4. Moneda de cambio

Layla

Son las ocho de la mañana y no paro de dar vueltas en la cama. No he podido dormir en toda la noche y tengo una sensación de intranquilidad que me dice que no estoy haciendo lo suficiente.

Ayer, justo cuando dieron las cuatro de la tarde, el mayordomo anunció que Thiago D´cruz había estado esperando por nosotros, pero que había salido pocos minutos después sin decir nada. Doy las gracias mentalmente, porque esta no sea la forma en que debo enfrentarlo por primera vez después de lo que pasó entre los dos.

Hablar delante de mi padre hubiera sido desastroso, sobre todo porque espero ver sorpresa en los ojos de Thiago, no quiero creer que haya sabido siempre quien era yo y aún así…

Trato de comprender que quiera casarse conmigo, después de todo soy una mujer adulta y entiendo que necesita el título de mi padre para escalar dentro de la aristocracia inglesa, pero me es imposible reconciliar esa imagen con la imagen del hombre con el que hice el amor hace menos de cuarenta y ocho horas.

El Thiago D´cruz que conocí no parecía ser de los hombres que necesitan que un título los valide ante nadie. Por eso tengo que hablar con él, tiene que explicarme qué es lo que está pasando, tengo que decirle… todo, tengo que decírselo todo. No puedo explicar este sentimiento pero sé que puedo confiar en él.

Rozo con las yemas de los dedos la cabecera de mi cama y encuentro la imperceptible protuberancia que me dice que estoy en el lugar correcto. Empujo un poco la madera y se corre hacia un lado, mostrándome la única prueba que tengo de que Thiago va a salir muy lastimado en todo esto. La robé ayer, mientras mi padre despotricaba contra la impertinencia de los plebeyos.

Por supuesto, pero ese plebeyo tiene el dinero que él necesita para salir del atolladero, y yo soy solo su material de intercambio.

Tocan a mi puerta y me apresuro a guardar el papel junto con su pañuelo, que tuve que lavar y ya no huele a él. No puedo arriesgarme a que nadie me quite el documento hasta que hable con Thiago.

Abro y veo la misma cara sin expresión que he visto desde que nací. August, nuestro mayordomo.

— Señorita Layla. Tenga muy buenos días. — dice con todo el protocolo — Su padre la solicita en su despacho de inmediato.

Hago un gesto de asentimiento y le cierro la puerta en las narices. Me aseo y me visto con lo primero que encuentro porque no estoy para ceremonias, además sé que voy camino a una discusión y para eso no hay que emperifollarse tanto.

Encuentro a mi padre detrás de una taza de té, con la mirada vacía y una media sonrisa que me da escalofríos. Me extiende un sobre y lo abro sin pronunciar palabra. Adentro veo una invitación de lujoso diseño, dirigida al “Honorable Duque de Richmond y su hija la señorita Layla Stafford”, invitándonos a una velada en la mansión Worcester.

Está firmada por Thiago… parece que, si no lo sabía antes, ahora sí sabe quién soy.

— Sal a comprarte algo apropiado. — dice mi padre con gesto duro — Y que no sea un atuendo de monja, recuerda lo que vamos a hacer allí.

Aprieto los labios y tiro sobre su mesa la invitación, estoy lista para comenzar una pelea porque interpreto perfectamente lo que me quiere decir: tengo que parecer elegante, y a la vez enseñar lo suficiente como para mantener interesado a Thiago.

Quiero gritarle un par de malas palabras, pero me aconsejo a mí misma. No es el momento, siempre he sido un pedazo de carne para él, uno que puede ayudarlo a alcanzar sus objetivos o ser un obstáculo en su camino, y eso no va a cambiar justo hoy.

Además salir me va a dar oportunidad de ver a Theo, y eso es lo que más deseo ahora. Lo extraño tanto que me duele. Él es mi talón de Aquiles, es la razón por la que Russo me tiene en sus manos, cada vez que me amenaza con lastimarlo el alma se me cae a los pies.

