Capítulo 3

31 DE AGOSTO – 12:00 pm

No puedo dejar de pensar en Ricardo y la situación por la que debe estar pasando. Le intento llamar en unas cuantas ocasiones y le he enviado mensajes hasta el cansancio, pero no me contesta ninguna llamada y los mensajes sí los lee, pero no los contesta, por lo que decido dejarlo por la paz.

—Necesita un tiempo a solas —me dice mi mamá—. Aislarse es su manera de enfrentar las malas situaciones, ya lo conoces. —Y tiene razón. Hace un año, cuando estaba a punto de reprobar una materia, recuerdo que no hablamos en lo absoluto por semanas. Hasta que pudo aprobarla fue cuando volvimos a hablar. Solo espero en verdad que su hermano esté bien.

Mi madre y yo estamos lavando los platos, pues acabamos de terminar de comer, una pasta Alfredo con un pollo en  crema de brócoli, delicioso, pero el desastre que queda es de lo más molesto, es uno de mis platillos favoritos pero la condición que me pone mi mamá siempre para que lo prepare es que cuando terminemos de comer la ayude a limpiar, cosa que si bien no lo hago con placer, no me molesta en absoluto hacerlo.

Cuando estoy por secar el último plato escucho cómo la puerta principal se abre, es raro, no esperábamos ninguna visita. Me asomo desde la cocina y me toma por sorpresa ver que es mi padre el que va entrando. Es sumamente extraño de su parte que se desocupe antes de las 6:00 de la tarde, así que le pregunto la razón por la cual está en casa temprano.

—No había mucho trabajo hoy — dice mientras deja su maletín sobre las escaleras.

Mi madre saluda feliz a su esposo, con un beso y un abrazo. Mientras yo les grito a mis hermanos para que bajen a saludar a mi papá y decidimos aprovechar la oportunidad para pasar un momento en familia, pues no es común que estemos todos reunidos ya que mis otros tres hermanos siempre están trabajando o estudiando, al igual que yo, y mi papá pasa casi todo el día en reuniones con sus clientes. Supongo que algo bueno nos está dejando la epidemia y sus restricciones. Más tiempo con la familia.

Entre risas y anécdotas mi hermana hace el comentario que hay una nueva película en el cine, una película de superhéroes y propone que vayamos a verla. Todos se emocionan y aceptan con rapidez, pues sería la primera salida con toda la familia junta desde hace ya un buen tiempo, creo que, desde hace meses incluso, pero yo no estoy tan de acuerdo. Aunque los cines siguen abiertos y han promovido fuertemente que dentro de las salas se cuentan con todas las medidas de sanidad necesarias yo les recuerdo sobre la situación actual y sobre la cuarentena por la que está pasando la ciudad y la que debemos respetar.

- Si no es necesario salir que no lo hagamos. – Les insisto, pues esa extraña enfermedad estaba ahí afuera y lo mejor sería que nos quedáramos en la casa.

Mis hermanos inmediatamente me reprochan y me dicen cosas como ''eres un aburrido'' o ''hace mucho tiempo que no estamos juntos, hay que aprovechar'' pero al final mi papá es quien entra en razón y los tranquiliza.

—Es cierto, debemos quedarnos aquí. Igual podemos pasar un buen rato en familia en la casa. —

Al final, mis hermanos, aunque molestos, aceptan. Decidimos que, si no podemos ir al cine entonces, veríamos una película en alguna de las múltiples plataformas de streaming todos juntos en el cuarto de mis papás. Aún no estoy seguro cómo le haremos para poder estar todos en su habitación, pero creo que eso es lo de menos.

Entre mis hermanos nos dividimos las tareas para poder tener una increíble tarde juntos; uno buscará la película que veremos, otro buscará frazadas para que todos estemos cómodos y mi tarea es preparar la botana.

Me dirijo hacía la alacena y abro la puerta, busco entre las incontables bolsas de arroz, frijoles, pastas, condimentos, etc. Pero no encuentro nada, no hay ni palomitas, papas ni ninguna otra comida chatarra.

—Bueno, parece que tendremos que ir al Walmart —dice mi mamá detrás de mí que se encuentra viendo el desastre que hago en su alacena moviendo todo lo que hay dentro de un lado a otro. —Además, puedo aprovechar y traer algunas cosas para la comida de mañana, vamos. —agrega.

