Los hermanos Zabat (Atada a la Bestia 3)
Los hermanos Zabat (Atada a la Bestia 3)
Por: Cassandra Hart
1

Un año Antes

Sophie Mackenna llegó a Quántico Virginia para empezar sus entrenamientos como agente del FBI. Tenía 22 años. Al estar en clase notó que sus compañeras charlaban de los dos instructores más importantes y atractivos. Sabía que se apellidaban Zabat. Al igual que todos en el país, sabía de las distintas empresas que la familia tenía en algunos países, conocía de los aportes económicos a los cuerpos policiales. También sabía sobre los oscuros orígenes de su fortuna.

Por eso pensar que dos miembros de esa familia serían sus instructores resultaba intimidante. Cuando ambos entraron al salón, cualquier posible pensamiento—ni qué decir de cualquier posible palabra—quedó desechado.

No solo eran gemelos idénticos sino que eran atractivos en exceso. De la línea, demasiado bellos para ser reales. Ambos la miraban a ella, no a su hermosa compañera de pechos grandes situada a su derecha.

No. A ella.

Y sus compañeros pronto siguieron la mirada de los hermanos y eso la hizo sentir incómoda. De forma cronometrada, como si en aquel instante de conexión universal entre los tres, ellos pudiesen leer sus emociones, dejaron de mirarla.

Conforme avanzaban las clases quedó claro que eran realmente buenos. Andreus tiraba más a la parte física, Angelo a la táctica. La curiosa relación empezó una noche cuando al salir del autobús para llegar a su casa, unos tipos empezaron a seguirla. Al inicio se quedaron dándole piropos, como Sophie les ignoró aquello se convirtió en una especie de desafío. Uno de ellos corrió hasta situarse frente a ella, el otro detrás. Miraba en todas direcciones pero escaparse parecía descartado.

—Bonita pero insolente. Solo te decíamos unos cuantos piropos. ¿Te sientes demasiado como para siquiera hablarnos?

—Yo lo siento…

Una bofetada la hizo callar.

—A ver si  nos entendemos, no te he dado permiso de hablar.

Sophie se llevó la mano a la mejilla. Sus clases en la academia no le habían enseñado nada sobre defenderse así que hizo lo único que se le ocurrió.

Correr.

Sin embargo fue derribada. Su cara impactó la acera y sin entender por qué, uno de ellos la empezó a patearla, Sophie pensó que iba a morir. Sin embargo el tipo desapareció, el que lo acompañaba estaba ya de cara al suelo.

Logró darse vuelta y acostarse de medio lado. En su campo de visión apareció Angelo que la miraba con preocupación.

—Señor…

—No estamos en la academia. Llámame Angelo.

—No podría señor, eso no es correcto.

—Esta es una situación que amerita tener un amigo. ¿Alguien te espera en casa? ¿Tus padres quizás?

—No.

—Un novio—a Sophie le parecía percibir una ligera molestia cuando Angelo hizo la pregunta. Pero pensó que estaba imaginando cosas—

—Hummm…no. Vivo sola.

—Bien, Andreus está llamando a la policía para que se los lleven. Te pedirán que declares y luego te llevaremos al hospital. ¿Crees que puedes caminar?

—Eso creo.

Al ayudarla a ponerse de pie Sophie perdió el equilibrio, así que con cuidado la tomó en brazos. El idiota #1 —el que la estaba pateando— empezó a gritar.

—Zorra, ya te pondré las manos encima.

Sophie se encogió en las brazos de Angelo. Pero por algo eran agentes de ley y no mafiosos como su familia pensaba Andreus mientras los veía alejarse. Sí, los Zabat traficaban armas pero en sus inicios pertenecían a las familias más conocidas dentro de la mafia. Ese mundo le costó la vida a Claudia, su mamá.

Un año antes, un enemigo de su padre la secuestró, encontraron un auto con los restos de su madre y les fue posible identificarla debido al anillo de matrimonio.

