CAPÍTULO 3. ¡TREMENDA IDIOTA!

Llegué a mi casa en un estado de completa excitación, durante todo el trayecto no había dejado de pensar en Ric, en ese momento pensé en que debí haber sido menos tímida, preguntarle de su vida, si estaba soltero, en cuál departamento trabajaba, pero tenerlo cerca causó, en un principio, parálisis porque no encontraba cómo reaccionar, después me dio por poner metros de distancia entre nosotros y salir huyendo como una niña asustada.

Busqué a mis padres en la cocina, pero como no los vi me fui a mi habitación y comencé a arreglar con premura el desastre dejado en la mañana.

No obstante, mis pensamientos estaban en ese hombre de cabello color ébano, trataba de pensar en otras cosas, pero no podía desviar mis pensamientos de él, estos insistían en permanecer allí. Suspiré con añoranza y justo en ese momento entró mi madre.

—¿Y ese suspiro? ¿Cómo te fue en el trabajo?—Giré mi rostro, extendí la vista a mi madre, quien me observaba con curiosidad, esperando mi respuesta con impaciencia.

—Bueno, madre, fue un día muy extraño. Me cambiaron al despacho principal del bufete y la jefa de Recursos Humanos arremetió contra mí.

Allí comencé a contarle todo lo ocurrido durante el día.

—¡Qué extraño! ¿Por qué te dijo todas esas cosas tan irrespetuosas?—Indagó mi madre mientras fruncía su ceño en gesto de preocupación.

—En verdad no tengo idea. Sabes conocí a un chico muy lindo, bueno, es un poco más grande que yo, pero es hermoso—pronuncié sin dejar de suspirar nuevamente.

Mi madre me miró inquisitivamente, esperando más detalles de mi parte, por eso continué contándole todo, hasta lo del hombre cabello color ébano—se llama Ric, pero desconozco su función en la empresa. Él ayudó a resolver un problema con la máquina fotocopiadora, fue bastante amable, además, me regaló la sonrisa más espectacular del mundo, estoy encantada con él, creo estoy enamorada.

—Tabata, deja de ser tan emocional ¿Cómo va a encantarte una persona o a enamorarte si apenas acabas de conocerlo?—Expresó mi madre, no muy complacida.

—No has oído hablar de las almas gemelas, las cuales se reconocen al instante. Pues, Ric es mi alma gemela, lo supe desde observarlo la primera vez, sentí esa especie de corrientazo recorrer mi cuerpo, como lo dicen las novelas románticas.

Mi madre me observó como si estuviese loca, diciéndome: —Nena, deja de pensar en tonterías, pon tus pies sobre la tierra. Hoy para enamorarte debes pensar con la cabeza, no con el corazón, ni mucho menos con las hormonas, además eres muy joven, debes procurar primero concluir una carrera, formarte, ser una profesional.

—Tú te casaste con mi papá, te decidiste por atender tu hogar, no estudiaste y has sido feliz con mi papá. Si la mujer se dedica a una tarea en específico porque sea de su agrado no hay problema alguno. En cambio, si son las circunstancias u otras personas quienes la obligan a escoger un camino determinado, es allí donde resulta incómodo porque se distorsiona su libertad de elegir.

—Es correcto, pero a veces uno contribuye a llegar a ese punto, señalado por ti. Sobre todo cuando te empeñas en situaciones, escogiendo malos caminos que a simple vista te parecen son buenos, pero su destino lleva a un desenlace de perdición —expresó mi madre, con un dejo de preocupación porque aparentemente no le había gustado para nada ese enamoramiento repentino mío con Ric. La conocía bastante bien, para saber cuando algo no era para nada de su agrado.

—Madre estás de un dramático que si fuera directora de alguna película no dudaría en contratarte por lo maravilloso de tu arte—manifesté sonriendo y como vi la molestia reflejada en el rostro de mi madre le di un beso para apaciguarla, lográndolo de manera instantánea.

—Eres tremenda Tabata, tienes la capacidad de hacernos bailar a tu padre y a mí a tu propio ritmo, con solo esbozar esa espléndida sonrisa. Siempre lo digo, eres la alegría, felicidad de esta casa, no quiero me dejes nunca, no puedo imaginarme el día cuando te enamores, te cases, debes dejarle claro a tu esposo de que se vendrá a vivir aquí—expresó en broma, aunque en el fondo, ese era el deseo más anhelado de mis padres.

—Soy muy adorable, nadie puede resistírseme, debido a mi encanto—pronuncié mientras me acercaba a mi madre y le cubría el rostro de besos hasta hacerla caer en la cama, para luego hacerles cosquillas mientras ella trataba de liberarse.

Estábamos entre risas, cosquillas y bromas cuando entró mi padre, atraído por el alboroto generado por ambas. Se unió al ataque, pero esta vez hacía mi, perdiendo el aliento de tanto reírme, agotados caímos en mi cama mientras teníamos otra sesión de conversación para después irnos a la cocina, entre todos preparamos una deliciosa cena.

Esa era mi vida, llena de momentos de risas, bromas, era completamente feliz con mis padres, pero lamentablemente a veces las personas nos empeñamos en cambiar las circunstancias y no es precisamente para mejor.

Al día siguiente, me levanté tan temprano como el día anterior, luego de bañarme comencé a vestirme con una falda del vestuario comprado por mi madre, como estaba bastante larga para mi gusto, la enrollé en mi cintura, cubrí el torso con una camisa manga larga blanca, dejándola suelta por encima de la falda.

