Capítulo 0008

Tres años después

Anabella estaba viviendo sus mejores momentos como pintora, su musa estaba desbordada, había pintado muchísimo, sus creaciones representaban diversas situaciones de su vida, en una pintaba a una mujer que lucía enamorada mientras corría tras un hombre que la miraba con desprecio, en otra, una mujer que reflejaba confusión en su rostro al verse embarazada y sola, así sucesivamente plasmaba momentos tristes de su vida, algunos eran tan desgarradores que conmovían a quienes los observaban.

Por esa pasión con la que pintaba tenía muchos adeptos, había vendido numerosos cuadros, no sólo a los turistas de la zona donde residía, sino que también a personas que vivían en Milán, Roma e incluso en España, ello debido a su relación con los esposos Dimitrakos Sabato, los había conocido en su tienda y de allí surgió una bella amistad. Ellos se convirtieron un poco en sus hadas madrinas, por decirlo de alguna manera, eran dueños de unas galerías en Barcelona y en Milán y le propusieron exhibir sus obras, a través de varias exposiciones, las cuales se convirtieron en un rotundo éxito, eso sirvió de trampolín para ser invitada a exponer en otras galerías de Europa, donde también obtuvo un alto volumen en ventas, sin embargo, lo más emocionante para ella había sido el reconocimiento de la gente de su arte o mejor dicho de Anna Ferrestra, seudónimo con el cual firmaba sus pinturas, producto de una combinación del apellido de su padrastro y el de su madre.

Había viajado en varias oportunidades para presentarse en algunas exposiciones, pero no tanto, no le gustaba salir de su lugar de confort y eso era para ella Vernazza, allí había vivido los más tristes pero también los mejores momentos. Ella evitaba mucho el contacto con la gente, prefería mantenerse bajo perfil, ahora era más ermitaña, si eso era posible, pues siempre había sido una chica solitaria, de pocas amistades, actualmente su núcleo social lo integraban Amine y los esposos Dimitrakos Sabato, nunca más había vuelto a tener contacto con Fernando ni con Leyla, lamentablemente era propensa a que la gente a quienes amaba terminaban rechazándola y dándole la espalda, la excepción habían sido su madre y padrastro, situación obvia, la señora Amine su inseparable compañera, Lionetta y Anker, quienes le habían dado su amistad incondicional.

Durante esos tres últimos años había visitado en seis oportunidades a sus padres, llevando a los gemelos con ella y a la señora Amine, que se había convertido en su mayor punto de apoyo, estaban encantados con sus nietos, en esas ocasiones sus estadías fueron más de una semana, lo bueno, nunca habían coincidido con Sebastián. Y ellos también fueron de visita a su casa en un par de ocasiones.

Taddeo y Camillo, tenían tres años con cinco meses, eran unos niños muy brillantes, hablaban dos idiomas italiano y español, ya identificaban las letras del alfabeto y Camillo destacaba mas en matemática que su hermano, era impresionante como le fascinaba el mundo de los números, aunque tendía hacer más tímido, mientras que Taddeo, era demasiado maduro para su edad, tenía madera de líder y la mayoría de las veces era quien dirigía los juegos tenía un fuerte carácter, siempre le gustaba salirse con la suya, de hecho debido a sus cualidades fuera de lo común, fue necesario llevarlo al Psicólogo quien luego de varias sesiones, realizó una evaluación estandarizada que le permitió medir las habilidades cognitivas de Taddeo en relación con niños de su edad, detectando que el niño tenía un coeficiente intelectual de ciento cincuenta.

Taddeo era quien más le recordaba a Sebastián, el hombre que los había engendrado pero que nunca había querido saber nada de ellos, eso a veces enturbiaba su felicidad porque aunque a ella poco le importaba sus desprecios hacia ella, le dolía mucho su indiferencia con los gemelos, le preocupaba el momento en que empezaran a preguntarle por su padre, no sabía que les respondería.

