Capítulo 3.

Nicolás esperaba de forma impaciente fuera del aula de Jedward, los minutos se le hacían horas para que por fin este pudiera salir de allí dentro.  Mirando por séptima vez su reloj de su celular y soltó una maldición la cual fue escuchada por algunos alumnos que pasaban mirándolo como si fuera el Rey de Inglaterra. 

Sonrió satisfecho cuando vio que los estudiantes salían uno detrás del otro dando por finalizada la hora.  El último como siempre en salir fue Jedward, el cual tenía una mueca en el rostro por lo pesada que estaba la mochila con todos los libros. 

Éste no le dirigió ni una sola mirada, no es que no supiera que estaba allí, sino que tenía que mantener su orgullo en alto.  Nicolás fue rápidamente detrás del quitándole de forma sorpresiva la mochila y éste sólo suspiró. 

— No quiero estar enojado contigo, sabes que te amo mucho —susurró Nicolás, cerca de su oído para que sólo escuchara—. No me ignores —murmuró, ajustando bien la mochila de Jedward en su hombro. 

— No estoy de humor para escuchar tus cosas, Nicolás, enserio que no. Quiero estar solo —se cruzó de brazos deteniéndose en las escaleras. 

— Perdóname, sé que me comporte como un idiota está mañana pero es que no me pude controlar —mordió su labio. 

— Tu nunca te puedes controlar con nada de lo que te digo, sólo haces las cosas siguiendo tus malditos instinto —murmuró, dolido. 

— Vamos a otro lugar para poder conversar con más tranquilidad —no esperó respuesta de este y subió unas escaleras. 

Jedward se asustó debido a que no era permitido que un estudiante subiera por esos alrededores.

Sabía que Nicolás era muy precavido mirando hacia atrás cada cierto tiempo por si a alguien se le ocurría soplar con el director.  Abrió la vieja puerta de metal y luego la cerró detrás de ellos.

Dejó las mochilas sobre la mesa que estaba allí, sabía que ese lugar que aunque no estuviera habitado por algún profesor era limpiado por si los de distrito universitario se les ocurría ir un día esos a inspeccionar la universidad no encontrarlo sucio y cerrar la Universidad.

Mirando los ojos hermosos de su prometido, tomó sus manos y caminó con él hacia una de las sillas y lo sentó en uno de los pupitres de ese lugar. 

— Perón, príncipe, sé que soy un loco de lo peor cuando alguien se acerca a ti, me pongo histérico —besó sus nudillos sin escuchar aún alguna palabra por parte de Jedward—. Debo de controlar mis instintos sobre protector contigo —subió la mirada hacia sus ojos.

— No sólo eso, debes de controlar tus celos. No estamos en la escuela para que te pelees con todo el que me mira cuando pasó por su lado. Si tenemos tantos años juntos y jamás me fijé en alguien que no fuera tú y eso lo sabes bien —quitó una de las manos de su agarre para tocar su mejilla.

— Lo sé, pero...

— Pero nada, tienes que confiar más en mí. Tú fuiste testigo de la vida que llevó mi papá. No quiero que eso se vuelva a repetir conmigo y contigo —sintió sus ojos humedecer.

— No, no, príncipe, eso jamás —secó las lágrimas que bajaban por sus mejillas— .Sabes que te amo como a nadie en el mundo. Tú siempre estuviste para mí. Aún después de que mis padres adoptivos murieron hace años, confío en tu amor. Y sobre todo sé que confías en el mío —murmuró, besando sus labios, y Jedward sonrió. 

— Sé que es así, pero sabes que tienes ciertos momentos en los que pierdes la cordura y tengo miedo de que vuelvas a hacer lo que hiciste hace unos días —sonrió, triste. 

Nicolás bajó la mirada recordando cómo le había dado varios golpes en algunas partes del cuerpo de su pequeño y hermoso príncipe.  Sabía que ese recuerdo era trágico para ambos porque no había sido sólo una vez que lo había hecho.

Cuando perdía el control sólo había una cosa que lo hacía recobrar la cordura y era ver esos ojos hermosos y únicos de su chico.

— ¡No hice nada! ¡El sólo se acercó para hacerme una simple pregunta y nada más! —gritos era lo único que se escuchaba en las paredes del departamento de Nicolás. 

Éste lo vio con furia contenida con sus puños cerrados mientras se acercaba a él. Estando sentando en la cama sentía un miedo horrible de lo que este podía llegar hacerle.

