Capítulo 6

Luego de un fin de semana agitado con la mudanza a su nuevo hogar y de una dramática despedida de sus padres, Gloria se dirigía a su trabajo caminando.

Bitter Sweet Symphony amenizaba su mañana, ama esa canción. Aunque trata de cambiar su vida más al lado dulce que al amargo, no depender tanto del dinero sino más de sus metas. Y pues, muchas de sus metas no necesitan dinero afortunadamente, así por ahora para lo único que necesita ganar dinero es para estudiar otra carrera y nada más.

Mientras Granted, de Josh Groban termina, otra de sus favoritas, llega a su trabajo. Entra de inmediato, ya que ha salido casi justo a la hora y llega sólo para saludar rápidamente a Alma y subir el ascensor.

Es imposible que le dé los buenos días a Javier, ya que él seguirá llegando a la misma hora de siempre. Bueno, cuando se lo encuentre lo saludará.

Al llega al piso, se encuentra a María Luisa y la saluda. Javier está pasando por allí y Gloria lo saluda como siempre.

-Buenos días, don Javier. Que esta semana sea excelente.

María Luisa no puede evitar esbozar una sonrisa mientras está clavada en la pantalla del computador, revisando el itinerario de visitas y reuniones, como cada día. Javier sólo sube al ascensor y desaparece.

-No te das por vencida, ¿crees que algún día te responda?

-La verdad, no lo sé. Pero seguiré haciendo lo que es correcto, todos se merecen un buen saludo por la mañana.

-Excepto Marisel.

-Ella también. De un camión de carga, por supuesto.

Se ríen de la broma y Gloria se dirige a la oficina de su jefa. Cosa extraña, no ha llegado. Puede que la retrasara el tráfico o algo así. Vuelve con María Luisa para preguntar por ella, pero no sabe nada. Ambas se preocupan, porque Nelly suele ser muy puntual y responsable, en cuanto Gloria está buscando su número para llamarla, Javier aparece por el ascensor.

-Señorita Álvarez, venga conmigo a mi oficina. María Luisa, cancela todo el itinerario de visitas de la señora Nelly por hoy, excepto las reuniones a las que debe acompañarme. Espera más instrucciones.

Ambas se miran extrañadas y Gloria sigue a su jefe. Entra a la oficina, la que ha dejado de ser tan intimidante con el paso de los días. Se queda de pie, Javier le indica que se siente y se arregla la chaqueta con elegancia.

-Señorita Álvarez, la señora Nelly ha enfermado. No es grave, pero estará fuera por lo menos tres días, aunque le pedí que se tomara la semana. Probablemente no la dejará tranquila – la mira para esperar su respuesta -.

-Claro, me pareció extraño que no estuviera aquí. Precisamente la iba a llamar para saber si estaba bien.

-Me alegra su preocupación, porque usted deberá reemplazarla.

- ¡¿Qué!? Yo no…

-Usted sí, ella confía en que hará un excelente trabajo. Es la única que conoce todo el trabajo que debe hacerse, la señora Nelly dice que le ha enseñado bien todo lo que aquí se hace, excepto por las reuniones. Pero eso se lo enseñaré yo – no se escucha muy animado con esa última parte, ella tampoco lo está, pero… -.

-Si ella cree que estoy preparada, entonces lo estoy – se lo dijo con convicción, si su jefa creía que en tan sólo un mes estaba preparada, entonces no se iba a acobardar, no iba a defraudarla -. Sólo dígame qué hacer y lo haré.

-Muy bien – levanta el teléfono y marca un número de extensión -. María Luisa, Javier Sepúlveda. Envíe al correo de la señorita Gloria Álvarez el itinerario de la señora Nelly de estos tres días. Reagende las reuniones a nombre de ella y las visitas que la señora Nelly tenía programadas al área de distribución páselas a la próxima semana.

Y cuelga. Se queda mirando a Gloria, quién ya se ha puesto de pie.

-Espere. En la hora del almuerzo hoy tengo una reunión con un proveedor nuevo, usted debe acompañarme. Prepárese con las estadísticas de distribución que manejamos, las que hizo la semana pasada. Vaya a la biblioteca, si lo necesita, para buscar los históricos de la empresa. Tenemos que impresionarlo.

