CAPITULO IV ABBA

Hoy volveré a intentarlo, ¡hoy voy a volar y mantenerme en el aire por más tiempo! Tengo que hacerlo, no puedo darme el lujo de desperdiciar mis alas.

Aquí arriba parece todo como un sueño onírico, el cielo se ve hermoso con este arrebol naranja y rojizo que tiñe las nubes, este panorama me llena de tranquilidad, pero... Bajo la mirada y contemplo la monumental distancia que hay de la superficie firme y aquí, donde solo soy yo y esta roca flotante.

Oh no... Está muy alto, ¡demasiado! Apenas y logro percibir a Rafael observándome desde tierra, quien hoy pospuso sus obligaciones para venir y cuidar que no me mate.

¿Soy yo, o siento que la altura incrementa cuando miro hacia abajo?

Creo que voy a vomitar.

— ¡Vamos Abba, tú puedes hacerlo! ¡Solo tienes que estirar un poco las plumas! —Escucho a Rafael alentarme en voz alta desde abajo, noto como una sonrisa forzada se dibuja en su rostro con la intención de levantar mis ánimos.

El pánico mezclado con la adrenalina me obliga a dar un paso atrás.

— ¡por favor Abba, No está tan alto! ¡Solo son unos 30 metros! —Vuelve a gritar ahora impaciente al verme retroceder.

30 metros, no son nada ¿Verdad? Los Ángeles alcanzan mayores alturas, más allá de las nubes de este mundo paralelo, así que si los demás pudieron hacerlo ¿Porque yo no? Casi todos en el Edén aprendieron a usar sus alas justo en esta gran roca de cuarzo flotante. Es un lugar perfecto para practicar, ya que aquí es muy solitario, y es menos probable que los demás vean como haces el ridículo. La trágica historia de este lugar tiene mucho que ver con los fragmentos de cuarzo blanco que levitan en este lugar olvidado, cuando el ángel más hermoso de todos fue desterrado junto con otros que compartían su descontento con el creador.

Su ira y vergüenza al ser juzgado por querubines y arcángeles, lo llevo a destruir todo lo que tenía a su alcance con sus alas y puños, y con "todo" me refiero a los exóticos templos de sílice color perla que los ángeles más jóvenes usaban como lugar para descansar sus alas luego de un largo día volando con ellas. Pero aquel ser sublime que acabo con todo convirtiendo este lugar en un desierto de escombros, al final fue llevado a los confines de la tierra. Los ángeles más longevos prefirieron usar los escombros que quedaban en el templo como pequeñas islas que levitan en el cielo.

Es una historia muy trágica, Gabriel me la contó hace años con lujo de detalle, ya que él estuvo presente.

Volviendo a la realidad, en la que tengo que abalanzarme al temible precipicio. Tengo fe en que esta vez saldrá bien, llevo 57 intentos los cuales obviamente salieron mal. Pero eso no importa, ¡lo que importa es que hoy conseguiré durar más tiempo en el aire!

Estiro mis alas y flexiono mis rodillas, contengo las ganas de retroceder y con una mirada decidida, me dispongo a saltar con todas mis fuerzas a la vez que grito:

— ¡PUEDO HACERLO! ¡PUEDO HACERLO! —exclame entusiasmada al notar que conseguí separarme del fragmento blanco, logro mantener el control por unos instantes, mis alas respondían bien y eso me puso más feliz. Rafael lleva sus manos a sus cabellos rizados y castaños, dando a entender que él tampoco podía creer lo que estaba pasando.

Pero aquí es cuando las cosas se ponen feas.

Como en las prácticas anteriores, siempre consigo mantenerme en el aire al menos unos diez segundos, suele variar el tiempo estándar en el que logro mantener la estabilidad en el aire. Pero, como mi miedo a las alturas es más fuerte que yo, apenas miro hacia abajo y ¡pum! La cara contra el suelo. Y hoy no es la excepción.

—Oh no... ¡NO PUEDO HACERLO! ¡NO PUEDO HACERLO! — al sentir que  mis alas se paralizan y caer en picada , comencé a gritar y hacer movimientos extraños con mis brazos pidiendo auxilio.

Cuando mire la reacción de Rafael, también mire la altura, el abismo, el peligro; y gracias a eso no pude controlarme por más que quisiera, siento  mi corazón en la garganta dándome una sensación de ahogo. No me atrevo siquiera a abrir mis ojos.

Y justo cuando pensé que mi cuerpo delgado impactaría con la dureza del piso, unos brazos fuertes me toman de la cintura y frenan por completo la aceleración de mi caída, abro mis ojos y veo que mi salvador es Rafael.

— ¡Que oportuno eres! — Bromee. A lo que él emite una risa divertida.

