¿Dormí con mis jefes?
¿Dormí con mis jefes?
Por: Cassandra Hart
Narra Nicole

Nicole

Mi hermanastro me dio el mejor de mis orgasmos…mi primer orgasmo sin ayuda de un juguete.

Ese sería el título que la novela de mi vida debería de llevar. Y, sin embargo, entre nosotros pasaron más cosas que un simple orgasmo. Quizás debería empezar por el principio, pues toda historia lo tiene, aunque la mayoría quisiera que empezara por describir como pasó lo que pasó.

Lo sé…pero calma, ya llegaremos ahí. Mientras estoy aquí bajo la lluvia, esperando que regrese conmigo, pienso en nuestra vida juntos. En las cosas que vivimos juntos y no me arrepiento de ninguna de mis decisiones. Siempre vivimos como si cada día fuese el último qué teníamos juntos.

Ahora me encuentro en nuestro lugar secreto, lejos de todos los que nos conocen. En el lugar en el que éramos simplemente nosotros.

Y la vida se encargó de que estuviésemos juntos, las muchas situaciones que me llevaron a su familia fueron un regalo, uno que me puso en sus manos. Y poco a poco mi amor de hermana pequeña evolucionó a algo más, algo tan intenso que temí que aquello arruinara todo, mis sentimientos podían romper a nuestra familia y si al final él solo me quería como a una hermana, buscaría la forma de irme.

Amarlo, aprender a amarlo como más que a un hermano no fue complicado. En cada momento difícil mientras crecía, él estaba ahí para mí. Me hacía sentir que no importaba cuán arduo pareciera lo que tenía que enfrentar, podía lograrlo, y cuando no era más que una niña pequeña, si caía, su mano estaba ahí para ayudarme a seguir.

Mi nombre es Nicole Montgomery y tengo 28 años. Soy editora en Jefe en la editorial Brenan&Brenan perteneciente a mi padrastro, Gordon Brenan. No es que aquella fuese mi elección inicial de carrera, pues iba a ser doctora y ese era mi sueño, sin embargo, una lesión en mis manos cambió mi destino.

Desde los 21 y hasta acabar la carrera viví sola en un pequeño apartamento en un barrio nada agradable, pero no podía pedir gustos. Pagar media beca de la Universidad consumía lo que ganaba en mi empleo nocturno en la cantina de Moe.

Llegar a dónde estoy ahora, con un buen sueldo y sin pasar hambre…llegar al momento dónde estoy, ha sido duro. La forma en que empieza mi historia ha sido difícil. Porque para mí lo que ha sucedido hasta el día de hoy es parte de un pasado que me he esforzado por dejar atrás.

Marian mi madre fue una experta en cambiar de marido. Tuvo seis y con ninguno tuvo hijos pues ya me tenía a mí. Y existo porque mi padre la forzó a no abortar. O eso me dijo siempre.

El verano que cumplí doce, se casó con Gordon Brenan, este tenía dos hijos, los gemelos Alec y Alex, quienes eran 10 años mayores que yo. Al inicio quise a Alex como a un hermano «muy al inicio y no por mucho tiempo, claro está», aunque estaba ya mayor como para necesitar un hermano. Me había hecho a mí misma, forjada en hierro. 

La primera vez que lo vi, llevaba en mi mejilla un moretón, Alex me miró y sentí pena así que bajé el rostro, sin embargo, la mano de mamá en mi hombro y los dedos hundiéndose en mi piel, fueron suficiente para que mi timidez quedase de lado y mirara a mis nuevos hermanos.

Sin embargo, lejos de encontrar burla en los ojos de Alex, le miré y estaba molesto. Sus ojos clavados en la mano de mi madre. De alguna forma mamá nunca engañó a Alex, por eso siempre trataba de mantenerme lejos de ella o cuando podía al menos, pues estaba en la universidad.

Con el paso del tiempo mis sentimientos cambiaron, Alex parecía dispuesto a salvarme de situaciones incómodas siempre. Podría decir que a los 18 uno es ya capaz de defenderse, pero mamá siempre me agredió, sus fracasos con los varios maridos que tuvo me los achacaba a mí, así que en mi espalda, pechos y estómago estaban las evidencias de años de abusos «e ignoraba que faltaban varias agresiones más, una de ellas la responsable de acabar con mis sueños»

Por Alec hasta la fecha solo tengo sentimientos de hermana menor, nada más. Todo el asunto de ver a Alex como algo más que a un hermanastro empezó poco antes de mis 19 y cuando mamá me descubrió, me castigó de forma brutal.