Me preparo para salir y me llevo las llaves del Roll Royce antes de que me asignen un chofer inoportuno. Paso por una de las casas de moda donde todavía aceptan el crédito de mi padre y elijo el primer vestido que me parece un poco apropiado.

Me dirijo hacia el centro de la ciudad, estaciono el auto en un centro comercial y voy caminando por unas cinco calles hasta un edificio de apartamentos que no es el más hermoso de la zona, debo decir. En el tercer piso vive la persona que más amo, quiero llorar cuando siento sus brazos rodeando mi cuello. Es el mejor abrazo del mundo. Paso toda la tarde con Theo, pero cuando suena la alarma de las cinco sé que tengo que dejarlo.

Me seco las lágrimas mientras bajo las escaleras, nunca he hecho nada tan difícil como dejar a Theo y sé que eso a la larga va a pasarme la factura.

Arreglarme me toma menos de una hora, y cuando bajo a esperar nuestra salida en uno de los salones de recepción, mi padre me mira con satisfacción. El vestido es color azul marino, con levísimos toques de pedrería sobre al pecho. Tiene un corte recto al frente, cubriéndome casi hasta el cuello, pero lleva toda la espalda descubierta. No me vestí para provocar, pero tengo veinticinco años, tampoco voy a ir de monja por ahí.

Durante todo el camino pienso en la forma de encontrarme a solas con Thiago, pero estoy segura de que este es uno de esos días en que mi padre no se separará de mí, para asegurarse de que no cometa ningún error.

Llegamos y empiezo a recordar vagamente la mansión del Conde, aunque no debe servir de mucho porque estoy más que segura de que Thiago no vive aquí.

Nos anuncian y somos recibidos, como corresponde, por el Conde de Worcester, pero su hijo no se ve por ningún lado. Pensé que habría más personas, pero la reunión parece bastante íntima así que saludo a todos lo más rápido posible y me escabullo con la excusa de ir al tocador.

No tengo idea de dónde queda, ni siquiera pregunto. Camino por los corredores abriendo cada puerta que encuentro, debo parecer loca… pero Thiago tiene que estar en algún lugar.

— ¿Layla?

Escucho su voz detrás de mí y cuando me doy la vuelta ahí está, abrochándose las mangas de una camisa blanca perfectamente planchada. Se me escapa un suspiro de alivio y no sé por qué corro a abrazarlo. Siento que su cuerpo se tensa, y me separo de él despacio. Creo que no lo esperaba y lo he hecho sentir… ¿incómodo?

— Tenía que verte antes de que nos encontráramos frente a todo el mundo. — ni siquiera saludo, solo hablo atropelladamente. Tiene la expresión dura y parece haber dejado de respirar, como si fuera una estatua — Thiago tienes que saber…

No puedo terminar, porque la estatua cobra vida de repente y en el siguiente segundo estoy entre sus brazos, con su lengua explorando mi boca y mi cuerpo plegado completamente al suyo. Abre una puerta a mi espalda y me empuja dentro, cerrando y envolviéndome como si nunca nos hubiéramos separado.

Sus manos me recorren con ansias y no puedo… yo tenía algo que hacer…

— Espera, tengo que… — intento ser racional pero su boca sobre mi garganta acaba con mis palabras antes de que pueda empezar a pronunciarlas.

— Luego. — habla muy bajo contra mi oído y de sólo recordar la forma en que esa voz demanda ya estoy mojada.

Jamás imaginé que pudiera tener ese efecto en mí, especialmente cuando ya me había hecho a la idea de que sólo sería algo de una noche. Me estampa contra la pared más cercana mientras me besa con desesperación y yo me dejo hacer… ¿qué me dejo? ¡participo como la más dispuesta!