Por ese voto que ambos hicieron de no ser como ellos, Andreus simplemente se quedó custodiando al sujeto.

Angelo se adelantó con Sophie al hospital.

—Debo declarar.

—Sophie, estás en compañía de dos agentes del FBI. Mi hermano les enviará a tomarte la declaración al hospital.

Para sorpresa de Sophie no fueron a un hospital público.

—No puedo…permitirme pagar esto.

—Va por nuestra cuenta. En un hospital público tardarían horas en atenderte y si tienes una costilla fisurada, cada segundo cuenta.

Después de que se llevaron a los tipos y de que les dijera que la llevarían a declarar en la mañana se apresuró al hospital. Encontró a su hermano caminando fuera de sala de rayos X.

—Maldición, ser sus profesores nos impide dar el paso y tratar de tener algo con ella.

—Lo sé.

—Si no hubiésemos estado siguiéndola para asegurarnos que llegaba a casa…

—Lo sé. Esto es una mierda.

— ¿Te han dicho algo?

—Si, por suerte solo son golpes. Mañana estará adolorida. Nosotros tenemos unos días de vacaciones acumuladas, mañana reportaremos el incidente.

—Quizás alguien de su familia pueda cuidarla.

—Está sola.

—Llevémosla con nosotros… a nuestro hogar. No creí que la primera vez que ella llegase a casa fuese herida.

Sophie miró a los dos hermanos. Ella para sorpresa de ambos supo distinguirlos.

—Angelo, dicen que ya puedo irme.

— ¿Cómo logras diferenciarnos?

—No lo sé, algo en sus gestos…

—En casa nuestra familia no puede, solo mamá podía. Pero murió hace un año.

—Lo lamento.

—Es algo triste, ella murió debido al mundo de mi padre.

— ¿Y tienen más hermanos?

—Somos 5. Alma es la mayor, tiene 36, Xander 31 y nosotros tres 29.

— ¿Ustedes 3?

—Somos trillizos…bueno Andreus y yo somos gemelos idénticos. Dorian es mellizo.

Sophie hizo una mueca de dolor. La ayudaron a avanzar a su auto.

—Pronto estaremos en casa.

Sophie dormitó durante el viaje debido a los analgésicos. Por eso no se dio cuenta que iban al lado contrario de la ciudad hasta que fue demasiado tarde.

—Aquí  no está mi casa.

—Vamos a la nuestra. Necesitas cuidados y vives sola. Tal cual te dije antes, somos amigos. Dentro de la academia seremos tus superiores pero fuera queremos que pienses en nosotros como tus amigos. ¿En tu casa, tienes algo que necesites que mi hermano traiga?

—Pues sería mejor si voy y preparo una bolsa para esta noche.

—Tres días, son lo que ha dicho el médico que necesitas de descanso. Daremos vuelta y te acompañaremos.

—Pero no entren…

— ¿Porque?

—Bueno, ustedes viven en una casa de lujo o al menos eso se dice. Mi casa es…

Ella sentía pena y Andreus quiso sacudirla. Maldito apellido Zabat.

—Sophie, ese apartamento nos lo dio mi abuelo, sí. Pero no nos define como personas. Mamá es…mamá era una persona sencilla, nunca en casa tuvimos nada extraño. Sí, eran casas grandes pero dentro ella nos mantenía ubicados en que lo material no debe definirnos.

—Se oye como que fue una gran mujer.

—Lo era. Vamos rápido porque necesitas descansar.

El barrio era bastante peligroso, no había que tener buen ojo para darse cuenta. Conocían el lugar y a ambos se les encogió el corazón de imaginarla ahí. Un hombre obeso se acercó a ella.

—La engreída mosca muerta ahora piensa prostituirse en casa. Si sabía que tenía que pagar para tenerte, te hubiese dejado vivir sin pagar la renta.

Dos segundos después Andreus estampaba al tipo contra la pared.

— ¿Conoce el apellido Zabat?

—Quien no.

