Capítulo 4

Es lunes por la mañana, voy en dirección a la oficina, mi jefa a pedido verme y por primera vez no voy tarde, no he podido dormir bien. El señor Meyer no sale de mi cabeza, se mantiene en mis pensamientos, su actitud tan posesiva me deja pensando siempre más y más. Aquellos labios carnosos y sensuales, aquel cuerpo fuerte y fornido, aquellas caricias sutiles y enloquecedoras, mejor dicho, ¡Estoy perdida ante ese hombre! Me detesto por ser tan débil con él, siempre me he cuidado de hombres así y de pronto llega Yazahib Meyer a dejarme la cabeza liada.

He hablado con mi amigo y le he pedido que no le dijera nada de mí a Yazahib, que tratara de ayudarme a esconderme de ese hombre, pero la respuesta de mi amigo fue una gran verdad. Ese hombre es poderoso y las cosas siempre salen como él quiere, Yazahib me lo dejó claro, siempre obtiene lo que quiere y ahora está muy interesado en mí, situación que me preocupa. Él piensa que yo soy igual a las demás mujeres que mueren por estar con él, pero no soy así, yo soy virgen y no quiero ser una más en su lista, él es el hombre más mujeriego que conozco en mi vida.

Al llegar a la oficina doy un largo suspiro y me apresuro a subir al elevador, debo ir al despacho de mi jefa. Una mujer que odia a los latinos y cree que servimos solo para fregar pisos y ya está. Una vez llego al piso 10 salgo del elevador y rápidamente me dirijo a la oficina de mi jefa, toco la puerta dos veces y escucho su voz dándome el permiso para entrar.

—Buenos días señora Coral— saludo con una sonrisa, ella es mala, pero yo no, no puedo ser una persona descortés, no me pondría jamás a su altura —estoy aquí tal y como lo pidió— miro la hora, son las 7:00 AM.

—En efecto— contesta sin responder mi saludo —tengo una buena noticia para ti, y para mi claro— sonríe con perversión —si tú trabajas obviamente yo tendré más dinero— se mira las uñas con coquetería —un cliente en especial le ha gustado tu trabajo y se ha contactado conmigo. Desde hoy trabajaras única y exclusivamente para el señor Yazahib Meyer— al escuchar ese nombre mis ojos se abren desmesuradamente.

—Pero señora, yo ya tengo mis clientes fijos, usted sabe que no me gustan las mansiones y…

—No me interesa— me interrumpe como la mal educada que es —ha dado mucho dinero por adelantado, o trabajas para él, o te despido así de fácil— le miro con seriedad, esa mujer es perversa —no soy yo la que necesito para estudiar… y no creo que consigas un trabajo mejor que este. Deberías agradecerme, Daniel, te estoy dando un trabajo fijo y prometo que te pagaré más, me has encontrado al mejor cliente— frunzo el cejo.

—De hecho, si fui yo quien lo encontró, debería enviar a otra, no a mí— ella levanta su dedo índice y yo callo.

—Te quiere a ti, y serás tú quien irá, no más protestas o te despido. Ahora márchate, debes estar ahí a las 8:30 AM, el señor debe explicarte tu trabajo— dicho eso responde el teléfono que sonaba y con un gesto de la mano prácticamente me echa. Salgo de su oficina y le muestro el dedo medio detrás de la puerta.

—Maldita mujer, no te soporto, ¡Bruja!— voy protestando y maldiciéndola por todo el camino, no tengo auto y para llegar a tiempo debo pagar un taxi que me cobra demasiado dinero.

Por el camino voy pensando en que trabajaré para Yazahib Meyer, el hombre que ha sido mi tormento estos últimos días. No puedo creer que él me haya hecho esto, ahora me estoy dando cuenta que aquel hombre hace lo que dice, hará lo imposible para conocerme y yo no puedo hacer nada, necesito mi trabajo.