Rafael desciende con cuidado, sus cuatro alas superiores e inferiores golpean el aire moviéndolas de arriba hacia abajo, siempre he pensado que sus alas son muy vistosas debido al gran tamaño de sus plumas, es una característica muy distinguida en todos los arcángeles.

En el caso de los vigilantes de la entrada dorada como yo, nuestras alas son más pequeñas y algo débiles, pues no requerimos de volar a grandes altura, solo tenemos que vigilar a todas horas la entrada como si fuéramos gárgolas y pelear contra cualquier ser oscuro que intente entrar. Pero, siendo honesta dudo mucho que el altisimo me haya creado para esa labor tan sencilla.

Cuando mis pies tocan el césped, me separo del cuerpo de Rafael y me recuesto en la hierba, tratando de recuperar el aliento y acostumbrarme de nuevo a la sensación de estar de nuevo en tierra.

—No estuvo tan mal, hoy tuviste el control doce segundos —dice encogiéndose de hombros y recostándose conmigo en el césped, a lo que ambos tenemos la mirada fija en el cielo rosado.

—No te emociones tanto ¡que la siguiente vez serán trece! —Agregue levantando mi puño y haciendo un gesto de victoria. Mi convencimiento y ánimo hizo reír a Rafael de una manera que, podría interpretarlo como burla—. ¿que sucede?

—Abba ¿no crees que deberías dejar esto por la paz y enfocarte en tus responsabilidades?

—Espero que no estés sugiriendo que me dé por vencida —arquee la ceja al instante en que me siento, mirándole a los ojos.

El deja escapar una bocanada de aire, a modo de volver a hablar y explicarse mejor.

—Para proteger el Portal no necesitas tus alas —contesta en un intento por no sonar cruel. También se acomoda junto a mí, recargando el peso de su espalda con sus brazos—. Volar solo es cosa de arcángeles.

—No creo que sea así —Repuse—. Fuimos creados con alas para darles uso. No para decorar nuestra espalda.

Y entonces vuelve a reír

— sonaste igual a Grabriel —Dijo con una gran sonrisa.

Rafael desde siempre se ha diferenciado entre el resto de ángeles al portar un carácter blando y esencia juvenil, a pesar de ser más viejo que las estrellas del universo. Y eso me lleva a preguntarme ¿Por qué los hombres nos envidian tanto? Cualquiera diría que por nuestra eterna existencia, pero; desde que convivo con los humanos, con esos seres tan curiosos y extraños... Me di cuenta que ellos disfrutan de algo que un ángel jamás podría gozar, libre albedrío.'

Y hablando de libre albedrío, justo ahora quisiera decidir si quedarme aquí y seguir conversando con Rafael, sin embargo; ambos tenemos que cumplir con nuestros propósitos, en mi caso custodiar la misma entrada de oro.

Ambos nos levantamos del suelo luego de intercambiar miradas por unos segundos, y nos sacudimos la tierra que se haya pegado a nuestras vestimentas, solo que Rafael al llevar puesto una coraza de cobre que le hacer ver más robusto de lo habitual, no tiene la necesidad de sacudirse, en cambio yo, vistiendo seda blanca me es muy incómodo sentir la suciedad entre las fibras de mi vestido.

Y en cuanto Rafael alza sus alas para retirarse y yo emprender mi camino a donde se encuentra el portal, una de mis compañeras llega revoloteando hacia nosotros, su expresión reflejaba el horror.

Rafael vuelve a encoger sus alas, alarmado.

— ¡Abba! ¡Abba necesito que vengas rápido al portal! —Me llama con urgencia para luego aterrizar en el suelo con brusquedad y continuar hablando—. Acaba de llegar Miguel. Lleva consigo nephilims retenidos y estamos teniendo problemas para contenerlos.

No paso ni un instante cuando ya nos encontrábamos a mitad de camino hacia la gran entrada. Rafael vuela por encima de mí tratando de ir al mismo ritmo que yo.

Una de las inquebrantables reglas que debe seguir un sirviente del creador como nosotros, es "jamás traerás impuros al reino sagrado" si Miguel trajo al Edén nephilims prisioneros, eso quiere decir que algo muy grave tuvo que pasar para que el arcángel más poderoso fuera el primero en desobedecer dicha pauta.

Pero no solo es eso lo que me preocupa, Miguel no iba solo. Gabriel lo acompañó junto a todo su ejercito a una habitual limpieza nocturna, en que tienen por obligacion erradicar hasta 1000 nephilims esa noche. Si Gabriel no esta con Miguel, significa que...

oh no, no puede ser lo que estoy pensando. Gabriel es el segundo arcangel más poderoso, no pudo sucederle algo, simplemente no pudo.

Una vez llegamos al lugar de los hechos, a través de los barrotes de oro se alcanza a divisar a los retenidos forcejeando con los custodios del portal y sus captores de cuatro alas. La puerta de la entrada esta entre abierta, al parecer el caos que se ha desatado en esta área, no dio oportunidad siquiera de abrir el paso a los templos sacros donde suelen llevarse a cabo todo lo que sea urgente. Y pienso que esta situación lo amerita.

