Capítulo 1.

Mirando una y otra vez la hora en el reloj encima de la pizarra se dijo que podía aguantar los próximos treinta minutos. Sus amigos estaban hablando entre ellos, de una posible salida esa noche, obvio que era viernes y estaban en su último año de escuela. Pero él no estaba pensando en nada de eso, lo único que quería hacer era salir corriendo de allí hacia su trabajo y olvidarse de los demás.

—Tienes que salir con nosotros, Sophia. Esta noche sin ningún tipo de excusas baratas de las que sabes dar. Al igual que tú —dijo Brat, riendo, y luego chocó los puños con James.

—Es la verdad. Debes de salir con nosotros esta noche —dijo James, mirando los apuntes de su amigo luego los suyos—. Tengo que poner más atención a la clase.

—Ninguna novedad —bufó Jeremías, causando que Matt riera—. Es la verdad, pero estoy seguro de que Matt no quiere ir y yo tampoco.

—Tienes que ir, sino vamos los cuatro solo seremos el dúo dinámico y no los cuatro fantásticos —respondió Brat, y Matt bufó.

—Saben que no puedo ir, tengo que trabajar y cuidar a mi mamá...

—Verdad que son pobres —se burló James.

— Y a mucha honra —dijeron Matt y Jeremías, al mismo tiempo.

El timbre sonó y todos comenzaron a recoger sus cosas, y luego salieron hacia la salida de la escuela.

—Los paso a buscar a casa uno a las diez de la noche. No es una pregunta es una orden— dijo Brat, caminando con James hacia su deportivo.

—Están locos si creen que voy a ir con ellos a no sé dónde —negó, con la cabeza—. No puedo hacer algo así con mi mamá enferma...

— Tu mamá no está tan enferma, ella puede valerse por sí misma, creo que te está utilizando para quitarte el dinero que ganas —dijo, en voz baja—. Hace algunos días la vi saliendo de la casa de bingo que está en el centro comercial.

— ¿Estás seguro de eso? Ella no se veía nada bien esta mañana cuando salí de casa...

—La magia del maquillaje, ¿Alguna vez te ha dejado ponerle paños húmedos en la frente? ¿Alguna vez te ha dejado bajarle la fiebre? No, a todas las anteriores —dijo enojado con su mejor amigo por ser tan estúpido.

—Tienes razón, tengo que hacer algo con eso. Aunque soy de las personas que tienen que ver para creer, lo siento... —dijo tímida.

—No te preocupes, es algo normal que no confíes en lo que te digan las personas de tu madre —buscó en sus bolsillos, mientras seguían caminando hacia la parada del metro—. Le tiré varias fotos cuando la vi, pero a una distancia para que no sospeche de mi.

Le pasó el celular y luego me mostró las fotos. En cada una de ellas se podía ver a su madre bien vestida, en otra sentada riendo, fumando y sobre todo jugando bingo como su amigo había dicho.

—Saldremos esta noche —dijo después de unos minutos de caminar en silencio e ingresar al subterráneo.

— ¿Estás segura de eso? Creo que debes de pensar las cosas con calma...

—Claro que lo estoy, trabajo ilegalmente desde los doce años en una cafetería para darle todo lo que esa perra que creía que era mi madre, porque después de lo que he visto dudo que siga siendo mi madre, para darle todo lo que ella necesita. Esta noche saldré y punto y tú vas conmigo.

— ¡Pero yo no quiero ir! —entró al metro en cuanto llegó—. ¡No es justo!

— ¡Deja de gritar! —bufó, molesta.

—Lo siento —se disculpó, con las personas que lo veían con odio—. Pero es la verdad, no puedes obligarme a ir solo...

—Y tú no puedes dejarme sola con ese dúo del demonio que se hacen nuestros amigos sólo porque siempre tenemos la tarea hecha a la hora de la entrega —dijo de la misma forma.

—No sabemos a dónde nos llevarán esta vez, la última vez que fuimos con ellos nos dejaron abandonadas en una carrera de autos, mientras que ellos estaban en una orgía colectiva —dijo en voz baja mirando hacia todos los lados—. Recuerda que somos menores de edad y no podemos hacer cosas ilegales...