— Sabes que no confío en ninguno de esos hijos de perra que están en la Universidad, odio cuando te acercas a uno de ellos, eres sólo mío y de nadie más. Todo es tan mierda para mí cuando veo alguno de esos hijos de perras cerca de ti —dijo entre dientes subiéndose a la cama y Jedward intentó alejarse pero le fue imposible porque el peso de su novio cayó sobre él. 

— Sólo me preguntó sobre si podíamos hacer unos trabajos juntos, no tenías que hacerle eso. Lo mandaste directo al hospital, sin alguna razón aparente —murmuró desviando la mirada, y Nicolás lo tomó del mentón.

— Escúchame bien, Príncipe, eres mío y sabes perfectamente que odio a todos los que se acercan a ti con tan sólo respirar en tu dirección —dejó un beso brusco en sus labios y éste se alejó. 

— Quiero irme. Déjame ir a mi casa, por favor — sintió sus ojos arder. Su novio estaba irreconocible con el rostro así todo rojo y tenía miedo de que cometiera alguna locura.

—Sabes que eso no será posible —se acercó más a él — Aún es temprano para que te vaya a tu casa...

— No quiero estar aquí, déjame ir.  Te estoy pidiendo eso —intentó apartarlo de su cuerpo pero le fue imposible hacerlo.

Nicolás le envió una mirada furiosa y el menor ya sabía que iba a suceder.  Esas simples palabras fueron necesarias para saber que su día se acababa de dañar. 

— Date la vuelta y quítate la polera — dijo entre dientes bajándose de la cama para buscar entre sus cosas un cinturón. 

Jedward negó con la cabeza sin poder articular alguna palabra, no podía ni siquiera hablar por el miedo que estaba sintiendo.

— No es una pregunta es una orden...

*****

— Ya, príncipe, no recuerdes eso. Sabes que jamás te haría daño —secó las lágrimas que habían salido de sus ojos sin aviso. 

— Es que esa vez me dolió mucho, mis padres me preguntaron que tenía en el cuerpo y yo no supe qué decirle a ninguno de los dos que sucedía —sollozó.

Nicolás hizo una mueca al escuchar eso de su prometido y suspiró levantándose y luego secó las lágrimas de sus mejillas. 

— Ya tranquilo, sabes que eso jamás volverá a suceder —hizo que se levantara de la silla. 

— No puedes prometer algo que no puedes cumplir. Así que deja de eso a un lado...

Las palabras sobraron. Nicolás lo estaba besando. Fue un beso tierno como si no quisiera romperlo como siempre hacía con cada una de sus palabras o sus estúpidos actos.  Como era de esperarse este se olvidó de lo que ocurría y le siguió el beso de la misma forma en la que su novio hacía.

Colocando sus manos detrás su cuello lo acercó más a él para profundizar más el beso, sintiendo como la lengua del mayor entraba en su boca explorando cada espacio de esta.  Las manos intensas de su novio fueron directamente hacia su trasero y eso logró que él diera un pequeño salto por el repentino momento. 

Caminando hacia atrás, Nicolás se apoyó de espaldas en el escritorio que estaba allí, aun sin despegar sus labios de los del menor.  Metiendo una de sus manos dentro de la polera que traía, apretó un poco los pezones de este sacándole un gemido. 

— Aquí no podemos, Nico —susurró el menor, separándose de él y este gruñó. 

— Tienes razón, debemos volver a clases. Después terminamos en mi departamento —dejó un casto beso en sus labios rojizos. 

Jedward negó separándose de él y este lo vio con el ceño fruncido.

— No podemos, tengo que ir a mi casa después de que salga de la universidad. Te lo dije esta mañana antes de que discutieramos —murmuró, alejando los brazos de Nicolás de su cuerpo y dando varios pasos hacia atrás.

— ¿No puede ser otro día, príncipe? Quédate conmigo hoy, por favor —hizo un puchero colocando ambas manos juntas.

— Te dije que no. Además mi papá Harry le dará una gran noticia a mi papá Liam hoy y no me quiero perder su reacción —sonrió mostrando su hoyuelo. 

— ¿Qué será? —tomó su mochila y la de Jedward. 

— ¡Tendré otro hermanito! —chilló, feliz y dio un salto por la alegría.

— Me alegro, príncipe, enserio que lo hago —besó sus labios.