Suelto un suspiro de frustración y de mala gana me pongo unos zapatos y nos encaminamos a la tienda por las botanas y por algo del mandado.

Nos subimos a la camioneta de mi madre, ella pide manejar, así que mi labor será ser el copiloto, es decir, mover la radio en busca de una canción para el camino. Cambio las estaciones y mi mamá me pide que me detenga. – Esa me gusta. – Me dice y sube el volumen. La canción es algo vieja, de hace más de diez años, pero la reconozco, sé que es de una de las artistas que le gustan, pues era las que escuchaba en su juventud.

Mientras ella canta a todo pulmón, yo me quedo observando por la ventana de la camioneta. Mientras avanzamos por las calles me doy cuenta de que la ciudad ha cambiado demasiado en tan poco tiempo. La epidemia se hizo notar de golpe, antes no era muy evidente que había una extraña enfermedad asechando en las calles, solo uno que otro comentario que el amigo de un amigo se había enfermado o quizá una que otra noticia de que en el hospital estaba aumentando el flujo de pacientes, pero ahora, ahora todo era muy diferente.

Ambulancias estacionadas fuera de las casas mientras se llevan a personas que se ven sumamente enfermas, tosiendo sangre, pálidas y vomitando mientras sus familiares les lloran al momento que los suben en las camillas ahora es algo común, otras calles están incluso acordonadas por listones amarillos en los cuales se alcanza a leer: ''PELIGRO, RIESGO ALTO DE INFECCIÓN''.

Todo parece tan irreal.

Llegamos al estacionamiento de Walmart, está inusualmente vació para la hora del día que es. Salimos del automóvil, vamos por un carrito para poner nuestra despensa y en la entrada un guardia de seguridad nos pide que nos registremos. – Es para tener un control de cuantas personas tenemos dentro, no podemos permitir tanta aglomeración por el riesgo de infección. – Nos dice, bonita manera de recordarnos que debemos quedarnos en casa. Mi madre toma una pluma que el guardia le ofrece, anota nuestros nombres y hora de entrada. Cuando termina le devuelve la pluma y el guardia nos hace un gesto con la mano indicando que podemos entrar. – Intenten tardar menos de una hora. – Nos dice al final.

Una vez adentro, la situación no es muy diferente. Los pasillos que alguna vez estaban llenos de personas buscando sus frutas, verduras, carnes y todo lo necesario para el hogar son cosa del pasado. Solo hay un puñado de gente que no tienen la intención de permanecer dentro más de lo necesario. En un día cualquiera, se tomarían su tiempo para seleccionar bien sus productos y caminar por los pasillos con tranquilidad. Ahora todos se mueven con agilidad y rapidez sin pensar mucho en qué agarran. Incluso los empleados son escasos, solo unos cuantos por aquí y por allá. De hecho, solo tres cajas se encuentran abiertas, aunque bueno, por la cantidad de personas que estamos comprando realmente no representa un problema.

Mi mamá sigue su ejemplo y va rápidamente a tomar algunas carnes, verduras y demás, mientras yo voy al pasillo de las botanas.

Ya con lo necesario seleccionado y pagado mi madre y yo regresamos a casa. En el camino le envió un mensaje a mi mejor amiga, contándole mi experiencia y preguntándole cómo se encontraba, me contesta casi de inmediato.

—Bien. —Es todo lo que dice su mensaje. — Aunque al parecer mi roomie no tanto. — Agrega en otro. — Desde que cayó enferma y fue internada en el hospital no he sabido nada de ella, su familia vino a la ciudad a cuidarla, pero tampoco me contestan los mensajes. Y yo pues supongo que me voy a ir pronto. Sin clases ¿para qué me quedó aquí? —

Ella no es de la ciudad. Vive en otro estado a siete horas en autobús, por lo que es lógico que, si el único motivo por el cual está aquí, que son las clases, se han cancelado, se quiera regresar a su casa. Dentro de mí quisiera poder hacer lo mismo. Irme de aquí con mi familia, por lo menos hasta que las cosas con la enfermedad se tranquilicen, eso me haría sentir más seguro.