Una vez llego frente a la mansión toco el timbre, inmediatamente la atienden, al ver a una mujer de mediana edad vestida como cocinea sonrío. La mujer al ver mi uniforme corresponde la sonrisa.

—Debe ser Daniel, el señor me ha hablado de usted. Por favor entre— sin hacerla esperar entro a la enorme casa que me trae muchos recuerdos que me dan calor y aceleran mi corazón.

—Soy la misma, un placer— la mujer me tiende la mano sin dejar de sonreír.

—Soy Patricia, la cocinera y hasta hoy la que limpiaba más o menos todo— sonriendo niego.

—He venido al rescate Patricia, no te preocupes— miro el lugar y suelto el aire —creo que debo iniciar, supongo que tú me darás las indicaciones— la mujer niega y antes de que hable escucho unos pasos tras de mí.

—Oye, tú… si tú… hey— una rubia despampanante me mira, yo no respondo, esos no son mis nombres, es una mal educada —por Dios, ¿Eres sorda acaso? Te hablo a ti, a la de la limpieza— me gruñe molesta, enarco una ceja.

—Mi nombre es Daniel, no: Oye, tú, hey… cuando no conocemos el nombre de una persona, lo más sensato es llegar, saludar y presentarse— la mujer me mira burlona.

—Aquí eres la empleada y yo te llamo como quiero, ¿Ha quedado claro?— me cruzo de brazos y le miro incrédula, esta mujer es una loca. Voy a decirle cuantas cosas me vengan a la cabeza, pero Yazahib Meyer aparece de la nada.

—Te he dicho que no le hables así a mi personal— ella pone ojos de cachorritos y le mira para después abrazarlo.

—Ella me ha faltado el respeto, puedes preguntarle a Patricia— él me mira y después mira a la aludida, yo miro a la mujer que le abraza, es una sinvergüenza.

—¿Por qué no pide que me lo pregunte a mí misma? Soy capaz de responder por mis actos, y jamás mentiría para salir de un problema. Si usted me respeta yo también lo haré, pero no espere respeto cuando se ha comportado de manera tan desagradable conmigo— les miro a los dos, él no me quita la mirada de encima y la mujer esta notoriamente enojada.

—Cielo, sabes que no soy así, yo simplemente le iba a decir que tenía que iniciar por tu habitación, es lo único— él le mira a los ojos y ella tira de su chaqueta para besarlo, ese beso me revuelve el estoma, miro para otro lado, no creí que debería soportar esto.

—Es hora de irte, sabes que debo ver a tu padre en menos de 2 horas y debo explicarle su trabo a la señorita— la mujer le da otro beso y dándome una última mirada asesina sale del salón —Patricia, prepárale el desayuno a la joven.

—No Patricia— miro a la mujer sonriendo —aquí soy su compañera y si es de comer algo lo traigo de mi casa o lo prepararé yo misma— ella mira a su jefe algo asustada —no tengo hambre señor Meyer, no es necesario— él me mira serio, no aparta su mirada de mí y eso me está incomodando.

—De acuerdo, Patricia, puedes retirarte— la mujer asiente y se va como le ordenaron. Da 3 pasos y se pega más a mí, por mi bien yo retrocedo 4 pasos.

—Aléjese de mí, ahora sé que tiene pareja y no voy a permitir que me vuelva a tocar— le miro amenazante, no voy a permitir que me tome de su amante.

—Ella no es mi pareja, yo no tengo pareja— se encoje de hombros —¿Me vas a decir que no has pensado en mí desde que me viste y sentiste por primera vez mi cuerpo pegado al tuyo?— paso saliva con dificultad, es un arrogante además.

—Es usted muy arrogante, señor Meyer, no lo he pensado, ni extrañado, al contrario, ni me acordaba de usted— sonrío, trato de huir, pero él rápidamente me sujeta por las caderas y me pega completamente a él.