—Ya sé que tenemos dieciocho años, no tienes que recordarme eso —la cortó—. Pero lo que tenemos que tener en cuenta es donde están las posibles salidas por si se les ocurre llevarnos a una discoteca para que dejemos nuestra dignidad en un baño como ellos —dijo serio, y luego rió—. Fue imposible no decirlo de esa manera, pero es la verdad.

— Tienes razón, aún no creo que ellos hagan eso en los baños de las discotecas y más aún dejar su virginidad en esos sitios tan asquerosos.

Pasaron todo el camino había trabajo de Matt hablando de cosas sin sentidos, dejando el tema de su madre y de sus

"amigos"

Una vez que llegó se puso el informe de la cocina y Jeremías también hizo lo mismo, Matt preparó varios pasteles por pedido de su jefe, porque se vendían con rapidez desde hace unos días. Comenzaron a hacer diferentes platillos como estaba escrito en el menú.

—Sophia, te buscan en la mesa ocho y es urgente —dijo Conor, el encargado de la cocina.

— ¿Es algo malo? ¿Saben que estoy trabajando aquí los de la policía? —preguntó, preocupada y él negó.

—Nada de eso, así que tranquilo. Sólo quieren saber quien hace los postres y nada más —sonrió, para calmarlo— Vete, después terminas de hacer el trabajo que tienes pendiente o lo que te falta.

— ¿Seguro de que es eso?

—Que sí, hombre, vete.

Asintió quitándose el delantal y caminando hacia la salida de la cocina con rumbo hacia las mesas, a esas horas de las tardes las tardes siempre estaban vacías.

— ¿Me mandó a llamar, señor? —preguntó, tímida.

Un hombre de no más de veintitrés años estaba sentado hablando por el celular muy concentrado hasta que él decidió hablar. El tipo lo observó de arriba hacia abajo, luego lo miró con confusión inminente.

—Te llamo en un rato, tengo que hacer algo en este momento —cortó la llamada—. ¿Eres la que prepara los pasteles o mejor dicho los postres? —preguntó, confundido.

—Sí, soy yo. Me dijeron que deseaban hablar conmigo. ¿Qué desea?

— ¿Puedes sentarte? Es algo importante lo que tengo que decirte —señaló la silla, mirando con asombro al niño sin poder creer que sea cocinero en esa cafetería.

— ¿Qué necesita? Tengo que regresar al trabajo...

— No te preocupes, tu jefe sabe que estás aquí. Te mandé a llamar porque necesito que me hagas más postres o mejor dicho pasteles de fresas y chocolates...

— ¿Cómo? ¿Quién le habló sobre mis postres? —lo interrumpió.

—Nadie me habló sobre ti, ayer vine a comprar el desayuno para alguien y me llevé un pedazo de ese pastel —señaló la vitrina—. Quedó maravillado con lo sabroso que estaba. Por lo que te pido que siempre me prepares un pastel, todos los días por unos seis meses que es el tiempo que estaremos aquí...

—No estoy seguro de eso, señor, la verdad es que no puedo disponer de la cocina de la cafetería cada vez que tenga que hacer el pastel y en las mañanas estudio, también estoy en mi último año de escuela y esas cosas —dijo incómodo.

—No te preocupes por eso, puedo pagarte lo que me pidas. Ya hablé con tu jefe y me dijo que si podrías utilizar lo que sea aquí, pero que no estaba en sus manos sino en las tuyas aceptar mi propuesta —suspiró—. Mira, de la única forma en la que he visto controlado al hombre del que dispone de tus sabrosos pasteles, es cuando se los está comiendo. Esos pasteles lo controlan demasiado para mi gusto, lo necesito tranquilo y con la cabeza fría por el tiempo en el que estemos en Londres —pidió.

—Creo que puedo hacer eso, en verdad necesito el dinero para pagar la cuota de algunas cosas que necesito, acepto hacer estos pasteles —dijo al fin y el hombre que tenía enfrente de él aplaudió.

