Un Papá para Noah
Un Papá para Noah
Por: Cassandra Hart
¿cantando bajo la ducha?

Abigail Smalls no creía en el amor. La vida y los golpes de esta le enseñaron que el amor—o al menos con el sexo opuesto—, ese era raro y escaso. Y con aquello se había vuelto huraña y desconfiada.

Para Abi en su vida solo había un amor cien por ciento real y era el que sentía por su niño. Seis años atrás vivía en New York con su esposo Martin Peterson. Este trabajaba como fiscal de distrito y se codeaba con personalidades de la política y el espectáculo.

Claro que iba solo a sus reuniones, siempre le decía que la gente no la conocía o que ignoraban la existencia de su matrimonio para protegerla, pues como fiscal se veía constantemente amenazado y no quería que nada malo le sucediera. —menudo cretino—

Cuando llegó su embarazo de alto riesgo, su amado esposo decidió mudarse a un ático en la ciudad, para dejarla tranquila durante el mismo. También quitó a las empleadas para evitarle estrés. Le depositaba dinero para comida, así que Abi salía sola a hacer sus compras.

Cuando se vino el parto estaba en media tienda y los clientes la ayudaron pidiendo la ambulancia e incluso una amable mujer se quedó con ella. De Martin no tuvo noticias sino hasta que el bebé tenía cuatro meses. Al verlo sonrió con tristeza.

—Se ve débil y enfermizo. Espero que eso cambie porque un hijo mío no debe verse así. Y estás gorda Abi, si en algún momento nos ven juntos te presentaré como mi empleada y a este niño como mi sobrino.

—No puedes hacer eso, soy tu esposa.

—No me respondas, debes recordar que es importante ser sumisa y silenciosa.

Comprenderás que después de años de aparentar estar soltero, no puedo aparecer ahora con una esposa y un bebé. ¿Qué nombre le pusiste? Y espero que no le hayas puesto mi apellido.

—Noah y solo lleva mi apellido.

—Un nombre estúpido. Razón de más para presentarlo como un sobrino.

Cuando Noah cumplió dos años su mundo se vino abajo. El médico le diagnosticó asma y su esposo decidió que un niño con ciertos problemas de salud no era lo mejor para él. Así que, sin muchos miramientos, hizo que Abi pusiera la casa que había sido de la familia de ella a nombre de él, luego la escoltó a la habitación para que empacara y luego la dejó en la calle. Literalmente y con un niño de dos años.

—Este documento me exime de cualquier responsabilidad, si no lo firmas te quito al niño.

—Si con esto nos dejas en paz, firmaré.

Abi acudió a una amiga que le dio albergue unas semanas mientras decidía que hacer. Entonces un pariente lejano al que nunca había visto, le heredó una hermosa casa cerca de la costa. El lugar ideal para que el asma de Noah su hijo estuviera bajo control.

Trabajaba como ilustradora y hacía todo desde casa, Noah tenía pocas crisis de asma. No necesitaba un macho alfa diciéndole qué hacer. Y estaban bien, Abi estaba segura de eso.

Noah por otro lado pensaba que su mamá necesitaba un esposo y él un papá. Quería alguien que lo acompañara de pesca, que fuese con él a los días del padre en la escuela. Así que aquella navidad escribió la carta a Santa.

Tyler Mathews era el vecino de Abi y Noah. Tras un devastador divorcio más de diez años atrás había dejado de creer en el amor. O al menos hasta que conoció a sus vecinos.

Una mañana casi dos años después de conocerlos encontró a Noah metiendo una carta en el buzón. No le gustó que el niño lloraba, sobre todo porque siempre estaba feliz. Noah se apresuró a subirse al autobús, sin fijarse que la carta en lugar de entrar al buzón caía al suelo.

Tyler era un buen ciudadano respetuoso de la ley, por eso mientras leía la carta del niño, se excusó diciendo que la única razón por la que abría la carta de alguien más era preocupación por Noah.

Cuando leyó que el niño ponía, que quería un milagro para su mamá se asustó. ¿Abi estaba enferma y por eso estaba llorando Noah? Sin pensarlo siquiera entró a la casa, se asustó al no verla, lo que era absurdo porque ver al niño bañado y yendo a la escuela debería haberle dejado claro que nada sucedía con ella.

Subió al segundo piso y la escuchó gemir. Parecía estar en alguna clase de sufrimiento así que entró al bañó.

Dos cosas sucedieron a la vez.

1 Abi, desnuda y tomando una ducha gritó con pavor al notar que alguien entraba al baño.

2 Tyler comprendió que ella no gemía con sufrimiento, ella simplemente cantaba bajo la ducha.

Tyler sintió pena, no podía ser más idiota.

