Capítulo 5.

Su padre no habló con él en todo el fin de semana por lo que el lunes fue la misma rutina para él cuando fue levantado para ir a la escuela. Su padre, estaba de lo más feliz el domingo en la noche que incluso le permitió cenar con los demás miembros de la casa, como si fuesen la familia más amorosa del mundo.

Al parecer le había convenido el que Lucas se haya acostado con esos dos hombres, porque su cuenta bancaria cada vez era más alta y eso que solo habían pasado dos días y nada más.

Su hermano se había mostrado ese lunes en la mañana de lo más amable con él, bueno, no mucho porque su actitud seca seguía siendo la misma porque cada vez la palabra fenómeno se hacía más relevante en su día a día.

Ahora Karina estaba con él en la cafetería, mientras esta se arreglaba de vez en cuando el cabello para verse presentable para Nanya, quien venía entrando junto con su hermano y caminaban hacia donde estaban ambos sentados.

— Nos diste un susto de muerte el fin de semana —dijo Harry haciendo un puchero—, pero me alegro de que tu papá no te haya hecho nada.

— Muchas gracias —le dedicó una pequeña sonrisa—. Mi papá no me hizo nada y eso está bien para mí.

— ¿Por qué tu hermano solo se queda mirando hacia donde estamos nosotros? —preguntó Harry, e hizo una seña hacia donde estaba Adelmis.

— De seguro es que desea venir hacia aquí —dijo Nanya, tocando su mentón—, pero no lo quiero cerca de nosotros, no me da buena espina y más por las cosas que se dicen de él en el pasillo de esta escuela.

— ¿Qué clase de cosas se dicen de él? —preguntó Karina, había escuchado sobre ciertos rumores de su hermano en los pasillos.

— Tu hermano casi manda a un chico al hospital hace algunas semanas, porque éste se tropezó con él saliendo del baño. Su carácter no es el mejor de todo por lo que he visto con Lucas a lo largo del tiempo que Harry y yo llevamos en esta escuela —frunció los labios—. No quiero que mi hermano salga igual que el chico de la otra vez y la verdad es que cualquier persona en su sano juicio le tiene miedo.

— Mi hermano nunca le haría daño a alguien de tal forma —lo defendió Karina—, pero por lo visto algunos piensan que es malo y eso no es…

— Es verdad, Karina —dijo Lucas—. Sé que no soy tu hermano de sangre, pero Adelmis no es la persona más paciente del mundo y su carácter es muy agresivo cuando no hace las cosas como pide.

— Me rindo —alzó los brazos al aire—. No voy a seguir defendiendo a mi hermano de ustedes, trío de insensatos…

El fuerte golpe que se escuchó detrás de ellos le hizo ver de inmediato hacia donde estaba la mesa donde estaba Adelmis sentado junto con sus amigos. Un chico se había tropezado sin querer, cuando otro chico le metió el pie y logró que tirara parte de su desayuno cerca de Adelmis y sus amigos.

Lo que vino después fue el golpe que el chico recibió, seguido de Harry corriendo hacia el chico que estaba en el piso con todos a su alrededor. Harry ayudó al chico a ponerse de pie con algo de dificultad sintiendo la mirada de todas las personas sobre él.

En cuanto Karina y Lucas vieron a Adelmis dar pasos hacia donde estaban los dos chicos, fueron rápidamente hacia ellos para que no hicieran nada de lo que pudiese arrepentirse.

— Adelmis —su hermana lo tomó del brazo—. Por favor, no hagas lo que estás pensando.

— Ese hijo de perra me tiró la comida encima —gruñó.

— Fue sin querer —dijo Harry con suavidad—. Él no quiso hacerlo, fue Eliot quien metió el pie y este chico tropezó contigo.

Adelmis le dio una mirada a Eliot, luego a Harry y por último a todos en el lugar. Salió de la cafetería como alma que lleva el diablo, seguido de sus secuaces. El chico le agradeció infinitamente antes de tomar lo poco que quedaba de su desayuno y tirarlo en la basura.

El timbre de regreso a clases sonó y todos comenzaron a salir de la cafetería con rumbo a su últimas dos clases del día. Lucas fue hacia el salón de clases con Karina, y Harry y Nanya fueron hacia su salón de clases.

El resto de la tarde fue en completa tensión por parte de todos en la escuela, nadie se pudo imaginar que Adelmis pudiese controlarse de esa forma como lo hizo con Harry en la cafetería.

Lo que vino después fue que Lucas recibió un mensaje de los hermanos, con los cuales pasó el fin de semana. Se despidió de sus hermanos o mejor dicho de Karina, porque Adelmis no se presentó el resto del día a clases, algo que no era nuevo para ellos.

Un carro de lujo fue estacionado en la entrada de la escuela, le dio un beso en la mejilla a su hermana y fue hacia donde estaba el vehículo estacionado esperando por él. En ningún momento le dijeron hacia dónde se dirigían por lo que supuso que iban hacia el mismo hotel en el que anteriormente habían estado anteriormente. Pero no, el coche se detuvo en un edificio que parecía ser de departamentos de lujos, la mandíbula del chico chocó contra el piso, literalmente, al ver lo alto que era el lugar.

El hombre con el cual había llegado le dio un ligero empujoncito para que entrara al lugar, entregándole una llave con el número de piso al igual que el número del departamento.

Agarró su mochila contra su pecho como si eso fuese ayudarlo a que sus nervios dejaran de estar a flote. El chico ni siquiera estaba preparado para tener relaciones luego de lo que pasó el pasado fin de semana en ese hotel. Aunque, mirándolo por el lado bueno, disfrutó mucho de que su primera vez no fuese tan dolorosa como lo esperaba, pero con solo ver su caminar podían darse cuenta de que no estaba del todo recuperado.

