Capítulo 3.

No supo el momento que fue a parar a la cama de sábanas rojas con almohadas negras y rojas de la gran habitación del hombre que acariciaba su cuerpo como si fuera de porcelana.

No supo cuando su ropa desapareció de su cuerpo, no supo cuando fue preparado para tener sexo en esa habitación y mucho menos supo en qué momento había aceptado ser penetrado por el gran Noah Hamilton Jackson, pero lo estaba disfrutando para solo tener dieciocho años y que esa fuera su primera experiencia sexual con aún hombre.

Las suaves caricias que recibía en cada parte de su cuerpo no eran nada comparado con otra cosa que le hubiese dado antes.

El cuerpo que estaba sobre el suyo arremetiendo cada vez más hasta el fondo no dejaba de mandarle descargas de placer a cada célula de su cuerpo. Con cada beso lo estaba llevando al cielo. Buscó con desesperación los labios de Noah, para sentirlo más cerca de él.

Sus gemidos no lo dejaban asimilar nada de lo que estaba ocurriendo, nada de lo que estaba pasando. Las manos expertas del mayor eran un caos absoluto en todo su sistema, no podía describir con palabras nada de lo que estaba pesando.

—Eres mío. Di que eres mío —susurró, con voz dominante.

—Soy tuyo, todo tuyo —respondió, sin saber qué significado podrían terminar esas palabras alguna vez.

Noah sonrió con triunfo y siguió acariciando el cuerpo debajo de él.

*****

A la mañana siguiente fue un caos total para Matt por el dolor en su espalda baja y más aún en su cuello, clavícula y sus tetillas. Abrió los ojos rápidamente dándose cuenta de que ni era su habitación ni la de su mejor amigo Jeremías.

Se sentó rápidamente en la cama, buscando al dueño de ese lugar pero no lo vio por ningún lado. Su ropa estaba a los pies de la cama, doblada como si alguien la hubiese puesto allí después de haberla lavado.

La tomó con el dolor en su espalda baja, eso no le importó. Lo único que quería era salir de allí lo antes posible. No sabía que con cara vería a la persona con la que pasó la noche anterior.

Una vez que estuvo listo se levantó de la cama para irse de ese lugar lo hagas posible, no quería ver a Noah otra vez ese día. A pasos lentos fue hacia la salida de esa habitación, pasó por la sala donde no vio a nadie y eso lo agradeció.

Se detuvo buscando en sus bolsillos algo de dinero, que no encontró por supuesto. Ese no era su día.

— ¿Ya te vas? —la voz detrás de él sonó tan seria que le hizo darse la vuelta lentamente.

—Sí, ya me tengo que ir —susurró, sin darse la vuelta.

— ¿Puedes darte la vuelta y decírmelo a la cara? No me gusta que me hablen dándome la espalda —dijo aún más serio.

Matt cerró los ojos un momento más, no quería darse la vuelta, todo menos eso. Suspiró con pesadez haciendo lo pedido.

— ¿Ya te vas? —volvió a preguntar.

—Sí, ya me voy —volvió a decir, mirando el piso.

— ¿Por qué te vas? Dímelo mirándome a los ojos —tensión, era lo único que había en esa sala.

Matt suspiró una vez más, todo menos eso.

—Tengo que irme, tengo cosas que hacer —dijo al fin, mirándolo a los ojos y deseó no haberlo hecho.

Los ojos de Noah lo miraban con tanta intensidad que sintió que volvería a caer en ellos ese día.

— No te creo nada, pequeño. Estoy más que seguro de que estás tratando de huir de mí —se acercó en dos zancadas a él.

—No estoy huyendo de nadie, no tengo porque hacerlo, señor...

—Ahora me dices señor —se burló—. Anoche no me decías de esa forma, no usabas las formalidades conmigo.

—Eso no es algo de lo que quiero hablar —se dio la dispuesto a irse.

— No te he dicho que te vayas —lo tomó del brazo—. Es de mala educación dejar hablando solo a alguien.

— Tengo que irme, en serio tengo que hacerlo. Por favor, déjeme ir —intentó salir de su agarre pero éste se hizo más fuerte.

—No —lo atrajo hacia su cuerpo, escuchando un gemido de dolor—, no te dejaré ir tan fácil.

—En serio, por favor, déjeme ir...

—Quieres dinero ¿Cierto? Te doy el dinero que me pidas solo para que seas mío y de nadie más...

— ¿Qué? No me estoy vendiendo, señor. ¿Se está volviendo loco? —dijo exasperado.

—Claro que no, sólo quiero otra noche contigo...

— ¡No me estoy prostituyendo! —se zafó de su agarre—, ¡No necesito su maldito dinero!

— ¿Qué quieres? ¿Casas? ¿Joyas? Dime qué quieres. Puedo darte todo lo que me pidas en solo un segundo —dijo buscando la forma en la que el menor pudiera quedarse con él, pero nada servía.

— Quiero una sola cosa —pasó saliva—. Sólo una.

— ¿Qué es? —preguntó, mostrando interés en la respuesta.

—Lo único que quiero es que me deje ir, solo eso. Olvide lo que pasó anoche, nada pasó. No sé qué estaba pensando cuando hice eso...