—No te creo, sé que conmigo sientes algo especial, algo que no has sentido antes con ningún otro hombre— el corazón se me acelera y mis labios lo van deseando, no me dejaré llevar esta vez, ahora sé que tiene pareja aunque él lo niegue.

—NI se le ocurra tocarme, si me besa me largaré de aquí y no me importará perder mi trabajo— le miro a los ojos —yo no me acuesto con cualquiera y no me acostaré con usted— me gustaría decirle que soy virgen para que me deje en paz, pero es capaz de burlarse por mi inexperiencia.

—No te pongas a la defensiva Dani— sonríe travieso –ambos sabemos que si te beso me vas a corresponder como lo haces siempre— acerca lentamente sus labios a los míos, mis piernas inician a temblar y mi respiración se entrecorta. Ese hombre me pone muy nerviosa y cada vez lo deseo más, <<¿Qué me pasa con él? ¿Por qué soy tan débil a su presencia?>> me pregunto confundida. Sus carnosos, rosados y sensuales labios se pegan a los míos, iniciamos un beso sutil y delicado, pero a medida que pasan los segundos lo vamos haciendo más pasional y más desesperado. Siento su legua en mi boca, tomando control de mi cuerpo se la muerdo con fuerza, él gruñe y se separa de mí como si mi cuerpo quemase.

—Le dije que no me tocara, se lo advertí señor Meyer— le aclaro cuando me mira con gesto duro —ha sido su culpa, yo solo quería que me dejara en paz— agitada, excitada y asustada por lo que él me hace sentir, me dirijo a la puerta para largarme de esa casa, no puedo estar cerca de él, no puedo arriesgarme a que su mujer se entere de lo que hago con él siempre que estamos solos, no estoy dispuesta a qué me señalen como su amante cuando ni siquiera le hago caso.

—Ven aquí— me sujeta del brazo y con precisión me gira. Cuando estoy de frente a él le miro a los ojos, está furioso, no le ha gustado la mordida pero que le den, nadie lo mandó —desde hoy trabajas para mí, soy tu jefe y debes obedecerme— sonrío con burla.

—Oh… mi jefe… vaya…— digo con voz burlona —¡mi jefe una mierda!— le gruño a la cara.

—Deja de decir esas palabras, no la digas, no me gusta— me advierte en tono serio —¡Me has mordido!— su expresión es de asombro —¿No hay una cosa que seas capaz de no hacer?— muerdo mi labio, él provoca que yo haga todo eso.

—Si me acorrala soy capaz de hacerlo todo— resopla una y otra vez sin soltarme ni dejar de mirarme.

—No puedo contigo, joder… me gusta cómo eres, tan natural, tan loco— me mira a los ojos, no sonríe, está muy serio para mi gusto —hoy pasaré por ti y vamos a cenar— le miro con ojos muy abiertos.

—¡Está loco!— intento alejarme de él nuevamente —yo no saldré con usted, tiene mujer, no quiero problemas. Por favor señor Meyer, déjeme en paz, yo no soy ese tipo de mujer que a usted le gusta, yo no soy nadie. Soy pobre y estoy aquí ilegal, míreme, limpio pisos para pagar mi universidad, por favor, solo déjeme en paz se lo pido— pegándome más a su cuerpo ladea su sonrisa, no entiendo esa mirada que me da.

—Primero que nada llámame por mi nombre, segundo… saldrás conmigo porque yo lo digo, tercero… ya te he dicho que no tengo mujer, cuarto… no te dejaré en paz, y por ultimo quiero conocerte y no me importa lo que seas, te voy a conocer— me da un rápido beso y se separa de mí, se ajusta la corbata sin dejar de mirarme con ojos oscuros. Estoy completamente confundida por la manera de ser de ese hombre —Patricia te dirá lo que tienes que hacer, yo debo irme. Nos vemos esta noche— como si nada toma su maletín y sale del salón sin mirar atrás. Me llevo las manos al pecho y trato de regular mi respiración, no comprendo que le sucede a ese ególatra, no creí que para llevarme a su cama se tomara tantas molestias, ha hecho lo imposible y ahora trabajo solo para él. Cierro los ojos y trato de despejar la mente, solo me queda rogar que no intervenga con mi trabajo en Pol dance y bar.