Me alejé de él, dejé de buscarlo para charlar y durante el siguiente año, actué como una perra odiosa. Sin embargo, mis esfuerzos se vinieron abajo cuando casi cumplí 20, pues lo vi desnudo.

Fue accidental, entré a su habitación y lo miré tocarse mientras susurraba mi nombre. Salí sin hacer ruido y empecé a pensar en él, la imagen de Alex tocándose fue perturbadora, me movió todo.

Una noche me acerqué a él y este abrió los ojos con sorpresa, pero no se cubrió. Siguió con lo que estaba, así que siendo valiente di un paso cerca de él, coloqué mi mano sobre su miembro y le di placer. Alex no pudo soportarlo y me atrajo a sus brazos. Nos besamos con ardor, nos frotamos uno contra el otro.

Alex se puso de pie y se dirigió a su puerta. Pensé que la abriría para que me fuese, pero le puso seguro. Eran las dos de la madrugada y nuestros padres dormían. Me desnudó con calma, estaba oscuro. Su mirada era la de un cazador…

— ¿Seré tu primero?

—Sí, te deseo Alex.

— ¿Te tocas pensando en mí? hago lo mismo Nicky y hoy finalmente serás mía.

Y entonces desperté, como cada noche que soñaba con él debía darme un desahogo, lo que no esperé fue que Alex estuviese a mi lado en la cama.

—Dulce Nicky. Sueñas conmigo, murmuras mi nombre.

—No es correcto, Alex.

—A la mierda con lo que es correcto.

—Vete por favor.

—Dime que no me deseas y me iré.

Alex colocó mi mano sobre su miembro, era realmente grande y estaba duro por mí. Pero a pesar de que anhelaba su contacto, las marcas en mi espalda eran un recordatorio de que ningún hombre debía verme.

—Vete por favor.

—Lo haré Nicky y nunca más te buscaré. Si quieres ir por la vida siendo malditamente correcta, adelante. Me vale una mierda, polvos tengo…me sobran, una tonta virgen no me va a hacer rogar.

Alex podía decir lo que quisiera, pero sabía que anhelaba mi toque, que nos diésemos placer, pero me mantuve fuerte, no era correcto.

Algunas noches después entró de nuevo en mi habitación, pero por una razón totalmente distinta. Había sido alertado por el personal de la casa y al llegar me encontró inconsciente en el suelo.

—Nicky…Nicky cariño, despierta.

Alec estaba ahí también.

—Mira sus manos. Vamos al hospital.

—Tú conduces, ¿Y Marian?

—Ya han llamado a la policía, se la llevarán de aquí. Papá descubrió que es la responsable de los desfalcos.

Recuerdo poco de aquella vez, todo había iniciado horas antes cuando mi madre entró a verme aprovechando que Gordon y sus hijos no estaban.

—Zorra, te he visto mirar a Alex.

—No sé de qué hablas.

—No me mientas, Nicole.

Mamá traía el cinturón, me golpeó salvajemente en las manos. Sabía que no podía gritar porque eso alargaría la agonía. Me hizo levantarme, puso mis manos en la puerta y la cerró varias veces, sentí los huesos romperse y entonces sin importarme lo que sucediese después, grité. Los empleados de Gordon corrieron, vieron mis manos llenas de sangre y llamaron a su jefe. Recuerdo haber caminado un poco y luego nada.

Abrí los ojos horas después, mis manos estaban vendadas, Gordon…estaba a mi lado, también sus hijos estaban ahí y me miraban con pena.

Gordon se acercó a mí.

—Cariño, el médico nos ha dicho sobre las marcas en tu cuerpo. Tendrías que haberme pedido ayuda.

—Sentía vergüenza…

Alex estaba furioso y salió azotando la puerta. Mis manos habían resultado severamente dañadas, así que el médico de forma amable me dejó saber que cualquier carrera como cirujana, estaba descartada.

Regresé a casa con Alec, mi madre había sido puesta en la cárcel, acusada no solo de abusos físicos sino de desfalco. Y yo cargué con la vergüenza y la culpa, dejando de sentirme cómoda con los Brenan.

Por eso una noche me acerqué al hombre al que aprendí a ver cómo a un padre.

—Hola Gordon.

—Cariño, ¿cómo estás?

—Quiero agradecerte todo, me has cuidado cuando soy solo la hija de Marian.

—Tú eres mi hija, te crie desde los 12, mis sentimientos no los puedo evitar, eres tan mía como los gemelos.