— ¿Fue un error? ¿Sientes que fue un error? —preguntó, incrédulo.

— Claro que sí lo fue, apenas soy un niño de dieciocho años, ¿Escuchó bien? dieciocho años. No puedo darme el lujo de andar teniendo sexo con quien sea...

— ¡No digas esas cosas! —gritó enojado y tomándolo una vez más del brazo—. No lo eres. Eres mío, anoche te lo dije y dijiste que sí. No puedes decir esas cosas.

El color de sus mejillas  hizo más intenso, no sólo era por el enojo de la discusión sino que también era porque el mayor había dicho esas palabras.

—No soy de nadie, soy sólo mío. No puede prescindir de mi vida como si fuera un objeto que puede manejar a su antojo —volvió a zafarse de su agarre—. Con permiso, tengo que tener una vida normal de un chico de dieciocho años.

Caminó hacia la puerta decidido a irse de ese lugar, pero la voz de Noah lo detuvo una vez más.

—Al menos déjame darte dinero para un taxi, no quiero que nada malo te pase —Matt , asintió sin decir algo más.

Esperó a que Noah fuera a buscar el dinero y luego bajaron hacia la recepción del edificio. Trataba de hacer que su rostro no reflejaba dolor alguno por todo lo que había ocurrido la noche anterior, pero le era imposible no hacer una mueca cada vez que daba algún paso apresurado buscando la forma en la que pudiera ir al ritmo de Noah.

Respiró con tranquilidad cuando el taxista se alejó del edificio, no se contuvo en ponerse a llorar. Pequeños sollozos salían de sus labios sin necesidad de reprimirlos. Varias veces el hombre le preguntaba qué tenía o si necesitaba algo, pero solo negaba.

Le dijo que lo dejara a unas cuantas calles de su casa, no quería que su madre lo viera llegar en esas condiciones o que Noah le preguntara al hombre donde lo había dejado y que fuera a parar a su casa.

Metió las manos en su bolsillo desviándose hacia el parque que estaba a una esquina de la casa de Jeremías. Se sentó lo más alejado posible de las personas para llorar en silencio. Se sentía tan estúpido al hacer eso, apenas era un niño y ya había tenido sexo con un hombre de veintitrés años.

No había explicación alguna para lo que había hecho, no podía decirle a alguien, pero tenía esa necesidad de decirle a alguien.

— ¿Matt? —la voz de Jeremías se hizo presente a su lado—, ¿Estás bien? —preguntó, preocupado.

— No... —sollozó—. Me siento sucio...

— ¿Qué pasó, Matt ? ¿Qué te hicieron? —lo abrazó.

—Anoche hice lo peor que pude haber hecho en mi vida, Jeremías —siguió llorando.

— Vamos cuéntame, ¿Qué te hicieron, cariño? ¿Te violaron? ¿Es por eso que te sientes sucio?

—No es eso, es que anoche perdí mi virginidad y apenas conocía al tipo en menos de una hora —ocultó su rostro el cuello de Jeremías.

— Cuéntame qué sucedió.

*****

Tiraba cosas por todos lados, no podía contener su ira de otra forma que no fuera rompiendo las cosas de su departamento, tenía que hacer algo para poder dejar de destruir todo a su paso.

Desde que Matt se había ido había llamado a Naiel para que le llevara el dichoso pastel. Ya había pasado una hora más. Si tan sólo le hubiese suplicado más, no podía creer lo que ese niño le había hecho en una sola noche.

Su padre hace años le había dicho que cuando se enamorara de verdad sería igual que él en ese aspecto. Sólo sería amor a primera vista y luego desearía de por vida, así como él había estado desde muy joven con su otro padre.

Pero era tan difícil saber de ese niño, solo con verlo una vez más haría que todos en el mundo supieran que ya tenía dueño y que era él.

La puerta del departamento fue abierta mostrando a Naiel con una caja de pastel en las manos. La mueca que este hizo fue más que suficiente para darse cuenta de que tenía que limpiar todo el desastre antes de salir de la casa ese día para entrenar.

—Esto es un asco, Noah. ¿Qué pasó? —le dio la caja.

—Anoche me acosté con alguien y me tiene a sus pies —fue hacia la cocina—. Apenas tiene dieciocho años...

— ¡¿Tiene dieciocho?! —se alteró—. Sin duda a todos los hombres de tu casa se les pegó meterse con personas menores que ellos.

—Sólo somos mis papás y yo. Nathan sigue teniendo sexo con todos en Inglaterra. Jedward no cuenta con esto, Nicolás tiene cinco años más que él. Mis demás hermanos no tienen novias o novios —se metió un trozo de pastel a la boca.

—Eres un pedófilo, nos meteremos en un lío si el niño habla. ¿Le diste dinero?

—Él no quiso nada de mí, sólo me dijo unas cuantas cosas y luego se fue. Intenté comprarlo con dinero, con esas cosas materiales pero nada sirvió. Él no es igual que los demás —se sentó en el sofá—. Creo que me enamoré.

— Eso es ridículo, no puedes enamorarte de la noche a la mañana...

— Mis papás lo hicieron —lo interrumpió—. ¿Cuántas personas en el mundo no se enamoran a primera vista? Son muchos.

— Dime alguien que no sean tus padres.

—Yo, tarado.

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