Capítulo 5

—Emely... Emely, despierta.

Una suave voz interrumpe su sueño, abre lentamente los ojos y observa a su padre de pie frente a ella, vistiendo un hermoso traje color azul marino. Mira a su alrededor, confundida, y se da cuenta de que aún se encuentra en el patio, recostada contra la casita de Tao, quien se encuentra a un costado con la cabeza en su regazo.

—¿Dormiste aquí? —pregunta su padre, mientras se pone a cuclillas frente a ella.

—Sólo hacíamos las pases. —responde, bostezando.

—Parece que lo conseguiste —comenta Mark, admirando como su hija logró domar al Gran Danés en poco tiempo. —. Muy bien, Tao, ya eres libre de tu prisión —dice, antes de liberar al perro, quien comienza a saltar y a correr de un lado a otro. —. Vamos adentro, Emely.

El par camina hacia la entrada, y el perro junto a ellos. una vez que están en la puerta, Tao se adelanta y corre hacia el interior de la casa con mucha emoción.

Eleanor se encuentra observándose en un espejo de cuerpo completo, para asegurarse de que su vestido no tenga ni una sola arruga, cuando el perro llega hasta ella, su emoción es tanta que se arrodilla para saludarlo.

—Hola, mi amor. Al fin te liberaron —dice, mientras acaricia al perro. —. Sí, ya te perdonaron por atacar a esa loca. —comenta, sin dejar de sonreír, hasta que una tos falsa la interrumpe.

—Eleanor... —dice Mark con seriedad.

La mujer amplía los ojos al darse cuenta de que el susodicho se encuentra tras ella. Rápidamente se pone de pie, pero cambia su rostro de sorpresa a seriedad en el instante en el que sus ojos se topan con la mirada esmeralda de Emely.

—¿Ya estás listo? —pregunta, con una expresión fría dibujada en sus facciones, aunque sus mejillas sonrojadas delatan la vergüenza que siente por lo anterior.

—Sí —responde Mark, tratando de ignorar lo grosera que fue. Luego de eso avanza hacia la puerta, junto a Emely, quien quiere ir a despedirlo como lo ha hecho en días anteriores. —. Cariño, hoy tengo una agenda llena, no podré volver hasta la cena.

—Pero, papá, dijiste que hoy me llevarías a comprar algo de ropa. No tengo más que pijamas. —le recuerda, haciendo una mueca, mientras salen de la casa.

—¡Rayos! Cariño, hoy no podré acompañarte. Ahora mismo nos dirigimos hacia la obra de teatro de las gemelas, luego debo irme a una reunión del trabajo, y por último está el partido de fútbol de Matty —dice el hombre con angustia. —. Amor, lo siento. Lo olvidé.

—Está bien —dice Emely, suspirando, una vez que su padre está frente al auto, esperando a su esposa e hijos menores. —. Tú ya tienes una vida organizada, no tienes que cambiarla por mí.

—No digas eso, cariño, tú eres igual de importante para mí —responde Mark, mientras ahueca las mejillas de su hija entre sus manos. —. Te lo compensaré, mañana sólo seremos tú y yo.

—Yo podría acompañarla, de todas formas, no quiero ir al bobo teatro. —dice Matty, arrugando la cara con disgusto por la idea de ir a ver una obra.

Emely sonríe al verlo usando un traje idéntico al de su padre, sólo que en versión miniatura.

—Sólo debes darme dinero y le compraré muchas cosas lindas.

—No digas tonterías, Matty. Irás a la obra de teatro de tus hermanas y ellas irán a tu partido de fútbol, ya está decidido. —concluye Eleanor, con la seriedad que tanto la caracteriza.

—Y la obra no es tonta. — replican las gemelas al unísono.

—Es una pena que Emely no pueda ir a verla. —dice Matty, mientras su madre los obliga a meterse al auto.

—No tiene que ponerse, además, habrá muchas personas desconocidas en ese lugar. — señala Eleanor, mientras entra al auto y espera junto a sus hijos que Mark lo haga también.

—¿Quieres ir? — pregunta Mark, arqueando una ceja. 

Emely abre los ojos y sonríe con emoción, pero luego recuerda lo que ha dicho Eleanor; no tiene nada que ponerse, y seguro se sentirá extraña con la mirada de todas las personas puesta en ella.

—No. Estaré bien aquí, descuida. —dice, forzando una pequeña sonrisa, para que su padre no se sienta mal.

—Si quieres, yo puedo acompañarte.

Se escucha la ya conocida voz y todos miran en dirección a Matt, quien aparece de repente.

—Oh, no —responde Mark, negando con la cabeza. —. ¿Hace cuánto estás allí?

