Obsesivamente Mío (Libro 10:Amores Obsesivos)
Obsesivamente Mío (Libro 10:Amores Obsesivos)
Por: Verónica Medina (Nashell1D)
Capítulo 1.

Un chico de ojos verdes claros, estaba siendo embestido por alguien que nunca se imaginó que fuera capaz de hacer algo como eso con él. Sus pequeñas manos se aferraban lo más que podían al barandal que estaba en una de las ventanas de la última planta de la iglesia.

El pequeño pueblo estaba iluminado por los grandes faroles que el demonio que estaba abusando de él había regalado.

Todos pensaban que era un Dios, un Ángel mandado por los dioses o que simplemente era alguien que había llegado para ayudar a las personas sin ningún tipo de beneficio o de recompensa por hacerlo.

El menor sabía qué clase de persona era, quien era el causante de su insomnio por las noches y que sus días fueran los más dolorosos que alguna vez imaginó. Con cada toque sentía que era destruido de a poco. Sus ojos ya no mostraban el brillo que siempre lo caracterizó ante los demás.

Pudo respirar en paz cuando ya no lo tenía cerca, su cuerpo estaba tan débil que si no hubiese sido por los brazos que lo rodearon antes de que cayera contra el piso. Un beso cayó sobre su cuello y no hizo más que ponerse a llorar como siempre terminaba al final de cada encuentro.

— Hay algo que debes de saber —el silencio fue la respuesta que necesitó para continuar—. Estoy embarazado.

Meses antes.

Harry corrió lo más rápido que pudo por el orfanato, iba realmente tarde a sus clases, fue una estupidez enorme el tener que salir tan tarde su habitación y sobretodo limpiarla cuando tenía que estar al pendiente de que una falta a sus papeles de adopción serian un problema enorme para su futuro si deseaba salir de ahí e ir a alguna universidad en Nueva Zelanda.

Para su suerte, el maestro no había llegado a un por lo que podía respirar al fin libre de culpa. Se sentó en la última fila, cerca de la ventana que tenía una hermosa vista hacia el mar. Se rascó sus brazos cuando estos comenzaron a sentirse más calientes de lo habitual.

— Estás hermoso, Harry, yo si te doy —dijo Ronald, su mejor amigo a su lado—. Si no fueras hombre, te rompería en dos.

— Deja de decir esas cosas, me avergüenzas cuando haces esos comentarios —golpeó su brazo—. Deja eso, somos hombres y estamos en una iglesia.

— Lo sé —le guiñó un ojo—. Ya verás, no podrás estar lejos de mi cuando ponga mis manos en ti, conejito playboy —le lanzó un beso—. Caerás ante mí.

— Eres asqueroso —hizo una mueca de asco.

— Jóvenes —una monja entró con alguien detrás de ella—. Les presento al nuevo sacerdote de la iglesia —su sonrisa le daba a entender de que estaba encantada con él—. Su nombre es Liam Jackson y estará con nosotros a partir de ahora.

— Espero que nos llevemos bien, chicos, y que podamos hacer muchas cosas juntos —Harry entrecerró los ojos hacia él, algo no le daba buena espina—. Nos vemos en la tarde.

— Adiós —dijeron todos.

Liam salió, con sus manos entrelazadas en su espalda baja, no sin antes darle un breve mirada a todos en el lugar. Sonrió, lo encontró después de todo era idéntico a su padre. Si iba a divertir bastante con su medio hermano.

Era la hora de la comida, y ya todos los estudiantes estaban libres de todas las asignaturas. Harry  se movía de un lado a otro esperando que llegara su turno para poder comer como los demás estudiantes.

— El trasero del nuevo padre es enorme, así como el tuyo —Harry  puso los ojos en blanco—- No digas que no se lo viste, pecador.

— Debes de ir a confesar tus pecados —se giró hacia él—. ¿Siempre le andas viendo el trasero a las personas?

— Sólo a las que lo tienen apetecible —le dio un apretón a las nalgas de Harry—. Mira que las tuyas están duritas.

— Le agradezco a los dioses que las habitaciones son individuales, porque ya me hubieses violado —tomó la bandeja—. Gracias.

— No, pero ya verás cómo me meto entre tus sábanas, conejito, y luego hacemos cosas sucias —subió y bajó las cejas—, pero... prometo no hacerlo muy duro.

— Sólo cállate.

*****

Liam  miró la habitación que le habían dado, junto con varios cambios de ropa. Buscó su teléfono y agradeció que al menos tuviera señal. Hizo algunas llamadas y buscó sus maletas sacando sus cosas. Tomó la carpeta que por más de cinco años iba llenando con fotos de Harry. Desde que supo que tenía una familia de la cual no tenía idea hasta que su padre biológico dio con él después de la muerte de la mujer que creyó que era su madre por más de veinticinco años.

Ahora era el propietario de ese continente, diablos. El niño era precioso como para que sólo tenga dieciséis años, había conocido al otro Harry , al esposo de su padre y si que se parecían en todo.

Era increíble el parecido que tenían esos dos eran idénticos. Lamentablemente para ellos, jugaría primero con el chico que estaba ahí, y ya después se lo llevaría a ellos para que se quedaran con lo poco que quedaba de él, si era que no lo desaparecía primero.

Al menos, en esa iglesia no eran de esas que los curas debían de usar. Se colocó un pantalón junto con una polera y salió mandando algunos mensajes de que ya iba de camino hacia la costa.

Un débil cuerpo chocó contra el suyo, mandando su teléfono hacia el piso, rompiendo la pantalla.