                                                                     1 DE SEPTIEMBRE – 6:45 PM

—Diez… once… doce… —Dejo caer las mancuernas al suelo.

Estoy en el gimnasio, aprovechando que otra de las ‘’ventajas’’ que ha dejado esta situación es la gran cantidad de tiempo libre que tengo. Sé que no debería estar aquí, que debería quedarme en casa y no arriesgarme a enfermarme, de hecho, no hay nadie en el gimnasio más que yo y otro señor, pero necesito algo para distraerme y, aunque pensé que jamás diría esto, jugar solo videojuegos todo el día o ver películas en las plataformas digitales ya se está volviendo algo aburrido, además, en la televisión no dejan de pasar noticias todo el día sobre cómo el virus contagia diario a miles de personas, era estresante, necesitaba alejarme de todo eso.

Me limpio el sudor de la frente con mi toalla de mano y camino hacía uno de los bebederos para hidratarme un poco. Cuando termino voy hacía mi mochila para poder guardar mis cosas y regresar a mi hogar, pero antes me momento para observarme en los espejos que adornan toda la pared norte de las instalaciones. Antes era delgado, demasiado, incluso me hacían burla en la secundaria y en la preparatoria por lo mismo. Una vez que entré a la universidad me di la tarea de trabajar mi cuerpo y por varios años lo he hecho. Ahora puedo notar que ha dado frutos; mi cuerpo está más ancho, los bíceps resaltan más al igual que mis hombros y los pectorales tienen un buen contorno. Mi piel está morena por las horas que paso corriendo casi diario en la pista y mi cabello largo y un poco ondulado está despeinado gracias al sudor. – Me veo bien. – Me digo a mí mismo.

Un sonido me distrae de mi narcisismo; es un celular, mi celular. Me apresuro a buscarlo dentro de mi maletín, pues no es cualquier llamada, es el timbre personalizado que tengo para Ricardo.

     —¿Bueno?

     —Hey, hola... —Escucho finalmente a Ricky del otro lado de la línea.

     —¿Cómo estás? Hace días que no sé nada de ti.

     —Emm... bien.

     —¿Sucede algo? — le pregunto.

     —Encontramos a mi hermano. – Dice, y al momento en que pronuncia las palabras, su voz se desgarra un poco.

     —¿En serio? ¿Y cómo está? ¿Por qué no les contestaba? – Me atrevo a preguntar, temiendo su respuesta.

     Ricky no contesta, no dice nada por unos segundos, hasta que lo escucho suspirar.

     —Está muerto. -

Esa última palabra me congela en el instante. No puedo creerlo, debí de entrar en shock pues me mareo un poco y me veo obligado a recargarme sobre una pared para no caer al suelo. Puedo sentir un nudo formándose en mi garganta junto con palpitaciones en el pecho.

     —Lo... lo siento mucho, en verdad. —Digo con la voz temblorosa.

     —Mira, solo quería avisarte, para que vengas al funeral. Será en los próximos días. -

     —Claro, ahí estaré.

     —Bueno, te mando mensaje luego, ¿sí?

     —Está bien... pero, ¿estás bie...

     Ni siquiera me deja terminar la oración cuando cuelga la llamada.

                                                                 2 DE SEPTIEMBRE – 9:30 AM

Durante el desayuno lo único en lo que puedo pensar es en las palabras de Ricardo, la noticia que su hermano ha fallecido me ha tenido muy consternado, aunque no han dicho la causa oficial de muerte estoy casi seguro que ha sido por esa extraña enfermedad, últimamente ha sido la causa más común de muerte entre los ciudadanos de Sunsfield.

Les cuento a mis padres sobre lo sucedido y de inmediato toman el teléfono y le llaman a Ricardo y a su familia para darles el pésame. La señora Irma contesta y recibe las condolencias, pero Ricardo no. El día de ayer me dijo que me avisaría cuando fuera el funeral, pero aún no tenían una fecha. “Probablemente mañana o en dos días”, es lo que dice la señora. Es algo raro que no fuera inmediatamente el día o al día siguiente que lo encontraran, pero la señora nos explica que se había encontrado el cuerpo de su hijo en ''circunstancias extrañas'', por lo que le estaban haciendo autopsia para comprender mejor la causa de su muerte.

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