—Mi nombre es Andreus Zabat, Nieto de Costas Zabat, hijo de Christos Zabat. Además somos agentes del FBI. Escoltamos a la señorita a casa porque fue víctima de un ataque hoy. La llevamos a un lugar dónde estará bajo protección. Así que espero que en el futuro se abstenga de comentarios así.

Cuando abrió la puerta entró a preparar una maleta. El lugar era una pocilga pero ella a su forma le daba calor de hogar. Angelo abrió la refrigeradora y la encontró vacía.

—No va a regresar a este lugar.

—Tratemos de ver cómo avanza, dejaremos que fluyan estos tres días. De alguna forma debemos convencerla.

— ¿De qué? Hasta hoy nos acercamos a ella como algo más que sus instructores.

—Podemos pedir que nos asignen otro grupo.

—Ella es la mejor de su clase y quizás de todos los de su nivel. Si hacemos eso la expondremos a que piensen que manipulamos sus notas. Debemos pensar en una solución porque no quiero imaginarla aquí.

Sophie caminaba con lentitud. Ahora entendía su delgadez extrema.

— ¿Por qué vives sola? Tus compañeros viven internos en el centro.

—Me sentía mal. La mayoría de ellos vienen de buenas familias, si solo convivimos en clase los temas personales quedan de lado. Si estoy con ellos...

—Descubrirán tu pasado

—Si.

— ¿Hace cuántos días estás con el refrigerador vacío?

— ¿Revisaron mi refri?

—Somos agentes del FBI. Por supuesto que íbamos a revisar. — dijo Andreus con mirada arrogante pero sonriendo con diversión. —

— Queremos que seas nuestra amiga — añadió Angelo —

—No hurgas en la refri de tus amigos. Para comer tengo la academia.

— ¿Tu única comida es esa?

—Si.

—Sophie, a los novatos se les da un sueldo.

—Tengo que pagar a unos chicos de aquí para que no me molesten. La renta no es cara pero...

— ¿Cuánto pagas?

—Por seguridad 600 dólares y otro tanto igual de renta.

Andreus salió furioso de la casa y agarró de nuevo al dueño.

-—Le devolverá a Sophie el equivalente a 400 dólares mensuales por cada mes que estuvo aquí.

—Sí señor, mañana mismo le tengo el dinero....

—Diga en la zona que Sophie es una  protegida de los Zabat.

Sophie salió y miraba todo con atención. El gordo la miraba con temor.

—Señorita, lamento mi manera de actuar. Aquí entenderán quién es usted. Le devolveré el dinero extra que le cobré por la casa.

— ¿Dinero extra?

—La renta son 200 dólares. Los otros 400 dólares extra que pagó por tres años, estarán aquí mañana.

—Esos son...14 400 dólares.

—Correcto. También le devolveremos lo que le cobramos por seguridad. Ese dinero será devuelto en su totalidad.

—Pero son 20 400 dólares. ¿Usted que cada mes me decía que no tenía más que mi renta, de pronto me va a dar 34 800 dólares.?

—Es correcto.

Sophie estaba pálida y no se debía al dinero. El efecto del calmante empezaba a pasar. Angelo lo  notó y la metió dentro del auto pero Andreus se quedó atrás.

—Vendré personalmente a recoger ese dinero mañana. Pida a su esposa que empaque las cosas de Sophie que no regresará pero adviértale que ella sabe qué cosas tiene. Si falta una sola de ellas o algo se daña por porque lo empacó mal, le visitaré de nuevo y no será agradable.

Andreus tenía ya la solución al dilema. Sophie tendría mucho dinero o al menos lo que para ella parecería así. Le dirían que podían rentarle un apartamento que estaba en la parte de atrás de su casa. Originalmente era para su hermana pues tenían la esperanza de que Alma viniera a vivir con ellos. Pero se mantenía junto a su padre.

Al llegar a casa ambos sintieron alegría. Aunque fuera debido a circunstancias especiales, Sophie entraba en su casa. No comprendían bien lo que había sucedido pero en el momento que la vieron por primera vez, ambos sintieron lo mismo. Si, deseaban hacerla suya, que los aceptara a ambos. Pero era también un anhelo profundo. Querían formar un hogar con ella.