— Lo siento, señor —se detuvo en seco al escuchar la voz de Harry—. Venía corriendo y no veía por donde iba... le juro que lo siento —tomó el teléfono y lo limpió con su pantalón— .Tenga.

— No te preocupes, Harry —lo tomó—. Debí saber también que alguien venía como si lo estuvieran persiguiendo.

— Es algo así, señor —movió la punta de uno de sus pies, algo apenado—. Ando huyendo de mi amigo.

— Vaya, eso sí que no me esperaba —dijo Liam, ladeando la cabeza—. ¿Seguro que está todo bien?

—Si... bueno no —rió, nervioso—. Quiere violarme...

— Eso es algo que yo haría —Liam  mordió su labio — Pero si no estuviera en el camino del señor —dijo rápido—. ¿Quieres ir conmigo a un lugar cerca de aquí?

— ¿A esta hora? —miró hacia la calle—. Es muy tarde, y las calles están oscuras.

— No importa —le sonrió, sin mostrar los dientes—. Iremos a la costa a buscar algunas cosas para el pueblo.

— No creí que eso pueda ser posible, señor —le sonrió tenso—. Ya es tarde, pero tal vez otro día lo acompañe.

—Bueno, nos vemos mañana Harry. Recuerda que debemos hacer algunas cosas después de la misa de mañana.

— Si, si —asintió, repetidas veces—. Hasta mañana, señor Jackson.

— Hasta mañana, Harry .

*****

Liam miraba desde su lugar en la misa, al pequeño Harry rezarle a sabrá que Dios. Ni siquiera se había parado a investigar sobre la religión de ese sitio. Sólo sabe que llegó y fue para quedarse, los rumores de que unos ancianos se habían mudado en una de las montañas más costosas de ese lugar, no se hizo esperar. Rió que creyeran que eran sus empleados los dueños del lugar.

Ese día, llevaría a cabo su propio trabajo. Pero, se llevaría el premio mayor y ese era Harry. Ya tenía en mente lo que le haría si no hacía lo que le pedía. Sería la persona en la cual confesaría todos sus pecados, de sólo imaginar lo que Harry le diría sería algo estúpido.

Salió de la iglesia después de que todo había terminado y se quedó de pie mirando como todos salían con rumbo hacia el orfanato. Esos niños necesitaban tener una vida fuera de ese lugar, porque si seguían así, las cosas terminarían mal para ellos cuando salieran de esa isla.

Siguió de manera alejada a Harry, estaba atardeciendo por lo que supuso que tal vez el menor iría a descansar o a tomar un baño.

Rodó los ojos cuando vio al amigo de éste correr detrás de él, y no le quedó de otra que entrar a la suya, ya buscaría la manera de hablar a solas con Harry .

Harry se encerró en su habitación y se despojó de su ropa, haciendo una mueca cuando su cola de conejo comenzó a picarle, nadie en ese lugar sabía que tenía esa pequeña cosita, la única persona que estaba al tanto de eso, era la mujer que lo cuidó cuando llegó a ese lugar y que había fallecido hace un tiempo.

La puerta de su habitación fue abierta, y antes de que pudiese girar para decirle a su amigo que debía de salir, el frío metal de una pistola fue colocado en su nuca, manteniéndolo inmóvil.

Lo descubrieron, ya sabían lo que era y se lo llevarían a uno de esos lugares donde se hacen inventos con los chicos como él, ya no vería la luz del sol jamás en su vida y eso lo asustaba.

— Así que eres un conejo —el menor cerró los ojos—. Debes de valer mucho si te llevo conmigo.

— Por favor...

— No te he dicho que hables, Harry —movió el arma por sus rizos—. Ve hacia la cama en este instante.

— No quiero...

— No es una pregunta, es una puta orden —le dio un empujón—. Tienes dos opciones.

— ¿Cuáles son? —preguntó, sin girarse.

— Es llevarte a donde perteneces o hacer algunas cosas por mi cuando te lo pida sin quejas —hizo que el menor girara hacia él.

— ¿Quién es usted? — vio que el sujeto tenía un pasamontañas.

— Tu nuevo dueño, pero debes de hacer lo que diga —le mostró el arma—. No hagas nada de lo que después te puedas arrepentir.

— Haré lo que me pida, pero no me lleve a ese lugar —buscó una almohada para tapar su desnudes—. ¿Qué debo de hacer?

— Colócate de manos y rodillas —ordenó.

Harry lo miró sin entender qué pretendía hacer con eso, pero de todos modos hizo lo pedido. Cerró los puños cuando lo sintió subirse en la cama, y dejó la pistola sobre la mesita junto a él. Su pobre respiración se atascó por completo y sólo pudo quedarse quieto esperando a que su martirio terminara antes de que comenzara.

— Esto será rápido, Harry —besó la espalda del menor—. Prometo que no te dolerá más de lo que crees.

— ¿Qué es lo que hará? —se giró un poco para ver el cierre del pantalón—. ¡Eso está mal!

— Por esa razón vas a rezar —le dio una nalgada y lo inmovilizó con una de sus manos—. No debes de faltarle respeto a tu Dios todopoderoso, Harry —. dirigió su miembro a la entrada del chico, sacándole un grito lleno de dolor—. Será más doloroso para ti si no tienes a tu Dios contigo.

— Por favor, no —rogó—. Esto no está bien...

— Padre nuestro —ignoró al menor—. Inicia Harry .

— Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...—lo estaba estirando demasiado—. Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo — los sollozos no tardaron el salir, en el momento que las embestidas iniciaron con rapidez.

— Danos hoy nuestro pan de cada día —siguió la otra persona.

— Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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