—Lo siento…lo siento…

Y por supuesto, Abi acabó resbalando en la ducha, Tyler entonces entró en modo guerrero y abrió por completo la cortina. Intentó desviar la atención de las hermosas curvas de su vecina—pero por Dios, que difícil— Tomó una toalla, y se acercó a ella.

—Abi, déjame ayudarte.

— ¿Tyler? ¿Qué demonios haces entrando así en mi cuarto? ¿En mí casa? No te conviertas en mi vecino pervertido por favor.

—Noah…

—Mi niño, ¿algo le pasó?

—Nada, está bien en la escuela.

— Si Noah está bien, ¿qué demonios haces dentro de mí casa?

—Lo siento Abi. Por Dios eres realmente hermosa…

— ¡Sal de aquí…!

—Te ayudaré a levantarte, soy médico ¿te acuerdas? No debes sentir vergüenza.

—Pediatra y no ves mujeres. Y no actúas como un médico sino como un acosador. Salte de aquí.

—Lo lamento, mi actitud es reprochable.

—Sí, así que entenderás que me sienta incómoda teniéndote así, viéndome desnuda.

La ayudó a llegar a la cama y mientras ella se vestía empezó a vociferar.

—Maldición mujer, podrías poner una alfombra en el suelo.

—Nunca había tenido problemas. No deberías haber entrado.

Regresó cuando aún no acababa de vestirse, así que volvió a cubrirse con el paño.

—Lo siento, sonabas como que estabas en medio de un gran dolor….

— ¿Un gran dolor?

—Sí, aunque de entrada fue raro que gimieras adolorida llevando el ritmo de una canción de Celine Dion.

—Mi canto te ha sonado como que estaba en un gran dolor….

Tyler trataba de estar serio, pero empezó a reír. Abi acabó uniéndose a él.

— ¿Te duele algo?

—Mi orgullo. No soy algo que llamen escuálida, no como las mujeres de hoy en día, así que además de verme desnuda has pensado que mi canto sonaba a que estaba sufriendo algo de dolor.

—Lo lamento, fui un idiota. Es que vi a Noah salir llorando y me asusté.

—Noah, es un alma pura, que no ve el mal en los demás. Un grupo de chicos en la escuela lo molestan por no tener papá.

—Vístete y charlaremos, prepararé café.

—De acuerdo.

 Mientras servía el café, pensaba en Abi. Nunca había preguntado por el padre y al inicio pensó que estaba fuera de la ciudad por trabajo. Con el paso del tiempo asumió que era madre soltera, pero algo le decía que Abi era como él, que conocía el dolor.

Y eso le hizo sentir más deseos de estar con ella y protegerla. De hacerla suya como fuera. La primera vez que comprendió que sentía cosas fuertes por ella fue cuando la atropelló. NO CON UN AUTO—claro que no, porque eso hubiese sido un momento angustiante pero normal— NO SEÑORES Ty se estrenó como idiota a lo grande.

La mamá de Ty había estado de visita en otras ocasiones y charlaba siempre con Noah y Abi. Su mamá le decía que se espabilara y la conquistara. Sin embargo, en aquella ocasión su madre se había quebrado la pierna y usaba una silla de ruedas.

Ty la ayudó a salir del auto sin calcular que la pendiente sería suficiente para que la silla tomara velocidad. Su madre, que llevaba el cabello suelto, sacudía las manos enérgicamente y Ty, quien siempre había tenido problemas para no reír en situaciones así, corría tras su madre, cuesta abajo y mientras la miraba con el cabello en la cara y los brazos moviéndose con desesperación, no dejaba de pensar que perseguía al tío cosa.

Abi que salía en aquel momento escuchó los gritos de su mamá, así que sin pensarlo se interpuso en el camino. La silla se estrelló con ella y la arrojó al suelo y a su madre también.

La ambulancia los llevó a todos al hospital, por suerte, Noah seguía en la escuela y una de las vecinas, la señora Cooper se ofreció a esperar por él. Así que al final del día Tyler miraba con pena a Abi y al inmenso yeso que tenía en el brazo.

Pero ella nunca le reclamó y en ese momento se dio cuenta de que la amaba. Regresó al presente cuando Abi bajó diez minutos después cojeando un poco.

—Déjame revisarte.

—Pediatra, ¿recuerdas?

—Abi, soy totalmente capaz de saber si tienes un esguince.

—De acuerdo.

Después de revisar por segunda vez y confirmar que era solo una torcedura se tomaron el café.