—No me puedo quedar en esta casa, Gordon.

—¿De qué vas a vivir?

—Algo encontraré.

—¿Piensas que te dejaré ir a empezar a ver cómo subsistir?

—Soy mayor de edad, Gordon.

—Lo sé, pero déjame al menos darte algo de dinero para unos meses. Ve a la universidad, dile al rector quién eres. La carrera que escojas estará pagada.

—No puedo aceptarlo, Gordon. No solo no es correcto, sino que no sé qué hacer, mi futuro giraba en torno a la cirugía, ahora con estas manos…

—Has eso por mí, por favor. Sé que nada podrá compensar lo que has perdido, pero piénsalo con calma.

—Gracias…

—Cuando llegues allá te daré una mensualidad para gastos.

—No, con gusto acepto la ayuda con la carrera, pero solo eso. Por favor.

—Eres buena negociando.

—Te quiero Gordon, eres mi padre de corazón.

—Amas a Alex.

—Sí, no debería, pero lo hago.

—Contrario a lo que piensas, si a futuro algo entre ustedes sucede no me opondré.

—Gordon…

—Cuando mi esposa murió Alec canalizó su dolor en la escuela, empezó a sobresalir. Alex fue el contrario, fumaba, bebía. Lo expulsaron de tres colegios distintos, pero cuando está contigo, sus demonios se alejan.

No creas que te veo como alguien a quien usar, pero si pudiera pedir a alguien bueno para mi hijo, esa eres tú. Sé que te gusta leer, que amas hacerlo. La universidad tiene una buena carrera de literatura. Prepárate y regresa a mi editorial.

—Gracias Gordon.

Aquella noche, ignoraba que sería mi última ahí y que Alex sería testigo de todo. Iba a ir a la cocina cuando escuché a dos empleadas hablando de mí, Alex que había llegado por un bocadillo, se quedó en silencio, rabiando.

—Una lisiada, eso es la señorita.

—Pobre, pero ya nada hace aquí, ¿será que va tras alguno de los hijos del señor Brenan?

—Sería la única explicación, su madre se llevó mucho del dinero y gracias al cielo el señor pudo recuperarlo. Ahora se dice que no saldrá de la cárcel.

Me llevé las manos a la boca y gemí con pánico. Di un paso atrás tropezando con Alex, este puso sus manos en mis brazos y los frotó para darme tranquilidad, apoyó su boca contra mi cabeza y me dio un beso.

Luego me abrazó y entonces lloré. Horribles sonidos salían de mí, la ira, desesperación, tristeza ante lo que perdí, vergüenza por como mi madre había sido con los Brenan.

Las dos empleadas salieron y al verme llorar y observar la furia de Alex retrocedieron asustadas. Llamaron al médico de la familia quien me aplicó un sedante suave para que me calmara.

Cuando desperté estaba en la habitación de Alex, este dormía en la silla, Alec en un sofá. Supe que no podía quedarme, no podía afectar de esa forma a la familia.

Con cuidado fui a mi habitación, me puse ropa abrigada, tomé mi bolso y tras escribirles una nota, empecé a salir. Al llegar a la sala descubrí que todos los empleados estaban en la biblioteca, eso me servía para que no notaran que me iba. Gordon estaba furioso.

— ¿Cómo se atrevieron? Nicole es mi hija, la llamaron lisiada y la acusaron de cosas serias.

—Lo sentimos señor…

—Ustedes no trabajarán más aquí con nosotros, empaquen sus cosas y a primera hora de la mañana se irán.

Al salir a la calle me golpeó el frío, eran más de las 2 de la madrugada. Debía esconderme a prisa porque si Alex encontraba la nota, iría tras de mí.

Mi primera noche en la calle fue muy dura...brutal y no digo que las que le siguieron a esa no lo fueron. Pero esa fue una en la que la aplastante realidad de lo que me esperaba cayó sobre mí. Pensar en regresar con los Brenan fue tentador, pero ya no tenía derecho a buscar su protección. Así que me dediqué a caminar y caminar.

La segunda noche encontré un callejón, tenía un contenedor grande de basura y cuando las temperaturas empezaron a bajar me metí dentro.

El olor era nauseabundo, pero era relativamente cálido. Unas semanas después me encontré a María, una de las cocineras de los Brenan quien me miró con lágrimas en los ojos.

—Nicole mi niña, ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde vives?

—En la calle. Es tan duro María, porque los hombres quieren…bueno tú sabes.

—Te vienes conmigo a la casa.

—No puedo, María. Debo irme, diles que los amo y que los extraño.