—Hace poco, me acerqué a saludar y escuché sin querer. Yo podría acompañarla a comprar ropa, tengo mucho tiempo libre ahora que terminaron los exámenes del parcial. —dice el chico, metiendo las manos en sus bolsillos y alzándose de hombros.

Mark abre la boca con intención de responder, pero es interrumpido por la bocina de un auto plateado que se estaciona frente a ellos de la peor manera posible. La persona en el auto, también trae una música escandalosa a un volumen muy alto.

Un chico de cabello castaño sale del auto, usando unos lentes oscuros. Está vestido totalmente de negro, y sus pantalones son muy ajustados, pero a él parece no molestarle ya que camina como si no tuviera nada puesto.

—¡Vaya!, en serio creí que el idiota de Matt había enloquecido. —dice el chico, riendo, mientras se posa frente al trío.

—¡Elliot! —grita Matty, emocionado, asomando su cabeza por la ventana del auto. En ese momento, está viendo a su maestro, su modelo a seguir.

—Hola, mocoso. — responde el chico, levantando una mano en señal de saludo.

—Oye, ¿a quién llamas idiota? —pregunta el moreno, molesto.

—Creí que estabas loco cuando me dijiste que Emely había regresado. —responde, alzándose de hombros de manera despreocupada.

Emely por su parte, amplía los ojos al ser nombrada nuevamente por una persona, para ella desconocida, que parece conocerla bien. Observa con curiosidad al chico frente a ella, es de tez blanca, casi pálida, tiene el cabello ruloso desordenado por el viento y es muy alto, tal vez mide 1.78 o más, a diferencia de Matt, que mide 1.74.

—Elliot, Emely no nos recuerda. —susurra Matt, inclinándose un poco a su amigo y éste abre la boca con sorpresa, para luego quitarse los lentes y observarla incrédulo.

—¿No me recuerdas?

—Lo siento. — responde Emely, sonrojada, por la mirada bicolor del chico sobre ella.

Le parece algo muy curioso que sus ojos tengan distintos colores; uno es avellana y el otro esmeralda. Nunca antes en la vida había visto algo similar, y ese pequeño detalle en su mirada le parece realmente hermoso.

—Por eso quería ir de compras con ella, para ponernos al día y pasar más tiempo juntos. Pero el señor Watson no quiere. —le comenta Matt, con una mueca de tristeza en el rostro.

—¡Oh, vamos, señor M!, ¿Qué podría salir mal?, puedo llevarlos en mi auto, regresará sana y salva. ¡Lo prometo! —insiste el castaño.

—Claro que no dejaré que mi hija ande por allí con ustedes —responde el hombre con el ceño fruncido, mientras se cruza de brazos. —. Y menos contigo Elliot. Al menos sé que si Matt se porta mal, su mamá le dará una paliza, pero no hay quien se responsabilice por ti. —se dirige al chico.

—Señor Watson, mi mamá jamás se atrevería a golpearme. Yo soy el hombre de la casa. —bufa Matt, mientras levanta el mentón con superioridad y cruza los brazos sobre su pecho.

¡Matthew Joel Williams! — se escucha un grito femenino desde el otro lado de la calle y el chico se encoge en su lugar. —. ¿Cuantas veces te he dicho que no dejes los calcetines en la sala de estar?, ¡te daré una paliza!

—¡Maldición! —exclama Matt, mientras gira el cuerpo en dirección a su casa. —. ¡Emely, si convencen a tu padre me avisas! — grita el chico, mientras cruza la calle corriendo.

A lo lejos se puede escuchar la voz molesta de su madre, y todos comienzan a reír ante eso. A excepción de Eleanor, quien comienza a sonar la bocina de una manera desesperante, ya que considera que su esposo está perdiendo tiempo valioso.

—Emely, cariño... ¿Estarás bien? —pregunta su padre, con un poco de angustia marcada en sus facciones.

—Estaré bien, papá —sonríe, para calmarlo. —. Q-Quisiera ir con ellos. —susurra lo último, sólo para que su padre lo escuche.

—Pero...

—¡Mark, se hace tarde! —grita Eleanor, haciendo sonar la bocina de una manera constante y fastidiosa.

—Bien, toma esto. —dice, mientras saca dinero de su billetera y se lo entrega.

—¡Yo quiero ir con ellos! —Matty se baja del auto, sin el consentimiento de sus padres y corre hacia Emely. —. ¿Puedo ir contigo? —pregunta, mientras envuelve la cintura de la chica con sus delgados brazos y se aferra a ella con fuerza. —. Sálvame.

—Matty, ven acá ahora mismo. —exige su madre, molesta.