—Noah ansía tener un papá, pero si te soy honesta y confió en ti porque…bueno ya sabes, eres el amigo gay que toda mujer quiere, no confío en los hombres.

—Tu ex era un idiota.

—Me casé de solo 20 años, poco a poco me quedé sola porque mis padres fallecieron. Martin parecía amoroso al inicio. Pero como era fiscal de distrito, nadie sabía que estaba casado, según él para protegerme.

Cuando quedé embarazada de Noah se fue de la casa para que mis quejidos y mierdas, no le distrajeran de su trabajo. Conoció a Noah cuatro meses después de que nació y me dijo que el nombre era ridículo, que me presentaría como su empleada y a Noah como su sobrino.

—Pendejo de mierda, eso era.

—Empezaba a molestarme, me compraba él la ropa, pero una o dos tallas más chica que la mía y suspiraba teatralmente diciendo que había cogido la más grande y que ya me quedaría. Si compraba comida fuera de casa era solo para él, yo estaba gorda y debía comerme a mí misma para perder peso. En aquel entonces tenía ocho meses de embarazo.

— ¿Dónde vive?

—En New York, en la que fue mi casa. Noah fue prematuro y vivía aterrorizada de que muriera porque, aunque teníamos dinero despidió a las empleadas de servicio. Una vez le reclamé porque seguía con sus amantes y me dio tremenda golpiza.

Después de eso empecé a temerle, soy hipersensible a los antihistamínicos, si me resfrío no puedo tomarlos porque me duermen, puedo saber que la casa se quema, pero aun así seguiré durmiendo. Y como estaba sola con Noah, sin una persona que me ayudara, me daba pavor beberlos.

— ¿Me estás diciendo que cuando tienes dolor, congestión y fiebre no tomas nada?

—Me da terror dormirme y que Noah tenga un ataque de asma. Porque me noquea durante horas. Imagina que durante nuestro primer año de matrimonio Martin se hacía de comer cuando estaba enferma pero no lavaba, de hecho, a la mañana siguiente encontraba las cosas sucias. Empezaba a gritar porque no tenía tazas limpias para su café, cuando él mismo las había ensuciado.

Cuando Noah cumplió dos años, lo llevamos al médico y lo declaró asmático, al día siguiente encontré a Martin con una mujer. Su amante embarazada y futura esposa. Me obligó a firmar cediéndole mi casa, también los papeles del divorcio y me dejó llevarme mi ropa y la de Noah. También un papel donde yo aceptaba que no le pediría dinero y aseguraba que no era el papá de Noah.

No le importó que fuese de noche, igual nos corrió. Una amiga nos recibió en su casa y bueno, como soy ilustradora online trabajo en cualquier sitio.

— ¿Cómo acabaron aquí?

—Un tío abuelo me tenía en su testamento. Me dejó la casa y algo de efectivo.

—Tu exmarido es un imbécil.

—Lo es, pero no tiene derechos sobre Noah, así que vivo tranquila.

—Has tenido una vida dura. De solo imaginarte siendo sometida y golpeada…Dios…

—No es nada, después de perder a mis papás esperé encontrar en mi ex, consuelo y amor. Pero no todo fue malo porque tengo a mi niño.

Tyler se fijó en su reloj, iba tarde a la consulta.

— ¿Quiero llevarlos a cenar?

—No debería siquiera hablarte después de lo de hace un rato. Me viste desnuda…

—Y disfruté de todo lo que vi. Ahora será más sencillo.

— ¿Qué es lo que será más sencillo?

—Nuestra primera cita.

— ¿Cuál cita? Yo no salgo en citas y menos contigo, eres mi amigo…

—NO.SOY.GAY

—No eres…¡¡¡Dios!!! ¿Hablas de verdad? Todo lo que te dije estos meses, tomándote como mi confidente…el momento en que me viste desnuda….

—Vi todo lo que había por ver, ahora no me devanaré el cerebro tratando de imaginar cómo te ves.

—Eres horrible.

—Me amarás. Un día me amarás.

—De verdad espero que bromees.

—Estuve casado y ella, bueno como que le llamaban la atención los hombres con un empleo de 8 a 5. Así que se enredó con uno de mis amigos. Firmamos el divorcio y me mudé con mamá.

Hace dos años llegué aquí y me hiciste replantearme el hecho de que no todas las mujeres son iguales. Te miraba Abi, agotada jugando con Noah, me enseñaste que las mujeres buenas existen y bueno, después del atropello me enamoré.

—Tú estás hablando realmente en serio.

—Soy mortalmente serio. Nos vemos esta tarde. Iremos al cine y luego a comer. Hay una película de robots que le va a gustar a Noah.

—No, no iremos.

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