Saliendo de mi estado, y ahora un poco más calmada salgo del salón para ir con Patria, es hora de  trabajar, debo terminar lo antes posible, hoy debo ir a la universidad. Tras recorrer el lugar y perderme más de dos veces finalmente llego a la enorme cocina, ¡Es hermosa! Es totalmente blanca, y las encimeras son de granito negros, está todo en orden y da placer verla y estar aquí. Lo miro todo alucinada, esta casa es hermosa y su construcción es de primera clase.

—Ha llegado señorita— Patricia me invita a sentarme —usted solo se ocupará de la habitación del señor, supongo ya se lo habrá dicho— le miro atónita, ¿Me ha contratado solo para limpia su habitación?

—Pero creí que venía a limpiar toda la casa…— la mujer carcajea —no se ría, realmente pensé que ese mal hombre me había contratado para limpiar yo sola— le miro con reproche y ella me mira divertida.

—¿Cómo pensó eso? Jamás podría limpiar toda esta casa sola, y el señor Meyer no es malo, no sea como los demás, no piense que es un hombre frio y de malos sentimientos. Puede ser bastante arrogante, pero le aseguro que es buena persona— una risa irónica sale de mi boca.

—Permítame dudar eso de nuestro jefe. Ese hombre es pretencioso, arrogante y muy cínico además, no le importa el sentir de los demás, a él solo le importa lo que quiere él— la mujer me deja una taza de café y unas tostadas frente a mí —Gracias Patricia, esta vez lo aceptaré, pero mañana lo preparo yo misma y de paso te preparo algo a ti— le sonrío agradecida. La mujer se sienta a mi lado.

—Qué mala visión tiene del señor Meyer, está cayendo en el mismo error que los demás, pero no diré nada para defenderlo, trabajarás aquí y tú lo conocerás— sonríe —la que si debe preocuparte es la señorita Aurore Singer, la señorita es mala, y muy celosa con el señor Meyer— le da un sorbo a su café —tú eres bonita y de carácter, eso para ella es una amenaza, lo vi hoy en sus ojos, y ella a las amenazas las extermina— frunzo el cejo ante esa información.

—¿Está casada con el señor Meyer?— la mujer ríe y niega con la cabeza, yo me acomodo en mi puesto y le doy una mordida a mi tostada.

—Ella no tiene nada con el señor, de ser así todo el país lo supiera. Ella solo viene algunos días y el señor la recibe, pero lo de ellos terminó hace unos meses— cada vez más interesada e intrigada miro a la mujer con mucha atención.

—¿Por qué rompieron? Y lo que más me confunde, ¿Por qué se siguen viendo?— la mujer traga el café que tenía en la boa y se acomoda en su puesto, estamos como las cotillas profesionales.

—Patricia, se me ha olvidado decirte que hoy puedes irte temprano— las dos nos sobresaltamos al escuchar la voz gruesa del señor Meyer. Le miramos inmediatamente y él nos mira a nosotras confundido por nuestra reacción.

—Eh… si… si… por supuesto señor, me iré temprano— asiente la mujer bastante nerviosa, él frunce el cejo y después me mira a mí, yo alzo mis cejas y me encojo de hombros.

—Debería avisar antes de hablar— le regaño —casi nos mata de un infarto— ahora es él quien alza sus cejas.

—Soy guapo, jamás mataría a alguien de un infarto— ruedo los ojos y le doy nuevamente la espalda —ahora si, debo irme, también vine por unos informes. Nos vemos mañana Patricia— se despide únicamente de la mujer, yo la miro y ladeo la cabeza.

—¿Sigues pensando que lo que yo digo no es cierto?— la mujer sonríe divertida y no dice nada.  

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