-Muy bien.

Y esa es toda la respuesta, segura y decidida. Se va a su oficina, enciende su música y se va a la biblioteca. Ella creía que era una sala de estar, pero dos semanas después su jefa la envió allí a buscar unos archivos. Está muy ordenada y se dio cuenta que sólo ellos la utilizan, al menos en la parte de la información sobre la empresa.

Toma un carrito y saca todos los tomos que encuentra sobre estadísticas de la empresa.

Al llegar a su oficina, cierra la puerta porque no quiere interrupciones o distracciones. María Luisa ya le ha enviado el itinerario y le informa que está cambiando las reuniones de mañana y el miércoles.

Su madre la llama, pero no le contesta. Le envía un mensaje rápido, “muy ocupada, hablamos por la noche”. Saca el primer libro y se pone a leer, tomar apuntes y hacer otras cosas que sólo ella entiende.

A las 12:45 escucha que golpean la puerta. Mira el reloj y se sorprende todo lo que ha hecho en la mañana. Se pone de pie para abrir la puerta, pero esta se abre y aparece Javier.

- ¿Está preparada? – hay duda, mucha duda en su pregunta -.

-Por supuesto – Gloria no duda para nada -.

-Muy bien, porque ya nos vamos.

-Deme cinco minutos, necesito ir a refrescarme al baño.

-Que sean cinco minutos de verdad, no el de las mujeres – y Gloria ve que se va camino al ascensor -.

Corre al baño, se lava la cara, se aplica delineador en los ojos y un poco de brillo labial, de ese en forma de frutilla que utilizan las niñas pequeñas. Saca una blusa limpia de su bolso, la hace ver más joven pero igualmente formal. Se suelta el cabello ondulado, lo arregla un poco con los dedos y ya está lista.

Se va rápidamente hacia el ascensor, Javier está al teléfono, ella aprieta el botón y se queda esperando, María Luisa la mira y cuando va a hablar, evidentemente eufórica por la apariencia de la chica, esta le hace una señal con el dedo para que no lo haga. Su compañera sonríe y sigue en lo suyo.

Se abren las puertas y Javier entra primero sin colgar, al darse la vuelta de queda mirando a Gloria, la que con total naturalidad entra y aprieta el botón “1”.

Le da la espalda a su jefe, mientras busca su teléfono que suena. La melodía típica de “Avengers”, sus personajes favoritos, anuncia que su amiga la llama.

-Ahora no puedo hablar – Carmen es su mejor amiga y sabe entender esas palabras -.

-Debes estar super ocupada. Bueno, te escribo y así me respondes cuando puedas. Te quiero.

-Yo también te quiero. Adiós – esa respuesta deja confundido a Javier -.

Guarda su teléfono, bajan del ascensor y se despide de Alma, la que por supuesto también se queda boquiabierta. Que exagerados todos, sólo es pelo al aire y algo de brillo labial para niñas.

Sigue a Javier hasta las puertas y ocurre algo totalmente nuevo y diferente: le abre la puerta para que salga primero. Por supuesto, nuestra Gloria no puede evitar mirarlo con sorpresa y sale sin poder creer el gesto de su jefe.

Lo sigue hasta el estacionamiento externo, se encuentra con el auto con el que el día de la entrevista casi la arrolla. Ella se dirige a la puerta trasera y él la detiene.

-Señorita Álvarez, atrás se van las niñas pequeñas.

-Es la costumbre, perdón – él mismo le abre la puerta de adelante y ella sube algo ruborizada -.

Javier sube y se salen hacia su destino.

El almuerzo termina con un apretón de manos entre un hombre regordete y Javier. Gloria respira aliviada, porque hubo un momento en que pensó que lo perderían, pero ella sacó su cerebro y consiguió sorprenderlo. Despejó todas sus dudas y el hombre aceptó cerrar el trato.

-Lo felicito, Javier. Tiene una asistente muy inteligente – dirige su mirada a Gloria -. Su apariencia joven es traicionera, señorita.