— ¿Estás seguro de eso? Te deberé la vida completa si haces todo pasteles.

—Sí, estoy de acuerdo con eso. Pero nadie se debe enterar de que soy yo quien hace esos pasteles en esta cafetería, por favor. Necesito mucho este trabajo —juntó sus manos, haciendo un puchero.

—No te preocupes, sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, además nadie debe enterarse de que estuve por aquí, por un largo tiempo. Eso me traería muchos problemas —rogó y Matt asintió—. ¿Tenemos un trato?

—Trato — tomó la mano que le estaba extendiendo.

— ¿Tienes más pasteles? —Matt rió.

—Sí, hace un rato hice algunos, los deje fuera de cualquier alcance de algún individuo. Creo que podría servir de algo mientras vienes por los demás el domingo...

— ¿No trabajas los sábados?

—No, es el único día de la semana el cual disfruto en mi casa la mayor parte del día —sonrió, forzada, yendo hacia la cocina.

Naiel no dijo nada a su mejor porque no quería que este comenzara hacer preguntas.

Le pasó el pastel al hombre, de hombre desconocido para él.

—Naiel, mi nombre es Naiel —dijo como si le estuviera leyendo la mente.

—Está bien, Naiel. Fue gusto conocerte. Creo que debes de ocultar la mitad del pastel para que se lo des mañana en la mañana —dijo señalando el gran pastel.

—Sí, eso haré. Gracias por todo...

—Sophia, mi nombre es Sophia. Nos vemos, tengo que regresar a la cocina —se despidió con un gesto de mano.

*****

Ya era de noche, Matt ni siquiera había visto a su madre, la supuesta enferma. No tenía ganas de verla después de lo que había ocurrido ese día. Esa mujer no tiene perdón de Dios, mentirle a su hijo que tenía una enfermedad solo para que ella disfrutara de su dinero.

Aunque ahora entendía muchas cosas de las cuales era un ignorante. Cada vez que se acercaba el domingo ella siempre le decía que tenían algún tipo de dolor y él siempre le daba más de la mitad de su sueldo en la cafetería.

El claxon de un auto fuera de su casa le hizo regresar a la realidad. Bajó las escaleras de esos en dos, sin importarle que su mamá lo haya llamado. Entró al carro de James sin saludar a nadie, solo a su mejor amigo y luego el viaje fue emprendido hacia un lugar desconocido para los dos menores.

Los minutos seguían pasando hasta que al final el carro se detuvo en un estadio de boxeo y el deseo haber preguntado al menos.

—Vamos, esto se pondrá hermoso en unos minutos.

— ¿Cómo entraremos, genio?

—Pues por la puerta.

Lo siguieron sin decir una sola palabra y su boca cayó al piso en cuanto esté se tiró a los brazos del guardia a darle un tremendo beso, tan apasionado.

—Pueden pasar.

—Gracias, nos vemos en un rato —dijo de forma seductora—. Muevan el culo, estúpidos.

Todos corrieron hacia la entrada, escuchando los insultos que soltaban las personas de la fila hacia ellos por entrar de primero. Fueron guiados hacia la primera fila donde había cuatro asientos vacíos, justamente enfrente del ring. Las luces fueron apagadas, mostrando aún hombre gordo.

— ¡¿Están listos?! —gritó con euforia.

— ¡Sí!

— ¡La noche más esperada por todos! —todos comenzaron a gritar—. ¡Hace su entrada! ¡Aron! —solo se pudieron escuchar abucheos.

Matt observó al gigantesco hombre que caminaba con pesadez hacia el ring con unos guantes rojos.

— Ahora hace su entrada —dijo, con voz tenebrosa—. ¡Danger!

Todos se levantaron de sus asientos gritando en cuanto el hombre salió de desde la oscuridad, a pasos lentos caminó hacia el ring sin quitarse la capucha.

Cuando se la quitó el cuerpo de Matt se paralizó. ¡Ese hombre era hermoso!

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