No lo supe en aquel momento, pero Alex y Alec se enteraron y empezaron a buscarme, salían y regresaban a su casa cansados y frustrados. Gordon estaba como loco, la idea de que a quien amaba como a una hija viviese en la calle era demasiado y no podía soportarlo. Ofrecieron una recompensa, pero las imágenes que salían en televisión mostraban a una Nicole limpia, con más peso. Nadie que me viera diría que éramos la misma.

Pensé que alguien me reconocería, pero entendí entonces esa triste realidad, nadie ve a los sin hogar más que para insultarlos.

Me encontraron casi dos meses después, fue una vergonzosa casualidad que de nuevo fuese María quien pasara por el callejón dónde estaba yo hurgando en la basura.

Sin decirme nada para que no huyera se apresuró a pedirle al chofer que llamara a Alex, quien llegó poco después.

—Pequeña.

—Vete Alex, vete por favor. No quiero que me veas así.

— ¿Y dejarte aquí? Maldigo a tu madre Nicole, la maldigo por lo que te hizo. Vamos a ir a casa, por favor. Papá y Alec te extrañan también.

—No iré, de verdad que no. ¡Vete y déjame en paz!

Me alejé de él y no miré atrás. Casualmente uno de los dueños de una cantina me miró en la calle. Era un hombre rudo y lleno de tatuajes llamado Moe. Al verme me metió dentro de su negocio, su esposa que llevaba la contabilidad me adoptó simbólicamente, me dejaron trabajar de día limpiando mesas y me pagaban. Me daban alojamiento, vestimenta y alimentación.

Una mañana les conté todo. Me aconsejaron agarrarme a esa oportunidad y sintiéndome decidida fui a la universidad.

El rector me pidió que esperara y veinte minutos después, Gordon y sus hijos entraron. El hombre al que vi como un padre me abrazó con fuerza, Alec fue el siguiente, pero Alex...mi Alex me miraba, solo eso.

—Tenía la esperanza de que aceptaras venir, cariño.

—Dudé, Gordon. Pero las personas que me ayudan me dijeron que debería tomar esta oportunidad, aunque no aceptaré todo. Me gustaría que me asignen media beca. Quiero que la ayuda que me des sea la garantía de que tengo el cupo, ahora trabajo y gano bien. Tengo también dónde vivir.

—Si digo que no, desaparecerás.

—Si. Me prepararé y cuando esté lista aceptaré tu oferta laboral.

—De acuerdo, te dejamos con el rector para que te organices, espero que un día me visites.

—Cuando sea digna de verte Gordon, cuando te muestre que tu ayuda no fue en vano, ese día iré a verte.

Vi a Alex de nuevo «dos días después» cuando entró luciendo realmente furioso a la cantina de Moe. ¿Cómo me había encontrado? Tal cual me dijo una vez, nada ni nadie se esconde de él. Y yo era la obsesión de Alex, me deseaba con él y yo me mantuve siempre firme porque recordaba que dormir juntos significaba que viese mis marcas.

— Alex, ¿no es muy temprano para beber?

— ¿Qué putas haces aquí?

—Aquí trabajo para pagarme la universidad, el salario es bueno y las propinas aún más.

— ¿Te estás prostituyendo? ¿Dejas que otros te toquen? Mis noches son un infierno, tocarme es la única salida que tengo. Cerrar los ojos e imaginar que te hago mía.

Salimos a conversar, no quería que escuchasen esas cosas, sin embargo, en lugar de charlar fuera, avanzamos hasta su auto de vidrios oscuros, que nos dio un refugio contra los ojos curiosos. Trató de desvestirme y no lo dejé.

—Quiero tocarte Alex, Dios sabe cuánto anhelo sentirte.

Su miembro estaba erecto y listo para mí. Mi boca lo enloqueció, sujetaba mi cabeza haciéndome descender una y otra vez. Se vino, trague y eso le volvió aún más loco.

—Ven conmigo a casa.

—No puedo. Sabes bien que lo nuestro es aberrante.

—No es aberrante, por Cristo no somos hermanos de sangre.

—Soy como me dijo ella una vez, material para buen sexo. Mientras me aplastaba las manos me lo dijo y es cierto. Una mujer decente, no hace lo que acabo de hacer.

—El deseo sexual es sano, mi niña.

— ¿Entre hermanos?

—No somos hermanos ¡Me cago en la puta!, tú madre te llenó la cabeza de mierda Nicky.