Intento aferrarme a su camisa pero atrapa mis manos y las sostiene por encima de mi cabeza con gesto ágil. Sube mi vestido y mete una de sus rodillas entre mis piernas para que no vuelva a bajar. No sé lo que pretende pero es tan maravilloso como lo que sentí hace dos noches.

Meto la nariz en la curva de su cuello y aspiro hondo, me encanta su olor, a madera y bosque, y otra vez a sal. Su barba me hace cosquillas en el nacimiento de los senos y es cuando me percato de que ya estoy medio desnuda y ni siquiera sentí cuando pasó.

Su mano explora debajo de mi vestido y sé que siente la braga húmeda, porque sonríe y me muerde los labios antes de advertirme:

— ¡Más vale que estés lista!

Siento sus dedos deslizándose en mi interior y esta vez soy yo misma quien me muerdo los labios para no gritar. Estoy atrapada entre su cuerpo y la pared, inmóvil de nuevo mientras Thiago somete mi voluntad a la suya, y mientras sus movimientos se hacen más rápidos no puedo dejar de gemir porque no es suficiente. Está increíble para tener un calentón, pero definitivamente no logrará apagar el volcán que ha despertado.

— ¿Lo estás disfrutando, nena?

Asiento, pero luego recuerdo que eso no basta. A Thiago le gustan las palabras.

— ¿Decías? — insiste, metiendo otro dedo que casi me arranca una lágrima.

— ¡Me gusta! Me gusta mucho, Thiago… No pares…

No lo hace, toma posesión de mi boca como lo ha hecho con el resto de mi cuerpo y sólo puedo sentir que mis pies se elevan unos centímetros cada vez que su mano me embiste.

— ¡Más… más… Thiago… más…!

Ahogo un grito contra su pecho cuando me llega el primer espasmo y si no estuviera inmovilizada estaría retorciéndome como una serpiente. Jadeo para buscar el aire que me falta y me toma unos minutos normalizarme. Minutos en los que Thiago suelta mis manos y va acomodando poco a poco mi vestido porque sabe que no tengo fuerzas para hacerlo yo.

— Esa es la tercera manera. — asegura divertido y yo me sostengo de él porque todavía me tiemblan las piernas. 

Niego mientras me cubro el rostro con las manos y rio. Llegué sintiéndome la persona más frustrada e impotente de la tierra, y han bastado unos minutos para que Thiago D´cruz me haga olvidar todo. ¡Absolutamente todo! Bueno… no.

— ¡Thiago! Tenemos que hablar…

— ¿No te ha gustado? — arruga el entrecejo — No lo parecía hasta hace un momento.

— Por supuesto que me ha gustado, pero…

— ¿Quieres repetir, entonces? — condenado coqueto, por supuesto que quiero repetir, pero primero debo decirle lo que vine a decirle de una maldita vez, porque si vuelve a tocarme volveré a olvidarlo.

— ¡Thiago, deja de interrumpirme! Estoy aquí porque tienes que saber…

— Sé todo lo que tengo que saber, Layla. — su voz es más controlada de lo que debería — Layla Stafford. Ayer en la tarde descubrí quién eras — se detiene y me mira de arriba abajo, su sonrisa es imperceptible y daría lo poco que tengo por saber qué está pasando por la mente de este hombre — Ayer descubrí muchas cosas, de hecho… pero ¿por qué mejor no vienes conmigo y aclaramos lo que deba ser aclarado frente a las personas que nos metieron en esto en primer lugar?

Sé que habla de nuestros padres y se me hace un nudo en la garganta. Nunca es bueno enfrentar a Russo abiertamente, pero Thiago me tiende su mano y algo me impulsa a tomarla. Si él sabe sobre nuestros padres entonces tengo que permitirle solucionarlo, al menos la parte que a él le concierne.

Salimos de la habitación me doy un rápido vistazo en el espejo a ver si no se nota que acabo de tener un orgasmo estremecedor. Por suerte nos vemos bastante decentes los dos.