Ellos la habían visto cuatro meses antes de que le tocase la clase con ellos. Estaban en la oficina cuando llegó a matricularse y a ambos les resultó atractiva. Y que ambos sintieran lo mismo al mismo tiempo, eso era nuevo. Después se dedicaron a observarla. Si, calculaban que tenía poco dinero pues en una ocasión la vieron contar sus monedas antes de entrar a una cafetería. Al observarla aprendieron que le gustaba el Latte, por eso tenían no solo una máquina sino suficientes burbujitas de café. También aprendieron que le gustaban los muffins.

Aquel día había salido feliz con sus cosas y al sentarse en una banca fue consciente de un indigente que pedía dinero. La habían visto entregarle su café y su muffin. También se quitó su abrigo y bufanda. El hombre estaba muy agradecido y ella se fue con una sonrisa en su rostro. Así que en aquel momento decidieron que querían tenerla a su lado. Les recordaba a su madre, era cálida y bondadosa.

Nunca más pasaría hambre o frío. La cuidarían. El trabajo que acabaría desarrollando los asustaba. No eran machistas pero enamorarse de una mujer que estaba rodeada de peligro y violencia les había supuesto dudas. No querían imaginarla expuesta a distintos peligros. Ellos  trabajaban como instructores precisamente pensando en tomar un trabajo de poco riesgo. No lo hacían por dinero.

Cuando decidieron quedarse como instructores sorprendieron a colegas y maestros porque eran buenos, habían resuelto muchos casos en siete años. Pero su misión era lograr que muchos novatos se graduarán con el sentido del honor presente. Querían que fuesen capaces de limpiar el mundo de gente como su propia familia. Sus hermanos eran iguales que ellos. Ninguno mostró interés en ingresar al mundo de las armas, de lo ilegal. Alma tenía una empresa de traducciones, Dorian había preferido quedarse a cuidarla. Xander el único de los 5 que estaba casado, vivía en Londres.

Llegaron a casa y Sophie estaba dormida. Angelo la llevó en brazos y la acomodó en la habitación. Aquella casa tenía tres habitaciones grandes para que cada hermano estuviera cómodo. Pero como Dorian había decidido no vivir con ellos,  su habitación no era usada del todo. Si ella los aceptaba tendría su propio espacio.

Habían compartido otras mujeres, no lo harían con sus otros hermanos. Esa conexión era solo entre ellos dos. Nunca tenían relaciones entre ellos tampoco. De hecho compartían mujeres pero se enfocaban en darle placer a ellas.

Sophie despertó cuando la cubrían con la manta. Estaba llorando y en su rostro había tensión.

—Me duele.

—Tenemos tu medicamento.

—Gracias Andreus

—De verdad es increíble tu capacidad para reconocernos. Angelo ha ido por un vaso de jugo para que tomes la pastilla.

Andreus se acostó junto a ella y cuando tomó el medicamento la atrajo a sus brazos

—No es correcto...

—Solo déjame sostenerte. Pasamos miedo hoy. Esos tipos pudieron matarte.

—Gracias por salvarme.

Cayó dormida poco después, estaba arrullada en el pecho de uno de los hombres más guapos del mundo y este le acariciaba la espalda con movimientos circulares. Una vez dormida, los hermanos se abandonaron al sueño y la paz de saberla con ellos.

A la mañana siguiente Sophie despertó entumida. Moverse parecía difícil y necesitaba llegar al baño. Recordaba dormir sobre Andreus e incluso sintió a Angelo durmiendo contra su espalda. Ahora no estaban cerca pero escuchaba ruidos en la que asumía era la cocina pues a uno de ellos se le quebró un vaso.

Angelo apareció en la puerta a revisar si se había despertado con el ruido.

—Lo siento, cariño.

—Más adelante analizaré eso de cariño. Ahora tu visita es providencial. No puedo moverme, es como estar paralizada y duele mucho.

