Capítulo 1

Capítulo 1

Con una pequeña sonrisa, tomó entre sus brazos a su hermano pequeño. Le gustaba ver esa sonrisa en él, aunque sea por unos minutos antes de irse a trabajar, como de costumbre.

Sólo esperaba que esa noche alguien que no fueran a tocarlo de una manera asquerosa. Ya su jefe le había dicho que tenía que estar tranquilo y sereno con los clientes, y que si recibía otra queja por parte de ellos, estaría despedido de por vida.

No es que deseara estar en ese empleo, todo lo contrario. Odia el trabajo con todo su corazón, pero lamentablemente no puede hacer mucho con lo que gana en un lugar de comida rápida.

Lo que más le aterraba era entregar algo que pensaba que sería de su alfa, de alguien que él mismo decidiera darle su virginidad el día de su boda o de una forma especial como decía su madre, que merecía ser tratado de forma dulce cuando decidiera perderla, pero no de la forma en la cual escuchaba a sus compañeros de trabajo quejarse o reír de sus anécdotas. No haría eso por nada del mundo aunque sea lo último que haga.

Un soplido lleno de diversión escapó de sus labios cuando su hermano le haló el cabello, tratando de llamar su atención como le era costumbre. Ese día estaba un poco frio, porque era inicios del otoño en ese lado del país, pero eso no quitaba que debía de usar ropa un poco ligera por si de un momento a otro se le ocurría al clima cambiar.

Besó la mejilla de su hermano sosteniendo la bolsa con la poca comida que pudo comprar y aseguró el dinero que le quedaba en uno de sus bolsillos delanteros. Esa noche tenía que conseguir algo o si no estaría frito con las deudas que tenía pendientes con los de la casa. Por lo menos ya no tenía que preocuparse por los estudios durante un tiempo si deseaba volver a retomarlos, cuando decidiera entrar a la universidad.

— ¿Qué sucede, Jacob? Éste día estas muy inquieto — le sonrió, ajustando un poco el abrigo de éste.

— Te amo — dejó un baboso beso en la mejilla de su hermano.

— También te amo — le devolvió el beso.

Caminó unas cuantas calles hasta que por fin llegó a la estación del metro y agradeció que esta al menos tuviera un poco de calefacción porque estaba seguro de que se iba a morir si éste estuviera con aire acondicionado en esta época del año.

En menos de diez minutos ya estaban otra vez en el camino que daba a su casa, caminando como si nada y riendo entre ellos como siempre hacían cuando estaban juntos.

Dylan comenzó a poner todo en orden una vez más en los muebles de la cocina, todo estaba en silencio en la calle, ya casi era el toque de queda para algunas personas de ese sector y él no deseaba estar en casa cuando le tocara trabajar porque sería difícil salir con todos esos alfas que dominaban el sector.

Unos toques en la puerta de su casa fueron los que lo sacaron de su burbuja de pensamientos contra ellos, tomó el bolso de su hermano y a éste en brazos para ir abrir la puerta donde encontró a la persona encargada de cuidar a los niños de los trabajadores de club en las noches.

— Gracias una vez más por hacer esto — le entregó el bolso y luego a su hermano — Mañana en la mañana le traigo lo que le debo — la mujer sólo asintió con una de sus típicas sonrisas falsas y caminó hacia su auto donde estaban los demás niños de las madres que trabajaban en el burdel — Estúpida asquerosa — bufó, cerrando la puerta con un fuerte sonido.

*****

La música hacía eco en sus oídos, hizo una mueca de asco cuando el olor a sexo llenó sus fosas nasales una vez que bajó de su motocicleta. Miró hacia ambos lados antes de poner los ojos en blanco al darse cuenta de donde estaba. El lugar era suyo, pero no había ido hace meses en los cuales había estado fuera de la ciudad resolviendo unos pendientes sobre sus terrenos.

Se había convencido a sí mismo de que podía pasar un rato con cualquiera y luego irse como si nada hubiese pasado, la verdad es que tenía demasiada tensión sobre los hombros y necesitaba una descarga.

— Este lugar es un asco — hizo una mueca y pasó por donde habían dos parejas a punto de tener sexo en la pared de la entrada — Sino van a pagar por una habitación, vayan a otro lado, no quiero su semen escurriendo en mi pared — bramó.

Las parejas se fueron con la lengua entre los dientes y él solo negó con la cabeza entrando al local. El olor adentro, era más intenso que el de fuera, no le sorprendió en lo más mínimo ver a menores de quince años andando con hombres que le podían triplicar la edad con sonrisas estúpidas en sus rostros y que sobre todo ellos no estuvieran drogados, por el momento.

Fue hacia la barra donde se sentó a la espera de que alguno de los meseros o los que hacían las bebidas lo atendiera. Una copa de su bebida favorita fue a parar a sus manos y de inmediato le dedicó una pequeña sonrisa a la persona al otro lado de la barra.

— Hace mucho que no lo veía por estos rumbos, jefe — la mujer le dio una sonrisa, llena de afecto — ¿Anda en busca de distracción, cierto?

— Así es — asintió, y le dio un sorbo a su bebida sin despegar la mirada de la mujer del otro lado de la barra — La verdad, es que ando muy ajetreado y esas cosas de las cuales te conviene hacerte la de oídos sordos.

— Lo sé — se encogió de hombros — Pero eso no quita que no pueda preguntar — le guiñó un ojo — Creo que hay carne nueva dentro de éste lugar.

