejándote? Todos tenemos parejas e hijos, tú no tuviste el privilegio de gozar de semejante dicha. Bueno, como te amo tanto, por un momento, pensé en lo terrible que deber ser para ti pasarte la mayor parte del tiempo en una enorme y vacía casa. Sin siquiera una compañía, entonces se me ocurrió, ayudarte a vivir la experiencia de ser padre durante un par de semanas, de unos pequeños y de otros no tanto. Deberías más bien agradecer. Porque Camilla y yo no tengamos bebés… ¿Te imaginas cambiando pañales,  haciendo biberones, parándote de madrugada para atenderlos? —Pronunció sin dejar de reírse —. A Dios gracias, ya todos son capaces de ir al baño, caminar, también pueden comer solos. ¡Felices días, hermanito!

— ¡Taddeo! ¡Taddeo! ¡Idiota! —exclamé furioso, pero el muy perro ya había cortado ¿Cómo podía ocurrírsele hacerme esto? Tomé el teléfono tirándolo en el sofá con impotencia.

Dirigí la mirada molesto hacia mis sobrinos, quienes no dejaban de observarme  expectantes desde la entrada. Hasta sentir la ira apaciguarse, cuando escuché una dulce vocecita expresarse, desarmándome por completo.

—Tío: ¿No quieres quedarte cuidándonos? No te preocupes, mis papis y mis abuelos nos han enseñado a cocinar. Prometo no molestarte porque no haremos ningún ruido, te cocinaré una rica comida para alimentarte bien, porque yo soy tu sobrina, puedo cuidar también de ti. Porque mamá dice que no comes sano, porque no tienes una esposa para cuidarte, por eso deberías buscarte una para casarte — declaró la pequeña Carlotta.

— ¡Bastante anticuada la tía Camilla! Si quieres una esposa para cuidarte, creo te sale mejor una cachifa, con eso la pobre mujer, no sufre el tormento de tener un viejo verde y sinvergüenza como marido —declaró el engendró mirándome despectivamente, mismo gesto que terminé devolviéndole, para después ignorar sus palabras, y acuclillarme a la altura de mi pequeña sobrina, para responderle.

—Eso no es cierto, pequeña, ustedes pueden hacer todos los ruidos deseados, tu tío solo está preocupado de lo sorpresivo de su llegada y no estaba preparado para tenerlos aquí, sin embargo, ya verás como terminaremos resolviendo todo. No te preocupes por eso ¿Les parece si suben para que se vayan ubicando en las habitaciones?

» Lo mejor será compartirlas de dos en dos —pronuncié  para dirigirme a los demás—. Las chicas del lado izquierdo de mi habitación y los chicos del lado derecho —expresé tratando de calmar la ansiedad.

No me preocupaban mis sobrinos mayores, ellos siempre se quedaban conmigo, evidentemente no daban trabajo. Mi preocupación eran los más pequeños, atenderlos por dos semanas, terminaría volviéndome loco junto con el trío del mal, sobre estas tenía la fuerte corazonada de que podrían acabar dándome problemas.

Estaba en esas cavilaciones cuando una de las amigas de la demonia, la rubia, expresó:

—Nosotras podemos compartir la habitación con cualquiera de los chicos. Imagino ya debes estar enterado de la noticia sobre nuestra inclinación sexual, por lo cual no tienes de qué preocuparte.

Sin embargo, la muy descarada me miraba comiéndome con los ojos, recorriéndome de pies a cabeza ¿En verdad se creía más lista que yo? La pobrecita no sabía quién era Camillo Ferrari, pensé.

—¿Les digo un secreto? He decidido una vez los vengan a buscar, retirarme a algún monasterio budista en la India. He descubierto mi verdadera vocación, además deseo ser célibe, vivir el resto de la vida, sin ninguna mujer junto a mí.

Todos miraron abriendo los ojos con sorpresa, luego me les acerqué a ella y a la castaña;

—Ustedes tienen tanto de lesbianas, como yo de monje. Ahora dejemos la charla, no quiero socializar con ustedes, no están aquí para eso. Solo suban para acomodarse —les ordené con un tono irritado.

Todos empezaron a subir a las habitaciones menos la hija de Taddeo, la pequeña Carlotta Antonella, la niña de apenas seis años.

—Tío tengo un concierto en el estómago. Me puedes decir donde está todo en la cocina para prepararme yo misma el desayuno, si no has comido, también te preparo el tuyo.

—Tranquila pequeña, yo me encargo de cocinarte. Sube tu bolso, te ubicas en la habitación, organizas tus cosas, luego bajas para darte algo de comer, ¿Si puedes con él? —le interrogué mientras le alborotaba el cabello, ella movió afirmativamente la cabeza, tomando el morral, colocándoselo en el hombro.

Vi a Carlotta marcharse y, tras girarme detrás de mí encontré a la demonia quien terminó estrellándose contra mi pecho, dándome un susto de muerte.

No la estaba esperando, mucho menos la creí tan silenciosa, para completar mi mortificación, cuando se estrelló conmigo, sentí un corrientazo recorrerme el cuerpo, eso me asustó, su tacto provocó un cúmulo de emociones, terminé alejándome de ella como si apestara, por ello la voz salió más severa de lo que habría querido.

— ¡¿Qué haces detrás de mí?! ¿También caminas como gato? Mantente alejada lo más lejos de mí, no quiero ninguna cercanía contigo. Tú allá en aquel rincón, yo por aquí, muy lejos de ti, nada de vernos, ni tocarnos, ni rozarnos, porque no me agradas, solo somos un par de enemigos —expresé mintiendo.

  “De todos los sentidos la vista es la más superficial; el oído, el más orgulloso; el olfato, el más  voluptuoso; el gusto, el más supersticioso e inconstante; el tacto, el más profundo.” Denis Diderot.

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