Amaba a sus hijos profundamente, no se imaginaba la vida sin ellos, eran su ancla, su puerto seguro, su inspiración, su motivo de vivir, no creía que hubiese resistido a las decepciones si no fuese por ellos, eran todo su mundo, jamás se arrepentiría de haber tomado la decisión de tenerlos, eran su mayor tesoro, sentía que le eran tan necesarios como respirar el aire. Era increíble como esos seres que conoció hacía poco tiempo, se habían convertido en los principales protagonistas de su historia, le inspiraban los sentimientos más sublimes, demostrándole que existe un amor infinito e incomparable, y garantía del regalo más preciado que pudo hacerle Dios y la certeza de que mañana seguiría viviendo porque la esencia de la vida eran ellos, sus hijos, esperanza de que si algún día se iba, viviría el futuro a través de ellos, ahora entendía el poema de Los Hijos Infinitos del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, donde decía:

"Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,

todo llanto nos crispa, venga de donde venga.

Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro

y el corazón afuera..."

Allí erradicaba la esencia del verdadero amor, sincero, desinteresado, capaz de soportar las adversidades presentadas y de pelear tus propias luchas y las de ellos, por sólo verlos sonreír y ser felices.

Sus pensamientos volvieron a los preparativos del viaje que haría al día siguiente, se sentía un poco melancólica, no quería dejar a los gemelos, aunque se había mentalizado durante toda la semana para asistir a una de sus exposiciones en Roma, no podía dejar de inquietarse, sentía una opresión en el pecho, tenía un mal presentimiento y eso la aterraba, no sabía si su turbación se debía a que había evitado acudir a esa ciudad, por miedo a encontrarse con Sebastián, pero no podía seguir eludiendo el compromiso, los Dimitrakos Sabato, le habían insistido en que acudiera, querían presentarla con varias personas, de reconocida trayectoria como amantes del arte y en especial de sus obras, quienes habían realizado ciertos encargos de sus pinturas, por lo cual debía marcharse con destino a su exposición.

Ese día antes estaba conversando con los gemelos cuando Taddeo el mayor de sus hijos le dijo —Mamá tengo unas preguntas para ti— expresó con seriedad.

Ella al verlo le causó mucha risa como fruncía el ceño, y aunque trataba de ponerse seria el rostro del niño le causaba mucha gracia, hasta que el niño le protestó— Lo que debo conversar es un asunto serio madre, no veo ¿Por qué debes reírte de mi curiosidad?

Al verlo tan serio dejó de reírse, su niño siempre tenía esa capacidad de sorprenderla era como un viejito en el cuerpo de un niño, al principio se impresionaba mucho pero a medida que iba creciendo y mostrándole sus habilidades perdió su capacidad de asombro.

—Discúlpame Taddeo, si me río no es porque crea que no es serio lo que me vas a contar, sino fue la expresión de tu rostro que me causó gracia. Dime ¿Qué quieres preguntarme?

—Sé que tengo un papá, todos los tienen ¿Dónde está mi papá?—Interrogó sin más preámbulo.

Anabella se sorprendió, en verdad no se esperaba esa pregunta, pensó que esas interrogantes llegarían cuando estuviera más grande, pero como iba a decirle a un niño de menos de cuatro años que su papá nunca quiso saber de ellos, su corazón se encogió y las lágrimas intentaron salir de sus ojos pero las controló, sin embargo, su voz se quebró un poco cuando le dijo—Tú papá está lejos trabajando por eso no ha venido a verlos.

—¿Qué ocupación tan importante tiene que no puede venir a vernos?— siguió interrogando el niño. En ese momento lamentaba las habilidades de su hijo.

—Él es empresario, tiene una fábrica de vehículos, él sustituye a tu abuelito Giovanni allí —respondió Anabella.

—¿Cómo se llama?—Continúo Taddeo.

—Sebastián Ferrari— respondió ella.