—¿Puedo? — suplica nuevamente el menor, con un puchero en sus labios, viendo a Emely directamente a los ojos con cara de cachorrito.

—Y-Yo... No lo sé pequeño. —responde Emely, nerviosa ante la mirada molesta de Eleanor sobre ella.

—Si quieres puedes quedarte con Emely, Matty —responde su padre mientras se sube al auto. —. Y tú, más vale que no le pase nada a mis hijos, ¿Me oyes? — le dice a Elliot, de manera amenazante.

—Tranquilo, señor M, estarán seguros conmigo. —responde el castaño, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia.

—¿Sabes qué, Emely? Prefiero que sea Matt quien conduzca. Mejor vayan en su auto, me quedaré más tranquilo.

—¡Señor M! me ofende su falta de confianza. —exclama el chico, fingiendo estar insultado.

—Ya lo decidí, él es más responsable que tú —sentencia finalmente y Emely asiente con la cabeza. —. Bien, hasta pronto. —dice el hombre, observando atentamente a sus hijos, antes de avanzar.

Una vez que el auto se ha marchado, Matty sonríe grandemente, mientras se separa de Emely.

—Gracias por salvarme.

—Oye, no creo que sea tan malo. —dice Emely, torciendo un poco la boca. Ella de verdad desearía poder asistir, nunca ha asistido a una.

—Sí lo es, esos niños no saben actuar.  Es muy aburrido.

—Bien —interrumpe el mayor —. Hay que ir a buscarte algo de ropa, y de paso nos deshacemos del mocoso.

—¡¿Qué?! —pregunta Matty, con indignación. —. Yo iré con Emely, debo cuidarla. Es mi hermana y tú eres un chico. Papá dice que no debo dejar a mis hermanas solas con chicos, porque ellos solo quieren una cosa. —dice el menor, con un tono misterioso.

Emely lo observa con intriga, esperando a que continúe. Mientras que Elliot sonríe con burla.

—Y ¿qué es esa cosa? —pregunta el mayor sonriendo, ahora con picardía.

—No lo sé, papá nunca termina de decirme que es. —el menor se encoge de hombros y Elliot estalla en carcajadas ante eso.

—Chicos, ¿están listos?, hay que irnos antes de que mi mamá vuelva a gritar. —Matt aparece nuevamente, mientras observa en dirección a su casa con cautela.

—Aún no me he duchado. —dice Emely, con timidez.

—Bien, entonces puedes hacerlo, pero si es rápido, mejor.

***

Emely sale de la ducha lo más pronto posible. Puede escuchar las voces de los chicos en la planta baja, están discutiendo por algo que ella no entiende. Se observa fijamente en el espejo, mientras peina con su mano su cabello húmedo. Tuerce un poco la boca al verse, no se siente tan bonita, y los vaqueros negros gastados junto a la playera holgada no le ayudan mucho.

Se siente realmente nerviosa en ese momento, nunca antes había interactuado directamente con chicos. Al menos no unos que estuvieran cuerdos. Por lo que no sabe cómo actuar frente a ellos, si tan solo pudiera hablar con Lottie en ese momento, está más que segura de que ella tendría algún consejo que darle, como lo hacía cuando estaban en el psiquiátrico.

—Emely date prisa. Los Matt's están a punto de matarse. —escucha la voz grave del castaño y sonríe de sólo imaginar a los chicos discutiendo.

Lleva pocos días conociendo a Matthew y siempre la hace reír, en especial cuando comienza a discutir con Matty por cosas sin sentido.

—¡Ahora voy! —responde, rendida ante el reflejo en el espejo. Toma el dinero que su padre le entregó y lo mete en el bolsillo trasero de su vaquero.

Cuando está a punto de avanzar hacia la puerta, se paraliza por completo al ver a la niña de ojos negros parada en la entrada. Su corazón comienza a acelerarse cuando siente que el aire le falta. La niña sonríe de manera diabólica, causando que un escalofrío recorra su espina dorsal. Observa a los lados buscando alguna salida, entonces la puerta se cierra de golpe.

—¡No! —grita, asustada, mientras corre hacia la puerta y comienza a forcejear con ella, tratando de abrirla.

Emely...— escucha esa voz infantil a sus espaldas y el miedo invade su sistema.

Asustada, comienza a golpear la puerta con brusquedad. Siente la presencia de la niña cerca, más no se atreve a voltear para verla. Decide cerrar los ojos y respirar hondo para intentar calmarse, tratando de convencerse a sí misma de que ella no es real, no puede serlo, no hay otra niña en esa casa. Lo único que conseguirá será asustar a los chicos en la planta de abajo. Creerán que está loca y no volverán.