Jedward frunció el ceño al escuchar ese tono tan poco inusual en él. 

— ¿Qué opinas sobre que mi papá pueda tener hijos? — preguntó, cruzándose de brazos. 

Ahora fue Nicolás quien frunció el ceño con esa pregunta, no sabía a qué venía eso ahora. 

Abrió la boca para decir algo pero en el pasillo se escucharon unos pasos y luego algo caerse logrando que ambos miraran hacia ese lugar para saber qué había pasado.  Nicolás ajustó ambas mochilas en sus hombros para luego tomar la mano del menor y camino hacia la puerta. 

Sacando la cabeza hacia ambos lados para asegurarse de que no había nadie en el pasillo y tampoco cerca de las escaleras. Tiró de la mano de Jedward hacia él y salieron de allí más rápido de como entraron. 

— Maldito seas, Nicolás, maldito el día en que naciste —dijo entre dientes la persona anónima detrás de una de las columnas.

Los novios llegaron al pasillo y siguieron caminando como si nada hubiese pasado, aunque para el menor le era un poco difícil ya que sentía su corazón latiendo a mil por hora.  Nicolás apretó la mano de este dándole confianza para que pudiera estar tranquilo sin nada de que pudiera dejar de estar rojo.

— Tranquilo.  A lo mejor pudo ser alguna rata o algún animal que lleva años allí —susurró, en su oído y este asintió. 

— Debe de ser eso, pero también se escucharon pasos de alguien —susurró también—. No creo que hayan sido de una persona —se encogió de hombros. 

— En eso tienes razón, ahora te iré a llevar a tu siguiente clase y nos vemos en la salida —besó su sien sin importar la mirada de los demás sobre ellos.

A Nicolás le daba lo mismo lo que ellos pensaban de su relación con su príncipe de ojos hermosos. Además, ellos no lo mantienen él se mantiene sólo. Lo dejó enfrente del salón de clases que le tocaba a esa hora, no sin antes darle un beso en los labios delante de los demás. 

Las mejillas de Jedward se pusieron rojas como una manzana.  Entró al aula y se sentó donde siempre lo hacía sintiendo las miradas de los demás sobre su nunca. Aunque, era común en eso todos los días, aún no estaba acostumbrado a que todos lo miraran como si fuera el centro de atención en el universo o una de las mejores maravillas del mundo. 

Y así pasó su día sintiendo de vez en cuando las miradas de los estudiantes sobre su cabeza. Las asignaturas que le tocaba en ese cuatrimestre no eran necesarias para su carrera. Era vital tomar esas materias porque de eso se basaba más su estadía en tomar las materias básicas. 

Salió de allí con su mochila en el hombro, donde encontró a Nicolás esperándolo de brazos cruzados en la pared.  Sonrió de lado cuando este tomó su mochila para ayudarlo. Salieron sin despedirse de los demás porque tenían clases. 

— Espero que mañana si podamos estar juntos, de verdad quiero pasar el día contigo —murmuró, y Jedward sonrió asintiendo. 

— Está bien, tengo que avisarle a mis papás sobre lo que me quedaré mañana y listo.

— Me parece bien. Espero que las cosas en tu casa se solucionen antes de que te des cuenta. 

Entró a su casa a paso rápido y tiró la mochila en uno de los sofás y corrió por la casa intentando encontrar a su papá Harry y/o Liam. No lo encontró en la cocina ni tampoco en la casita de juguete, subió corriendo las escaleras donde lo encontró en su habitación llorando como si su vida dependiera de eso. 

Hizo una mueca sabiendo que las cosas no habían salido como pensaba que saldrían. Su papá salió huyendo.

— No llores, papá, por favor. No quiero ver tus ojos con agua — sintió los suyos arder mientras se acurrucaba a su lado. 

Harry lo abrazó con fuerza sintiendo el calor de su hijo transmitiéndole confianza, la cual necesitaba. 

— Salió huyendo, príncipe, se fue y me dejó como lo hizo hace trece años y yo no pude detenerlo... —sollozó mojando el cabello de su hijo y éste se sintió mal. 

— A lo mejor tiene alguna razón del porqué lo hizo —intentó justificar. 

— Él solo... Se fue... Cuando le dije que estaba embarazado —siguió llorando. 

Es como si la vida le diera una señal de las cosas que podrían pasarle en un futuro. 

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