—Es el hijo de mi abuelo y tú también. No entiendo —cuestionó el pequeño.

La chica se pasó la mano por la cabeza, este niño cuando agarraba un tema no lo soltaba hasta que no quedaba satisfecho.

—Tú abuelo Giovanni es el padre de Sebastián, no mío. Mi papá se fue lejos —confesó la chica.

—¿A trabajar como el mío? ¿Y por qué le dices papá a mi abuelo Giovanni? —indagó Taddeo.

—Porque está conmigo desde que tengo ocho años. Realmente es mi padrastro, el esposo de tu abuela Alicia —expresó la mujer, sorprendida por las preguntas de su pequeño.

—¿Y por qué no tengo un padrastro? —siguió interrogando su hijo.

—Porque yo no tengo esposo —respondió ella con paciencia.

— Entonces ¡Búscate un esposo! —exclamó el pequeño con inocencia.

— No es tan fácil, pero vamos a hacer algo, cuando venga de Roma, conversamos y te respondo todas las preguntas que tengas ¿Te parece? —le manifestó besando su frente.

—Está bien. No se me va a olvidar preguntarte cuando llegues —respondió el niño.

Anabella se sintió aliviada porque ganó tiempo, ya pensaría que le contaría a su regreso. Sin embargo, uno hace unos planes y el destino tiene otros con uno. Anabella jamás pensó que esa sería la ultima vez que hablaría de ese tema con su hijo.

Al día siguiente se fue a Roma, acudió al evento vestida con un hermoso traje largo de color rojo, ajustado resaltando cada una de sus curvas, tenía toda la espalda descubierta y en la parte delantera realzaba sus senos haciéndolos ver voluptuosos, su cabello castaño brillante y lacio producto del secado y planchado, un hermoso collar de pequeños diamantes con unos aretes a juegos, regalo de su padrastro y su maquillaje resaltando sus pómulos, sus labios sensuales que invitaban a besarlos, estaba realmente espectacular, siempre había sido objeto de burla por su estatura y delgadez, pero desde que tuvo a los bebés y luego de ponerse hacer ejercicios tenía más curvas, sus senos habían crecido y sus caderas ahora eran más anchas, se sentía hermosa, llegó en compañía de Lionetta Dimitrakos Sabato y Anker Dimitrakos.

Al llegar le presentaron a varias personas, con quienes recorrió las diferentes salas donde estaban expuestas sus obras, todo había sido un éxito, hasta que apareció Leónidas Andrade un millonario excéntrico con quien había coincido en varias oportunidades en sus exposiciones y era admirador no sólo de sus cuadros sino también de su atractivo como mujer y su galanteo era frecuentes aunque ella no le prestaba atención alguna, iba caminado de espaldas a donde él se encontraba cuando lo escuchó — ¿Cómo está la mujer más maravillosa del mundo? La futura señora de Andrade—ella se volteó con una sonrisa, la cual se congeló en su rostro cuando vio quien lo acompañaba, Sebastián Ferrari, quien con una mueca cínica dijo: —Por Dios Leónidas, a esto te referías cuando me contaste de la mujer que te había cautivado, esta no es más que una mujerzuela con ínfulas de gran señora —la miró con rabia.

Bella se quedó observándole por unos segundos, y se dio la vuelta sin mediar palabra alguna, él no soportó ese desaire y la tomó con fuerza del brazo diciéndole —A mi no me des la espalda, no se lo permito a nadie y menos a una mujer como tú, que se cree la gran cosa.

—¡Suéltame! Quítame tus sucias manos de encima —le dijo con énfasis—, nadie me obliga a oír tus sandeces, me tengo en muy alta estima para perder mi tiempo con conversaciones superfluas, las estupideces me tienen sin cuidado.

—Claro que te importan, siempre has sido sensible a los insultos, ¿Y qué haces aquí? ¿Intentando ofertar tus cuadruchos? Así serán de buenos que no he visto ni uno sólo colgado, ni siquiera en los salones más alejados de la gente —expresó con sorna.