— ¿Carne nueva? — su voz mostró interés.

— Así es — asintió — Unos chiquillos de no más de dieciocho años han entrado por su propio pie al negocio y es lo que la mayoría de estos ancianos buscan.

— No me sorprende que los adolescentes de hoy en día estén por estos rumbos.

— Quizás alguno de esos niños ablande su corazón, jefe — y con eso se fue.

Jared se levanta de su lugar, y deja el vaso en la barra para ir donde suponía que estaba la gerencia de ese sitio. Su mirada viajaba hacia todas las personas, sonriendo coquetamente a los prostitutos del lugar en lo que iba avanzando hacia el segundo piso del lugar.

Subió las escaleras de dos en dos hasta que por fin pudo divisar la oficina de la persona a la cual buscaba, no tocó y mucho menos, pidió permiso para entrar. En sí, nunca lo hacía. No le sorprendió en lo más mínimo que estuviera con alguien haciéndole algo entre las piernas.

— Fuera — y en un parpadeo el niño de no más de veinte años salió como alma que lleva el diablo — Me imagino que ya sabes porque estoy aquí — se sentó en la silla en frente de él.

El hombre del otro lado del escritorio buscó unas cuantas fotos de chicos y chicas muy hermosos, al igual que unos eran muy jóvenes y otros muy viejos para sus gustos.

— Estos son los que están menos usados y también los que no han sido tocados por nadie desde que llegaron — se abrochó el cinturón del pantalón — Hay algunos de estos que no le gustan algunos alfas por lo que me has dicho que le diera de baja en éste trabajo sino querían estar con nadie — Jared asintió.

— Me parece bien — comenzó a ver las fotos de los niños y adultos — Por lo que me dijo Alexander, las cosas están yendo bien en este lugar — dijo, sin despegar la vista de los papeles.

— Así es, en esta temporada hemos recibido a muchos clientes de otros estados e incluso han venido algunos extranjeros a comprar a omegas.

— Eso es algo que se oye bien para los negocios de éste lugar y principalmente para ti — le dio una rápida mirada, viéndolo asentir — Espero que los niños estén bien cuidados en la guardería y que no le falten nada.

— Todo está en orden, tal y como lo ha ordenado — dijo el hombre, un poco nervioso.

Jared iba a decir algo, pero su mirada se centró en una foto en particular. Era un chico de cabello azabache como la noche con unos hermosos ojos azules como el cielo despejado de alguna nube a su alrededor. Según vio debajo de la foto era un chico de veinte años, metido en esa vida de mierda.

— Quiero a éste — le pasó las demás fotografías, y luego puso las del niño sobre el escritorio — ¿Qué me dices de ese niño?

— Su nombre Dylan McDaniel, tiene veinte años y vive sólo con su hermano pequeño el cual tiene dos años — buscó entre los archivos de su computadora el nombre del niño y luego le mostró los datos de este — Aquí está todo sobre él.

 La sonrisa que se instaló en sus labios fue como si fuera un niño que se acaba de ganar un premio por parte de alguno de sus padres.

— Lo quiero — se acomodó en la silla — Para esta misma noche.

— Hay algo de ese niño — se movió incomodo en su lugar — Desde que llegó hace un tiempo, me ha dado muchos problemas.

— ¿Cuáles?

— La última vez que alguien intentó algo con él, tuve que pagarle una reconstrucción en la nariz a esa persona — suspiró — Pero según lo que usted me había dicho, pensaba que sería mejor darle de baja como a los demás que quieren ser un trofeo en un pedestal de cristal.

— Nada de eso — chasqueó los dedos — Ve y búscalo en este momento, tengo algo entre las piernas que me está molestando.

— ¿Estás seguro de que quieres a ese niño? — pestañeó en su dirección.

— Si, para un fin de semana — dijo, decidido, y el hombre asintió no muy convencido.

— Ahora se lo traigo, señor — se levantó de su lugar. y luego salió dejando a Jared solo en esa habitación.

Jared volvió a tomar la fotografía entre sus manos mirando con una sonrisa de lado al niño, sí que era hermoso de pies a cabeza y más aun con esa mirada que le hacía perderse en ella.

Mordió su labio, tocándose el miembro lo cual le hizo soltar un gruñido de excitación al imaginarse esa boquita alrededor de su polla. Sería interesante romper la pureza que éste tenía en su cuerpo y mente en una noche.

Después de unos minutos la puerta fue abierta dejando ver al famoso niño, junto con el mismo hombre que le había mostrado las fotos hace unos minutos atrás. Se levantó de su lugar viendo al niño únicamente vestido con una bata y sabrá Dios lo que tenía tapando su desnudes de los ojos curiosos.

— Con él te irás esta noche — el hombre le dio un empujoncito hacia el interior de la oficina — Ya sabes lo que hablamos, no hagas una tontería como las otras.

— Sí, señor — murmuró, sonrojado, y sin levantar la vista del piso.

— Ven — la voz de Jared se hizo eco en la habitación cuando tendió su mano hacia el menor y éste un poco indeciso la tomó — Es hora de irnos, ya sabes lo que tienes que hacer, te dejé una gran suma de dinero por el fin de semana al igual que una generosa paga sólo para él.

— Claro, señor — el hombre asintió — Fue un gusto volverlo a ver.

Jared asintió, tomó al chico por la cintura y luego salió de allí con un lugar en específico en su mente.

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