-Gracias, pero yo no…

-Así es la señorita Álvarez, una excelente asistente – la interrumpe Javier, suponiendo que diría que no es su asistente -. Me alegro de no dejarla ir.

-Cuídela, hombre. O me la llevo yo – suelta una carcajada a boca abierta tan estruendosa, que una niña en la mesa de al lado se asusta -. Necesito gente así, pero cuesta encontrar. Que tengan una buena tarde, le enviaré la copia firmada del contrato esta misma tarde.

El hombre sale del lugar y Gloria se sienta en la silla, más bien se desparrama.

- ¿Cansada?

-No. Aliviada. Fue duro de convencer.

-Para mí, porque para usted fue de lo más sencillo. ¿En serio se aprendió todo eso esta mañana?

-Claro, es lo que me pidió, ¿o no?

-Es usted tal como dijo la señora Nelly. Si me permite, iré al baño y luego a pagar nuestra cuenta.

Javier se va y ella se queda sonriendo un poco más. Sin querer, este día ha tenido doble éxito: consiguió el contrato con el nuevo proveedor y su jefe ha reconocido su talento, no de forma directas, pero lo ha hecho.

Mientras, Javier se lava la cara y trata de despejar su mente. Los pensamientos le van a mil por hora y trata de focalizar cuál es el origen. Debería sentirse satisfecho de un nuevo logro, sin dudas la jefatura estará contenta. Y es que en la empresa no se usan los títulos de gerencia, porque al dueño le molesta. Todos son jefes, ninguno es más que otro, aunque el idiota de Augusto ostente una tarjeta de presentación con el título de Gerente, sobre todo para impresionar a las mujeres.

Javier no es así, prefiere mantenerse lo más bajo perfil con su puesto. Sus logros son lo que importan, pero ahora siente que algo le molesta. Eso ya no es suficiente para estar satisfecho en su trabajo.

Nunca quiso tener relaciones personales en la oficina, porque la gente va y viene. Pero Gloria, ella es distinta. En el poco tiempo que lleva trabajando para él, apoyando a Nelly, ha hecho que vaya bajando sus defensas lentamente.

Esa chica tiene algo, esa chispa que tenía él en su primer trabajo, pero que perdió al entrar a la compañía. Se prometió a sí mismo que no bajaría la guardia, porque involucrarse con la gente del trabajo era peligroso y agotador. Lo aprendió bien en su primera experiencia laboral y no quería que eso se repitiera.

Se mira al espejo y respira. Sale a pagar la cuenta y va en busca de Gloria. Salen del lugar, mientras él no deja de pensar que la alegría y juventud de Gloria se les ha contagiado a todos. En varias oportunidades ha escuchado a María Luisa cantar alguna canción de las que la chica suele escuchar. Todos se saludan más y sonríen por todo.

La única que ha sido excluida de esta nueva vibra es Marisel, pero es evidente el por qué.

Suben al auto y van rumbo a la oficina. Javier intenta poner música, pero primero le pregunta a Gloria.

- ¿Te molesta si pongo algo de música?

-Es su auto, sus reglas. Usted sabe que la música no me molesta.

Javier pone una estación de radio y continúan el camino, pero se encuentran con un atochamiento.

-No pensó en ser cantante. Lo hace muy bien.

-Claro que no. Esa vida es muy difícil.

-Y la que lleva ahora, ¿es fácil?

-Para nada, pero al menos puedo hacer algunas cosas que me gustan.

-Si salimos luego de esta fila interminable, ¿le gustaría un helado?

Y hasta él se vuelve a sorprender. A la señora Nelly jamás la ha invitado a nada. Gloria no entiende si es por agradecimiento a su trabajo o es porque al fin ha bajado la guardia. Decide aceptar, porque no quiere parecer grosera.

-De chocolate, me encantaría – ella sonríe natural, alegre, con un gesto que Javier hace mucho no ve en la gente que le rodea. No es para complacerlo, es una sonrisa totalmente espontánea y libre de intereses personales -.

-Gloria, no tome mal mis palabras, pero creo que usted tiene una hermosa sonrisa – se fija en el camino, porque al parecer avanza un poco. Gloria se lo toma con buen humor -.