Llegó al piso que había en la llave y caminó hacia la única puerta que había en todo el lugar, introdujo la llave y con pasos vacilantes entró al lugar encontrando todo tan lujoso y lleno de cosas modernas.

Cerró la puerta detrás de él, viendo las bolsas de diferentes marcas en todo el piso de lo que parecía ser la sala.

— Esa ropa es tuya —la voz de James se escuchó en algún lado de la habitación y el chico dio un salto del susto—. Lo siento, no fue mi intención—. James apareció por la puerta de la cocina.

— Descuide —apretó la mochila un poco más en su pecho—. No fue tan grave el susto que me llevé.

— Yo no diría lo mismo —susurró Edward, en su oído y el chico dejó salir un grito lleno de miedo que casi le hace caer en piso, sino fuese por el brazo que lo sujeto de la cadera—. Ese susto fue intencional.

— Matarás al chico en uno de estos días —gruñó James, caminado hacia donde estaban su hermano y Lucas—. Ven, tenemos que decirte algunas cosas, serán unos minutos para que puedas volver a tu casa —Lucas asintió, no muy convencido.

El brazo de Edward se mantuvo en su cadera, mientras caminaban hacia donde estaban las bolsas.

— Este lugar es tuyo —dijo James, dándole una carpeta—. Como en unos pocos meses cumplirás dieciocho por lo que estoy más que seguro de que necesitarás un lugar donde vivir y nosotros necesitamos un lugar donde podamos estar contigo cada vez que…

— Necesitemos tener sexo contigo —terminó Edward, y James puso los ojos en blanco—. Él siempre busca las palabras más finas para decir las cosas, y yo soy un poco más abierto.

— No hay problema —murmuró, un poco sonrojado, porque la mano de Edward aún se mantenía en su cuerpo—. Pensé que sólo sería dinero, no que comprarían ropa o que me regalarían un departamento.

— Descuida —dijo james, con ademán de manos—. Éste lugar es perfecto para ti, así como el dinero que te demos por cada uno de tus servicios hacia nosotros.

— Creo que tienen razón —asintió, sin soltar su mochila de su pecho—, ¿Cuándo inició con todo esto?

— Iniciaste el fin de semana pasado —dijo Edward, quitándole la mochila al chico al igual que las llaves—, pero, tienes una cuenta bancaria que se te adquirirá en cuanto cumplas los dieciocho, justamente ese mismo día.

— ¿Cómo saben eso de mis datos?

— Ven y siéntate —el chico frunció los labios, pero de todos modos se sentó en el único sofá de un solo cuerpo—. No fue difícil saber lo que necesitábamos de ti, por lo que de forma automática tendrás el dinero que deseamos darte en tu cuenta bancaria hasta el último día de tu cumpleaños.

— Hmm —miró a ambos hombres—. Eso está bien para mí.

— Perfecto —dijo Edward, sentándose al lado de su hermano—, ¿Tu padre y tus hermanos te están tratando bien?

— Desde el sábado mi papá me trata bien y mi hermano ni me dirige la palabra —se encogió de hombros—. No sé porque se están comportando de esa forma.

— Le estamos pagando mucho dinero a tu padre para que no pases por nada en esa casa —confesó James—. Nadie en el país donde vives puede hacerte algo a menos que así lo deseemos y eso es algo que está en nuestros planes.

— Gracias —susurró—. Por lo que están haciendo por mí.

— Es lo menos que podemos hacer por ti —le guiñó un ojo—. Pondremos algunas reglas que debes de cumplir cuando estés dentro de este lugar.

— ¿Cuáles son esas reglas?

— Son reglas sencillas —dijo Edward, para calmarlo—. Quita esa cara de espanto que tienes. Iré a preparar algo de comida, tengo hambre.

Edward se puso de pie, caminando hacia la cocina y dejando a su hermano y al chico conversar.

— No puedes estar con alguien más que no seamos nosotros —subió uno de sus dedos y el chico asintió.

— ¿Ustedes estarán con más personas? —un fuerte calor se instaló en sus mejillas.

— No —dijo Edward, desde la cocina—. La regla es para los tres, nos parece justo que esa regla y otras más se cumplan para los tres.

— Exacto —concordó—. Esta ropa que ves aquí es la que usarás con nosotros en este lugar —señaló—. Otra regla que mi hermano quiso poner fue que tu cola se muestre, o sea, que no la ocultes de nosotros justo como ahora — el chico asintió estando de acuerdo — Cuando salgas de tus clases debes de estar aquí y con eso son todos los viernes, hasta el domingo en la noche.

— Eso está bien para mí —se encogió un poco—, ¿Alguna otra regla?

— Que no le digas a nadie que estás con nosotros, ni siquiera a la persona más cercana que tengas —dijo Edward, caminando por la cocina—. Y la última regla es que no puedes incumplir ninguna de las anteriores o recibirás un castigo.

— Bien… —. jugó con sus dedos—… si es todo, acepto.

— Muy buena elección, Lucas —dijo James—. Ya que estamos aquí, debemos de aprovechar el poco tiempo que tenemos antes de que te vayas.

— ¿Qué tienen en mente hacerme? —preguntó, nervioso—, ¿Será doloroso?

— No será doloroso, pero muy satisfactorio para los tres —bromeó Edward—. Mi hermano es tan malo de tiempo que no se dio cuenta de que tenemos que hacer algo justo en una hora y tú debes de volver a tu casa para hacer tareas y ser un niño normal de diecisiete años.

Lucas asintió, y se puso de pie tomando su mochila y las llaves que James le dio. Corrió hacia la puerta como si su vida dependiera de ello.

— ¿Crees que esto dure? —Edward se sentó al lado de su hermano.

— Mientras nuestros padres no se enteren, todo estará bien.

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