Capítulo 1.

Sus padres a lo largo de los años se encargaron de demostrarle que no era un bicho raro por ser diferentes a ellos. Sus ojos eran una muestra de que al parecer no era de esa familia, porque todos tenían los ojos marrones o verdes y las únicas personas que tenían los ojos azules era su primo Jedward y el padre de éste. Pero sus abuelos no tenían los ojos de esos colores tan llamativos como eran los suyos.

Ese día sus padres insistieron demás con que debía de ir a una escuela normal con los demás chicos para tener un poco de socializar con los demás, pero le era imposible hacerlo. Todos en ese sitio parecían niños fresados y él parecía un cordero a medio morir.

Las pocas personas que había en el pasillo eran estudiantes que hacían de las suyas al escaparse de clases o que solo llegaban tarde a estas, él tenía miedo de que su profesor sea de esos que sean estrictos con la hora de llegada porque iba realmente tarde y eso que apenas era su primer día de clases.

Según lo que le dijo la secretaria de ese lugar era que solo tendría un solo profesor para las asignaturas de ese año y al menos agradeció eso, porque estaba seguro de que moriría si tuviese que estar con todos esos niños raros. Hizo una mueca cuando su cola se enrredó en un lugar muy comprometedor cuando comenzó a subir las escaleras hacia el segundo piso de esa escuela.

Miró su horario de clases y soltó el aire que tenía en los pulmones y luego tocó la puerta de su nueva aula. Debía de hacerlo, él podía estar en ese lugar así con todas sus peculiaridades. Mordió su labio y arregló bien su cola cuando la voz del otro lado de la puerta dejó de hablar, ahora sí que estaba muerto de miedo y no sabía qué haría si cometía un error como los que cometía.

La puerta fue abierta y de esta salió un hombre extremadamente alto que pensó que se caería hacia atrás cuando lo vio con el ceño fruncido y notablemente furioso con la interrupción a su clase.

El menor quiso salir corriendo al ver la mirada de pocos amigos que tenía el mayor con él en ese momento y antes de que este pudiese decir algo le dio un papel doblado el cual le dieron en la dirección,

El mayor lo tomó rápidamente cerrando la puerta detrás de él, sin despegar la mirada del más bajo.

— Así que Liam Hamilton Jackson —lo miró de arriba hacia abajo—. ¿Eres el nieto de Liam Jackson y de Harry Hamilton  de Jackson, cierto? —el chico asintió, sin levantar la mirada del suelo y el mayor rodó los ojos—. Cuando te hablo tienes que mirarme, es de mala educación no mirar a tus superiores cuando te están hablando.

—Lo s-siento, s-señor —suspiró, mirándolo—. Soy n-nieto de Liam Jackson y de Harry Hamilton de Jackson —jugó con sus dedos sin dejar de mirarlo y este asintió.

— Entra a clases, ya después veremos qué haré contigo —se hizo a un lado—. Siéntate en la silla vacía enfrente de mi escritorio. Necesito tener los ojos en ti durante tu estadía en este lugar y no quiero quejas —abrió la puerta para que el niño entrara y luego lo hizo él.

Liam fue a sentarse rápidamente donde el maestro le indicaba con las mirada de los presentes sobre él, eso era algo que lo estaba poniendo extremadamente nervioso. Él nunca salía de casa a menos que fuera con su padre a algún sitio de la ciudad y eso era a veces.

— Tenemos un nuevo estudiante..., sabemos que el año escolar está muy avanzado pero eso no quiere decir que el nuevo estudiante no pueda ponerse al día con las clases —lo miró esperando que se presentara.

— H-Hola, mi nombre es Liam Hamilton  Jackson mucho gusto —el salón completo se llenó de murmullos desde que dijo su nombre y apellido.

Liam suspiró y cerró los ojos un momento cuando sintió una especie de déjà vù, se sintió como si hubiese vivido ese día anteriormente en alguna parte de su pasado, pero no tenía idea de en qué momento pasó eso.

Un chico detrás de su asiento les sonrió amistosamente y él no dudo en corresponder. El profesor le dio unas cuantas recomendaciones para que se pudiese al día con las tareas asignadas.

Apuntó todo lo que decía e incluso lo que había escrito en la pizarra como sustento en sus próximas clases. No pasó de desapercibido que era el hijo de uno de los boxeadores más reconocidos en todo el mundo. Noah Hamilton Jackson.

Su padre se había hecho notar en cada una de sus peleas alrededor del mundo y que hoy en día cuenta con un sin número de peleas ganadas y muy pocas pérdidas. El sonido del timbre sonó en todo el lugar al igual que en los pasillos y todos los estudiantes se levantaron de sus lugares para ir al receso que tenían a esa hora.

— Hola —el chico que estaba detrás de él llamó su atención—. Soy Christian.

— Soy Liam —tendió su mano en forma de saludo—. Es un gusto conocerte.

— Para mí también —ajustó su mochila en uno de sus hombros—. ¿Quieres ir conmigo a la cafetería?

— Claro, sería un placer —le dio una breve mirada a su profesor el cual estaba borrando lo que había escrito en la pizarra—, ¿Puedes esperarme afuera? Tengo que hablar con el profesor para ponerme al día con las clases.

— Vale, no hay problema —fue hacia la salida del aula para esperar a Liam.

— ¿Necesita algo de mí, joven Hamilton? —preguntó el profesor, logrando que el chico diera un salto del susto que se llevó.

— Si —asintió—. Yo quiero s-saber si me p-pudiese dar un l-listado de las c-clases que d-debo h-hacer.