Una ráfaga de viento violento golpea mi nuca, y extrañada por esa sensación volteo hacia atrás, dándome cuenta de que Rafael había despegado hacia el lugar de la confrontación y yo no tardó en hacer lo mismo.

— ¡Toma esto y ayúdanos! — ordena uno de mis compañeros, el cual me entrega una lanza, (y con entregar me refiero a empujarme con ella) cuyo filo emite un brillo palpitante como una estrella. Una lanza bendecida, la mayor debilidad para un nephilim.

Tomo el arma sin decir nada y me adentro al conflicto. Todos vigilantes se organizan en filas, apuntando con las puntas de sus lanzas a todo nephilim que intente  escapar del agarre de sus captores. Unos rogaban piedad y otros tan solo intentaban de todo por no cruzar la entrada, como si lo que les esperara fuera peor que ser inmovilizados con lanzas consagradas. Los arcangeles jalaban las cadenas que aprisionaban a estas desgraciadas criaturas como si fueran animales.

Oír sus suplicas y el cuerpo de alguno de ellos ser atravesado por nuestras armas, es algo que perturba mis pensamientos, convencida de que esto no podría ser más cruel y horrible, veo llegar a Miguel, con una mirada que no se parece nada a la de un ángel. 

Una mirada sumida en el odio e ira, con la misma descripción que Gabriel tanto me contaba de niña sobre el ser más hermoso del cielo ser expulsado por su envida. Mi lanza se mantiene extendida, pero mi concentración solo la mantengo en él. Los movimientos bruscos de mis aliados, golpeando a las aterradas criaturas sin piedad, me empujan de un lado a otro.

Hay demasiado ruido, demasiado desorden, tanto movimiento y suplicas de Nephilas implorando por la vida de sus retoños escondidos entre sus brazos y ropas, junto con los machos defendiendolas de nosotros con las cuchillas de sus alas,  hasta que...

 Miguel provoca el silencio absoluto al clavar su espada, en el vientre de un niño que había escapado del agarre de uno de los soldados.

El niño se deja caer de rodillas y de su boca emana un rio de sangre negra, su cuerpo cae boca abajo, pero no muere aún, agoniza en silencio, derramando más lagrimas que sangre. 

—Ya agotaron mi paciencia — Increpó, apretando cada vez más su espada. Su voz se escucha muy diferente, antes no era así de severa o más bien, aterradora—. Esta espada es capaz de provocar no solo la muerte, si no el dolor más potente que sus sentidos puedan soportar. Si no quieren sentir su filo entre sus entrañas les recomiendo que avancen ¡y recen! recen con todas sus fuerzas.

Se abre paso entre los nephilims cautivos y los ángeles que aún sostenían con firmeza sus lanzas. Lo analizo con atención y me doy cuenta que no es el mismo Miguel de hace tres noches. Su semblante está tenso, como si el motivo de su enojo no le dejara relajar hasta el más pequeño musculo de su cuerpo, incluyendo el entrecejo.

A unos los jalan de sus cadenas que esposan sus muñecas y a otros los empujan hacia adelante picándoles sus espaldas con las lanzas. No puedo hacer esto, no me atrevo a torturarlos de esta manera,  solo dejo caer el arma que sostenía  y sigo a Miguel que continúa caminando por el camino de la entrada al gran templo de los misericordiosos, es decir; el templo más importante del Edén, donde la voz de nuestro Dios se hace oir. Salgo de la multitud y llego hasta Miguel, tomándole del brazo para llamar su atención.

— ¡Miguel! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué Gabriel no viene contigo ? —Pregunte, pero no tuve respuesta alguna, solo se limitó a mirarme de reojo y soltarse de mi agarre con violencia. Cuando giro su vista hacia mí vi sus ojos cristalizados e irritados que, aún intentaban contener el agua que amenazaba con salir de estos.

Me quede allí, parada en medio del camino sin creerme que el Arcángel más temido y respetado, hubiese llorado. Se supone que nosotros los ángeles no sentimos igual que un humano, la pena y la frustración no entran en nuestra naturaleza, aunque ahora ya no sé qué pensar. Puede que estemos evolucionando al igual que nuestros enemigos lo hicieron.

Llegamos al templo, todos los ángeles de cualquier tipo (vigilantes, querubines y arcángeles) estaban reunidos en ese amplio salón hecho de cristales azules. Esta es la primera vez que entro al famoso templo de los misericordiosos, cuando era más joven deseaba entrar aquí una vez aprendiera a volar.

Pero ahora, en estas circunstancias, me siento decepcionada.

Algo va a pasar justo ahora, y no es bueno... Puedo sentirlo.

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