Abre los ojos nuevamente, convencida de que todo es producto de su afectada imaginación. Ya no escucha nada, ni la voz de la niña, ni las voces de los chicos. Lentamente se aparta de la puerta, y gira su rostro hacia el interior de la habitación. Siente que su corazón deja de latir al darse cuenta de que ella continúa ahí.

No me dejes sola, no me dejes sola, ¡no me dejes sola! —grita, extendiendo las manos, manchadas de sangre, hacia ella.

—¡No!, ¡auxilió!, por favor, ayúdenme, ¡quiero salir de aquí! —grita con desesperación.

La voz de la niña se detiene y ella voltea nuevamente, esperanzada en que ya se ha ido. Pero solo se topa frente a frente con el rostro demacrado de la pequeña y un grito de horror se escapa de sus labios, mientras guía las manos hacia sus orejas para cubrirse los oídos.

Emely se desliza en la puerta hasta quedar sentada y manteniendo los oídos cubiertos con sus manos, mientras grita a todo pulmón; rogando por ayuda, pero nadie responde.

Alza la mirada y su cuerpo entero se estremece al darse cuenta de que ya no se encuentra en la habitación de paredes verdes, sino en una de color rosa pálido, la misma de sus sueños. Aturdida, se pone de pie y corre hacia la puerta para intentar abrirla, pero está cerrada con llave. Comienza a golpearla con fuerza, sollozando alto.

—E-Emely. —pronuncia, ahogada, una voz masculina.

Ella frunce el ceño en confusión, y rápidamente gira el rostro hacia el interior de la habitación. Sus ojos se amplían de manera exagerada, cuando nota que su padre se encuentra de rodillas, sosteniendo con fuerza su abdomen. Su rostro está rojo, refleja mucho dolor y eso la angustia, por lo que no duda ni un momento en correr hacia él.

—¡Papá! ¿Estás bien?

Una vez que ella llega hasta donde él se encuentra, Mark se desploma en el suelo de costado, apartando la mano de su abdomen; dejando a la vista de la chica una enorme y profunda herida, de la cual brota una cantidad exagerada de sangre. Emely cae de rodillas al suelo y comienza a gritar horrorizada al ver como la vida de su padre se apaga frente a sus ojos, sin que ella pueda hacer nada. Su corazón comienza a latir con fuerza y su llanto se incrementa, al punto en que su garganta comienza a arder, guía las manos hacia su rostro, y entonces lo nota; sus manos están manchadas de sangre.

Sus ojos se amplían de manera exagerada, mientras mantiene sus manos temblorosas a la altura de su rostro, pasmada. ¿Por qué hay sangre sus manos, si ella no lo ha tocado?

Tú lo hiciste. — escucha una voz que la acusa desde la oscuridad y su sangre se congela mientras se arrastra en el suelo tratando de alejarse del cuerpo sin vida de su padre.

—Y-Yo no lo hice, ¡y-yo no hice esto! —comienza a llorar y a gritar con desesperación, mientras cierra los ojos con fuerza y niega con la cabeza. —. ¡Yo no lo hice!

—¡¡Emely!! —escucha que llaman su nombre, y siente como unas manos se posan sobre sus hombros y comienzan a sacudirla bruscamente.

Abre los ojos de golpe y se encuentra con el rostro angustiado de Matt, quien la observa un tanto confundido. Rápidamente mira a su alrededor con pánico, dándose cuenta de que se encuentra nuevamente en su habitación, luego baja su vista hacia sus manos y comienza a frotarlas contra la tela de su pantalón vaquero con mucha desesperación, como si tratara de limpiarles algo asqueroso.

—¿Estás bien? —pregunta Elliot, desde la puerta, junto a Matty, quien observa a Emely con ojos muy amplios y la boca entreabierta.

Las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas, no puede evitar sentirse sumamente avergonzada. ¿Por qué ella tiene que ver esas cosas?, ¿Quién es esa niña?, ¿Por qué la atormenta?, ¿Qué hay de especial en esa habitación? No logra entenderlo y eso la atormenta en gran manera.

—Tranquila, oye, tranquila —dice Matt, mientras ahueca el rostro de la chica entre sus manos, para obligarla a verlo a los ojos. —. Estás bien.

Y, sin decir más, se inclina hacia ella para abrazarla con mucha fuerza. En ese momento, a Emely poco le importa encontrarse envuelta por los brazos de un extraño; se aferra a él, hundiendo la cara contra el pecho del chico y continúa llorando con mucha intensidad. Tiene mucho miedo, y no solo por esos ataques, sino por el hecho de que, si su padre se entera de eso, seguramente la enviará lejos de nuevo. No quiere pensar que está enloqueciendo, no quiere volver al psiquiátrico.

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