Bajé del auto sin mirar atrás y Alex no regresó. Lo veía en las noticas de la farándula saliendo con muchas mujeres y en cada foto, sentía que su miraba era para mí, sentía que me decía que debía ver bien lo que me estaba perdiendo.

Perdón, me estoy desviando. Me dieron la beca parcial en la universidad, pero Gordon era duro negociando y tuve que aceptar la tarjeta para alimentación y pues la verdad me alegré de hacerlo, porque escogí la mayor cantidad de cursos que podía llevar y pasaba todo el día en clases.

Con el dinero que fui ahorrando compré mis primeros juguetes, si no tenía a Alex al menos podía consolarme de esa forma, nunca haríamos el amor, nunca le dejaría ver las marcas hechas por mi madre. Sabía de ellas, pero no las había visto y aunque crean que da igual, no lo hace.

También renté un apartamento, ese del que les hablé al inicio, en un barrio realmente feo. Salía de clases, trabajaba seis horas en la cantina y regresaba a mi apartamento a estudiar y preparar los trabajos. Poco a poco mis notas empezaron a destacar y justo al graduarme el rector me citó en su despacho

—Alguien ha venido a verte.

Y ahí supe que mi vida ordenada y tranquila acababa de irse al garete.

—Hola Nicole.

—Alex, no sé si decir que es un gusto verte.

—Ya sabes que seguimos tu desempeño en la universidad, tu puesto te espera.

—Lo siento, pero justo ayer acepté un puesto de trabajo, dejo el país.

—No te lo permitiré.

—No me lo… ¿Qué no me lo permitirás? ¿Quién mierdas te crees?

 Alex miró al rector, quien abandonó la oficina sin decir nada. ¡Traidor!

—Pequeña Nicole, por años he anhelado tenerte en mi cama.

— ¿Disculpa?

Di un paso atrás, aquello debía ser una broma. Había tomado cada día, cada segundo de mi vida crear una especie de coraza. Alex iba a arruinar años de esfuerzo. ¿De verdad mi cuerpo era tan adicto al suyo, tan traicionero?

—Me mirabas tocarme Nicole, me tocaste en mi auto. Me la mamaste, me vine en tu boca. He tenido que esperar y creo que ya es momento. Se acabó el huir de lo que sentimos.

—Las modelos con las que salías…

— ¿Celosa?

— Mira Alex, no estoy celosa. Lo que pasa es que ellas me mostraron que tu amor por mí duró la mamada que te di en tu auto. Yo nunca he estado con otro hombre, me parecía aberrante dejar que otras manos tocaran mi cuerpo.

—Sé que me amas. A ellas nunca las toqué, eran solo una tapadera.

—Amaba en tiempo pasado. Esa Nicole murió cuando viví en la calle y comí de la basura. Y deja de mentir con lo que eran solo una tapadera.

—Te dije que vinieras conmigo, iba a sacarte de ahí. Y no miento, fueron solo una puta tapadera.

—Iría contigo para vivir de arrimada en tu casa. Mi madre fue la que casi arruina a tu papá y no podía mirar a Gordon a los ojos.

—Fueron los pecados de tu madre.

—No podía volver, tú acabarías de satisfacer tus deseos y yo acabaría destrozada.

—Eres dura.

—La vida me hizo así.

 Vi en su mirada dolor mientras me frotaba las cicatrices de mis manos, eran gruesas y rojizas. Lo hacía cada vez que estaba nerviosa.

—Nicole, no me cabrees. Te he seguido el rastro, siempre he sabido dónde estás.

—Además de puto, un maniaco. No seré otra muesca en tu cama, no.

—Llevo meses de celibato.

—Esa si es buena. De verdad que sí.

Alex avanzó hacia mí, retrocedí y cuando iba a golpear la pared la mano de Alex fue a mi nuca, para protegerme del golpe. Sin mayor preámbulo me besó, Alex el hombre por el que suspiraba me besaba y me encontré devolviéndole el beso. Al separarnos estaba jadeando, él estaba excitado.

—Nicole, tu cuerpo me pertenece, respondes a mí.

—Por Dios, con la experiencia que tienes hasta una piedra te respondería. Déjame en paz, esto para ti es un juego.

—No seas mojigata, los polvos de una noche existen hace tiempo. Acuéstate conmigo y se me pasará.

—Me voy del país. No hay nada más que decir.

—Si te vas del país Nicole, iré tras de ti. Deberías saber que, si no aceptas el empleo, el rector será despedido.

—No puedes…

—Puedo Nicole, por conseguir lo que quiero soy capaz de todo.

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