— ¿Puedes mover los dedos de manos y pies?

—Creo que lo hago pero siento como si no.

Angelo no bromeaba, estaba frente a ella viéndose serio.

—Iré por mi hermano, descuida.

Andreus entro pocos segundos después.

—Necesito ir al baño. Muero de la pena...

—Trataremos de levantarte. No estás con una lesión vertebral puesto que ayer estabas caminando. Quizás sea una contractura muscular. Hace un tiempo fui golpeado y pasé lo mismo. Te va a doler y lo lamento.

Y decir que le dolió fue quedarse corto. Lágrimas caían por su mejilla sin que pudiera detenerlas.

—Lo lamento cariño. Te vimos durmiendo tan bien que no te desperté. De haberlo hecho hubieses tomado un relajante muscular. Bañarte ayudará pero necesito que confíes en que no haremos nada fuera de lugar. Debemos quitarte la ropa pero te dejare la ropa interior puesta. Una vez que salgamos del baño te ayudaremos a vestirte.

Angelo la ayudó para que usará el servicio sanitario mientras Andreus traía el relajante. Después de tomarlo, Angelo abrió la ducha y puso dentro una especie de banco plástico. Se sentó en el, totalmente vestido sosteniendo a Sophie sobre su regazo.

Quince minutos después la pastilla en combinación con el agua lograron relajarla del todo.

—Hemos mojado la venda que te pusieron en las costillas porque aunque no fueron fisuradas sí están muy golpeadas. Traje vendas extra pero necesito que me prestes atención. Al quitarte la camisa me di cuenta que la venda sujeta hasta tus senos. Tengo que quitar todo y no quiero que te asustes. No te voy a tocar de forma íntima.

—Confió en ti.

La ayudaron a llegar al cuarto. Mientras Angelo se ponía ropa seca, Andreus se hinco frente a ella y sin destinar muchas miradas a la perfecta mujer frente a su rostro le retiró las bragas. Sophie tenía el rostro enrojecido, Andreus estaba cerca de su entrepierna, cada vez que respiraba enviaba pequeños escalofríos a todo su cuerpo.

Él estaba ayudándola eficientemente y ella solo fantaseaba a con sentir sus labios ahí. Él levantó la miraba y encontró el deseo en los ojos de Sophie y empezó a acercase sin romper el contacto visual. Acarició sus pliegues con la punta de su nariz, Sophie respiraba de forma entrecortada. Andreus fue más allá y paso la lengua un par de veces. Luego se puso de pie y la besó.

Fue un beso dulce, suave, no podría ser de otra forma cuando su mujer estaba herida.

—Sophie, mi hermano y yo te deseamos. Ambos lo hacemos.

—Los deseo a ambos también, Dios me perdone.

—Si pasamos a ese nivel, queremos que sea para siempre. Te daremos exclusividad, serás nuestra en todo sentido de la palabra. ¿Estás segura? Por ahora no podemos hacer esto público porque podría perjudicarte. Pero una vez graduada, daremos unos meses y luego lo haremos público.

—De acuerdo. He fantaseado con tenerlos desde que los vi en clase.

La acostó con cuidado. Se colocó entre sus piernas y empezó a lamerla, con tal hambre que su orgasmo llegó en solo segundos. Los gemidos de Sophie iban a volverlo loco. Angelo que llegaba en ese momento se puso duro de solo mirar a su hermano probando a Sophie.

— ¿Una cena privada o puedo comer también?

—Le explicaba a nuestra mujer que está herida y que hoy será solo así. Debes probarla hermano, sabe mejor de lo que imaginamos.

Mientras Angelo tomaba el lugar de su hermano y enterraba su rostro entre las piernas de Sophie, Andreus se situaba junto a ella y la besaba. Sophie tuvo un segundo orgasmo y luego cayó totalmente dormida. Cuando despertó estaba apenada. Maravillada sí, no solo por no sentir tanto dolor, sino por esos maravillosos orgasmos.

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