Ella se sonrió con suficiencia mientras levantaba su copa de champaña en señal de brindis y tomaba sin quitar su sonrisa de burla, pero no habló, lo hizo en su lugar Andrade —¿Qué dices? Si tienes en tu casa una gran cantidad de sus obras.

—Por favor Leónidas, no tengo basura en mi casa, lo mío es coleccionar verdaderas obras de arte, y las de esta no encajan en esa categoría—. Dijo Sebastián con una expresión burlesca.

— Sebastián ¿De dónde la conoces? —Preguntó Andrade, como si Anabella no estuviese presente.

— Es la hija de la mujer de mi padre —respondió el hombre.

— ¿Anna Ferrestra, es tu hermanatra? —interrogó sorprendido Leónidas.

— Ella no es Anna Ferrestra, ella es Anabella —afirmó seguro Sebastián.

—Bueno, su seudónimo con el cual pinta es Anna Ferrestra—Le dijo Andrade.

— ¡Eso no es posible!— indicó sorprendido.

— Claro, por eso te dije que habías comprado muchos cuadros de ella. Al igual que yo, soy su más ferviente admirador de hecho la he invitado para que haga una pintura de mi casa en Venecia, salimos mañana temprano para allá —manifestó Leónidas.

— ¿Por qué no sabía nada de eso Bella? — interrogó Sebastián, entornando sus ojos.

—¿En verdad? no lo sé y poco me importa, tú no significas absolutamente nada en mi vida y como tal, no tienes porque estar al tanto de ella, recuerda que saliste de ella hace más de cuatro años, y así me gustaría que siguiera siendo, por ello para mi tranquilidad y por tratarse de la exposición de mis obras, te pido, no, ¡te exijo! que hagas el favor de retirarte de acá, no me agrada tu presencia, eres persona no grata. — Y dicho eso se retiró de su lado.

Sebastián no podía creer lo que estaba pasando, sus cuadros más admirados y con los cuales se había sentido conmovido, eran de la mujer que más odiaba o que amaba, ya no sabía, sus emociones eran un cúmulo de confusión, ella estaba realmente hermosa, por Dios, esto no estaba pasando.

Salió desencajado de la galería y se fue a su casa a observar los cuadros, no pudo aguantar más, agarró una botella de whisky y empezó a tomar, como siempre hacía cuando quería huir de algo y aunque ya no tenía el mismo ritmo fiestero de antes, aún armaba sus fiestas con los amigos, por eso para dejar de pensar en Anabella, llamó a sus compañeros de farras, Lorenzo, Peter, Vanessa, Damiana y Karim su amante actual, debía llamarlos para entretenerse y evitar correr tras ella, estaba realmente hermosa, había cumplido sus veintidós años hacía un par de días y se veía más proporcionada, no pudo evitar una erección cuando la vio, aún después del tiempo que había pasado todavía la deseaba.

Amaneció tomando, bailando y jugando con sus amigos, estaban en la sala de juegos mientras todos jugaban billar, Peter había apagado la música y empezó a ver la noticia matutina, eran las siete de la mañana cuando escucharon una noticia de última hora, que los impactó a todos y a Sebastián lo destrozó en el acto —En noticias de última hora, se tuvo conocimiento del siniestro que sufrió el Jet donde viajaba el empresario Leónidas Andrades y la destacada pintora Anna Ferrestra, hijastra de uno de los hombres más ricos de Italia Giovanni Ferrari, la chica contaba con veintidós años de edad, su verdadero nombre era Anabella Estrada, deja en vida a dos hermosos gemelos de tres años y cinco meses, la aeronave siniestrada tenía como destino el norte de Italia y la misma no ha podido ser localizada. El accidente tuvo lugar a las cinco de la mañana, siguen las labores de búsqueda a los fines de rescatar el cuerpo probablemente sin vida de los ocupantes del Jet.

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