-Sonreír es gratis. No necesita dinero o algo a cambio. Es algo que se da y no se espera nada de regreso – le dice muy jovial, mirando por la ventana -.

Se hace un breve silencio y Javier le pregunta.

- ¿Por qué se iba a subir en la parte de atrás?

-Porque cuando he viajado en auto, siempre es en el de un amigo con pareja. Es obvio que la respectiva pareja ocupa ese lugar.

-Bueno, espero que esta nueva experiencia sea de su agrado.

-Sí, lo es. ¿Puedo preguntarle algo? – él asiente sin dejar de mirar el camino, que va al paso de la tortuga -. ¿Por qué recién me ha llamado por mi nombre, sin el típico “señorita”?

-Vaya, no me di cuenta. Me disculpo por eso.

-No, está bien. En realidad, me molesta un poco que me trate así. Usted es mi jefe y puede llamarme directo por mi nombre. Yo lo prefiero así.

-Pero me parece que sería incómodo. A todas las demás les hablo así.

-Porque todas las demás son mayores que usted. Y eso es signo de respeto. Pero yo no soy tan mayor. Me hace sentir solterona, la verdad.

-Pues por Gloria se quedará, pero no espere que la tutee, eso sería demasiada informalidad.

-No se preocupe. Con sólo decir mi nombre está bien. Siento que las arrugas y las canas tomarán más tiempo en llegar – suelta una risita, mientras Javier trata de contener la suya -.

En la radio suena Tú me cambiaste la vida, de Río Roma y Gloria comienza a cantarla bajito.

-Por favor, no se cohíba, en la oficina canta más alto, suelo escucharla desde mi oficina.

- ¿En serio? – lo mira con los ojos muy abiertos -. Qué vergüenza – dice tapándose la cara -.

-No se avergüence, tiene buena voz. Vamos, siga.

Javier le sube el volumen y Gloria sigue cantando. Él presta atención a la letra y mira a la muchacha frente a él. Es libre, alegre, llena de sueños y energía. Él empieza a contagiarse poco a poco y siente, tal como expresa la canción, ella aleja sus miedos y trae de vuelta las ilusiones que tenía a su edad. Termina y ella vuelve a sonreírle.

-Amo cantar. Es de las pocas veces que uno puede expresar lo que siente.

-Las canciones… - dice pensativo -.

Siguen hablando de otras cosas, Gloria ha olvidado lo arisco de su jefe y hablan como si fueran amigos de verdad.

Javier ha derrumbado la muralla que lo rodeaba él mismo. Al recordar el escándalo de Marisel, sonríe cuando Gloria le confiesa que, si él no la hubiese espantado, ella le habría dado su merecido, aunque le costara la salida de la empresa.

-Oiga, que linda sonrisa. Si lo hiciera más seguido, seguro que en la oficina le lloverían más admiradores que detractores.

-Así lo prefiero – reconoce con vergüenza -. Aunque desde que llegó, sólo me ignoran. Los ha contagiado con su alegría y yo ya no soy de temer.

-Yo creo que usted es una buena persona. Gracias por lo de Marisel, supe que usted estuvo detrás, pero ¿cómo se enteró?

- ¿Cómo se enteró usted que fui yo? – Gloria levantó una ceja y lo miró directo sin responder. Javier suspiró -. Bajé las escaleras con ustedes. Escuché todo – Gloria se pone como tomate. El tráfico vuelve a pararse -. Gloria, nunca más vuelva a callarse lo que esa mujer le haga. Me lo dice a mí, directamente, ni siquiera a la señora Nelly, a mí.

Y ella asiente, aún como tomate.

Al fin llegan a la esquina de la calle y doblan rumbo a la heladería.

Sin dudas este día ha sido diferente. Javier se ha dado cuenta que Gloria es importante para él, tanto en el trabajo como en esa parte íntima de él. Pero no es algo que quiera compartir, porque la puede espantar y porque no está seguro si es suficiente para ella. Aunque ella si lo es para él, mucho más de lo que le gustaría admitir.

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