Me coloqué unos zapatos tacones medios, después de maquillarme con colores suaves, apliqué el perfume en mi muñeca, quedé satisfecha con el resultado.

Media hora después mi padre me dejaba frente a las instalaciones del bufete, llegué minutos antes de mi hora de llegada, porque empezaba a trabajar en presidencia. Cuando entré a las oficinas de mi nuevo puesto, encontré a una mujer muy atractiva, treintañera, quien no simuló en observarme de pies a cabeza y antes de yo hablar se adelantó:

—¿Eres la nueva asistente de presidencia?

—Si, mucho gusto, mi nombre es Tabata—expresé con una sonrisa mientras extendía mi mano. Pero para mi bochorno la mujer no correspondió a mi gesto y en forma altanera me habló.

—Acá nos ha venido a hacer amigos, si no a trabajar. Empieza organizando estos expedientes en orden alfabético en los archivadores ubicados en la segunda puerta de la derecha. Los clasificas y etiquetas correctamente—pronunció con severidad.

—Entiendo, ¿Se lleva algún registro digital?—Pregunté dubitativa, porque no sabía a qué atenerme. La mujer me vio de manera despectiva, luego de unos segundos en silencio, respondió:

—En el equipo de allí debes vaciar los datos antes de archivar—manifestó a secas, sin explicarme como se llamaba el archivo digital, ni su ubicación, ni ningún detalle para ayudarme en mi trabajo, prácticamente me dejó entendiendo sola.

Pasé la media hora siguiente tratando de ubicar el archivo de registro y la forma de como ingresar los datos. Cuando por fin entendí el funcionamiento, comencé a ingresar la información. Vi de reojo a la secretaria, de quien no sabía ni siquiera el nombre, conversando con otras compañeras en una oficina aledaña donde estaba trabajando.

Las ignoré, continué haciendo mi trabajo totalmente concentrada, sin prestar atención a ningún ruido De repente sentí y escuché una voz murmurándome al oído, pegué un brinco del susto, al girar la vista se trataba de Ric, mirándome con una sonrisa.

—Hola, Ric, me has dado un susto de muerte ¿Cómo sabías dónde encontrarme?—Pregunté a la expectativa de su respuesta.

—Lo sé todo de ti, cuando estoy interesado en alguien, no hay nadie oculto para mí, nadie puede detenerme en mi deseo— dijo sonriente—¿Desayunaste?

—Aún no, llegué temprano, pero cara de come limón, me asignó demasiado trabajo, sin explicarme lo que debía hacer, por eso debí sentarme a investigar cómo debo hacer el trabajo—manifesté con ingenuidad.

—¿Cara de come limón? —Preguntó el hombre sin dejar de reírse por mis ocurrencias.

—¡Claro! Dale un vaso de zumo de limón a una persona sin endulzarla o la fruta para chuparla, verás su expresión, es la misma de ella —indiqué señalando a la mujer—. Ojalá mis jefes no sean tan antipáticos como esa mujer, porque si no preferiría quedarme sacando copias en donde estaba—hablé haciendo un encantador puchero.

—¡Qué raro! Becca es una mujer muy atenta—expresó él.

—Bueno, será contigo, aunque quien no va a ser atenta con un hombre tan atractivo como tú —indiqué sonrojándome avergonzada por mis palabras.

—¿Te parezco atractivo?—Interrogó sin dejar de observarme, haciéndome poner más nerviosa.

—No me digas ¿Eres uno de sus hombres creídos, quienes necesitan los alaguen, les reafirmen lo lindo que son para alimentar a su ego? —interrogué mordiendo mi labio inferior, un poco nerviosa por mi atrevimiento.

—En realidad no, pero quiero verte sonrojar. ¡Ven! —dijo extendiendo su mano, tomando la mía, me hizo alzarme de la silla—, te invito a desayunar.

—Aunque es tentador no es una buena idea, la cara de jugo de limón o mi jefe podrían llegar y llamarme la atención.

—No te preocupes, ven conmigo, me encargaré de Becca... También de tu jefe—manifestó Ric, sin dejar de observar mi expresión.

Insistió mucho, terminé aceptando. Bajamos, salimos del edificio, caminamos un par de cuadras, nos sentamos en una de las mesas de la cafetería, en segundos fuimos atendidos, Rick pidió por los dos, un par de capuchino y cuatro croissants.

Minutos después ya habíamos sido servidos, comenzamos a conversar. Él me preguntó sobre mis intereses, le respondí entre sonrisas, ambos nos atraíamos, él me miraba como fascinado, por eso le pregunté de manera atrevida:

—¿Te gusto?

—Si me encanta esa mezcla de ingenuidad y de atrevimiento. Estoy cautivado, realmente estoy fascinado —. Decía sin dejar de mirarme a los ojos—, jamás estaría aburrido contigo a mi lado.

Sus palabras causaron muchos nervios en mí, porque no me creía capaz de despertar esos sentimientos en alguien.

Seguimos hablando como por media hora más entre coqueteos, risas, roces, hasta ser interrumpidos por un hombre como de cincuenta años, quien se dirigió a Rick.

—¡Enrico Colombo! —exclamó saludando— ¡No sabía que estabas en Milán! ¿Cuándo llegaste?

Pero el hombre, en vez de responder al recién llegado, extendió su mirada a mí, lo miré primero contrariada porque estaba confundida. Enrico Colombo ¿Quién es ese? Cuando procesé la información, lo entendí, me levanté de la silla y comencé a correr del lugar, mientras pensaba había sido una “¡Tremenda idiota!”.

“Todo el mundo es idiota hasta que demuestre lo contrario.” Frano Zappa.

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