— ¿Puede venir después de clases? —dejó el borrador sobre el escritorio—. Así es mucho mejor darle todos los apuntes que necesita.

— Sí, claro que puedo —asintió rápidamente.

— ¿Alguno de sus padres viene a buscarlo? —el chico negó—. Tenemos más tiempo entonces para ponerlo al día con las tareas. Espero que les mande un mensaje a sus padres o que al menos los llame por si llega tarde.

— Si, los llamaré antes de venir —jugó con la correa de su mochila—. Gracias, profesor.

— No es nada —le sonrió.

— Muchas gracias —hizo un ademan de manos y salió del salón donde se encontró con Cristian esperándolo de forma impaciente.

Pero su mirada estaba en algún punto específico del pasillo para ser más preciso donde estaba un grupo de estudiantes que vio en su salón de clases cuando entró. Se veían como los típicos chicos malos que se debe de andar con cuidado porque son de armas tomar.

— Ya estoy aquí —Cristian se giró hacia donde estaba él y lo tomó de la mano para llevarlo hacia la cafetería.

Uno de los chicos se les quedó mirando con cara de pocos amigos al ver sus manos unidas. Un olor extraño y muy poco conocido llegó al olfato de Liam, buscó en el aire y luego frunció el ceño al darse cuenta de que venía de su nuevo amigo.

— ¿Por qué hueles a capuchino?

— ¿Qué? —abrió la puerta de la cafetería — No sé de qué me estás hablando. No huelo a capuchino, no he tomado...

— No hablo del café —susurró—. Hueles a ese mono... —Cristian le puso una mano en los labios.

— Cállate —le sonrió, forzado—. Solo no lo digas eso en voz alta, por favor —Liam asintió—. Nadie en este lugar del demonio lo sabe… sólo tú y una persona de la cual no quiero decir su nombre.

— Lo siento —se colocaron en la fila—. Es solo que tu olor me pareció extraño y pensé que tenías a ese animal como mascota.

— No tengo eso —rió y después hizo una pausa—, ¿Cómo sabes que huelo a eso? Sólo una persona que sea de la misma raza o de una raza diferente puede saber eso de mi o de cualquier otro híbrido —susurró, muy cerca de él para que nadie más los escuchara hablar.

— También soy parte de estos experimentos —jugó con sus dedos—. La única diferencia es que yo no tengo orejas y esas cosas que un gato debe de tener un mitad gato..., solo tengo una maldita cola que casi me llega al tobillo —eso logró que Cristian soltara una carcajada—. No te rías, es algo serio.

— Tengo que hacerlo —secó las lágrimas que salieron de sus ojos—. La mía también es larga y más aún por mi tamaño —se miró a sí mismo.

— ¿Qué me dejas a mí? —le sacó la lengua y tomó una bandeja al igual que Cristian.

No tomaron muchas cosas para comer por lo que les fue fácil despejarse de tantos olores raros que habían en ese sitio. La mesa en la cual se sentaba Cristian totalmente solo estaba a unos cuantos metros de la mesa donde estaban los chicos que parecían ser los reyes del lugar.

— Por lo visto no tienes amigos en este lugar, Cris —murmuró Liam, y éste asintió—. Descuida, yo tampoco tenía amigos en la otra escuela en la que estudiaba por lo que vi como un respiro lleno de alivio para mí el que mi padre tenga una temporada aquí en estados unidos.

— Sería genial tener un padre así como el tuyo —subió las cejas—. Mi padre murió hace años en una batalla en Alemania del norte y solo somos mi madre y yo en casa.

— Lo siento mucho —Liam se sintió mal—. No quise decir algo fuera de lugar...

— No hiciste nada malo, Liam —negó con la cabeza—. Es solo que algunas veces me siento mal cuando me acuerdo de mi padre, pero tengo que superar eso en algún momento de mi vida.

— Tienes razón —asintió—. No sé qué haría sin mis padres o mis abuelos que me han ayudado a lo largo de los años con mis problemas.

— Tu familia tiene fama en todo el mundo —tomó de su bebida, sin despegar la mirada de Liam—. Aunque, no creo muchas de las que dicen como que tus abuelos son mafiosos o que en tu familia todos los hijos que han nacido son propios y no adoptados, pero que sobre todo que un hombre puede tener hijos.

— Eso es estúpido —sonrió sin mostrar los dientes y comenzó a comer desviando la mirada—. Nadie en mi familia puede tener hijos propios siendo homosexual y esas mierdas.

— Eso pensé, pero como dije no todo lo que dicen en esta vida es verdad —le guiñó un ojo—, ¿Qué le pediste al profesor cuando salí del salón de clases?

— Sólo le pedí que me ayudara con las materias que tengo que ponerme al día —se encogió de hombros—. Me dijo que le pediría a mis demás profesores que le pasaran los apuntes a él después de clases.

— Eso es raro —dijo para sí mismo—. Nunca algo como eso a ningún estudiante que haya entrado como lo hiciste tú.

— No sé porqué lo hizo —dirigió su mirada hacia donde estaban los demás chicos que no le quitaban la mirada de encima—, pero creo que es mucho mejor que no esté al día con las clases que tengo que hacer... ¿Por qué diablos nos siguen mirando?

— Ellos solo nos están observando porque alguien se sentó conmigo y quieren saber si el chico nuevo es igual de antisocial que yo.

— ¿Por qué él no te quita los ojos de arriba? —Cris suspiró.

— ¿Tienes tiempo para una historia de quien es el único que sabe quién soy?

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