Llego al salón de su brazo, y damos los saludos protocolares seguidos por la mirada asombrada de Taddeo Clifford y Russo Stafford. Si en algún momento ese hombre adquirirá la capacidad de matarme con los ojos sin duda será hoy. Lo esquivo hasta que Thiago me guía fuera del salón y ambos nobles nos siguen en silencio hasta llegar a una pequeña sala lejos del murmullo de los invitados.

Entonces siento que me da la vuelta y me empuja suavemente hacia mi padre.

— Russo, te agradezco que me hayas traído a tu hija, pero no estoy muy seguro de que esta transacción me convenga.

Mi corazón se para cuando escucho esas palabras salir de la boca de Thiago. Me giro y lo miro con ojos desorbitados.

— Tú y yo llegamos a un acuerdo. — ronca mi padre molesto haciéndome a un lado para enfrentarlo.

¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué Thiago…?

— No, tú llegaste a un acuerdo con mi padre. — replica con una frialdad que me eriza la piel — Pero no sería un buen hombre de negocios si aceptara la primera oferta que me haces.

Se me escapa un jadeo involuntario y me sostengo de la vieja chimenea porque siento que voy a desmayarme de un momento a otro. El rostro de Thiago es impasible cuando me mira de reojo y la cabeza me quiere estallar. ¿Qué está pasando?

— Creo que los dos sabemos las condiciones de este negocio. — sigue y cada palabra es un balde de agua helada sobre mi corazón — Tú necesitas dinero, y yo necesito entrar en la aristocracia inglesa a través de un matrimonio…

— ¡No! — me atrevo a decir mientras  me abro camino hasta llegar a él — No sé qué está pasando contigo pero no puedes hacer esto. — tomo su mano pero es como tocar un pedazo de mármol — Thiago créeme que no necesitas esto, eres mejor que cualquiera de nosotros, no necesitas pagar por nadie…

— ¿Nadie? — siento la risa sarcástica de mi padre mientras me toca un hombro y me aparta — No dejes que se te suba a la cabeza, linda. No está pagando por ti, está pagando por mi Título, tú solo eres la moneda de cambio.

La frente de Thiago se arruga durante una milésima de segundo pero no hay más reacción de su parte. No sé en qué momento siento las mejillas húmedas, este no puede ser el hombre con el que he estado estos días, el que acaba de darme tanto placer hace sólo unos minutos, el que se abrazó a mi cuerpo toda la madrugada…

— Hay un par de términos en el contrato que quiero cambiar. — dice dirigiéndose sólo a mi padre.

Soy un negocio. Me tiembla el cuerpo. Toda la esperanza que de repente había nacido en mí está presionando en lo alto de mi estómago, junto con el resto de las mariposas muertas que yacen allí.

— Habla. — acepta mi padre de mala gana.

— Mi intención con este matrimonio es ser aceptado por la aristocracia inglesa para acceder al título de mi propio padre, así que no necesitaré los servicios de tu hija durante más de dos años. Luego de ese tiempo nos divorciaremos, y no tendrá derecho a un solo centavo del que en ese momento posea. — sentencia — Si en el plazo de esos dos años tu hija me es infiel, o siquiera da lugar a la más mínima de las habladurías entre la élite de nuestra sociedad, tú tendrás que devolverme hasta el último centavo de lo que invertí más un interés del treinta porciento.

Me llevo la mano al pecho, me cuesta respirar. No sé si estoy teniendo un ataque de pánico, pero el dolor que siento es insoportable. Puse mi confianza en él. Durante unos minutos puse mi confianza en él y esto es lo que recibo…

— ¿Es todo? — pregunta mi padre.

— No, a partir de este momento y hasta que se decida nuestro compromiso, Layla se quedará conmigo.

— ¿Hasta que se decida? — mi padre eleva la voz intentado sonar intimidante, pero no funciona con él.

— Tres meses. — levanta la misma cantidad de dedos — Tengo un viaje de negocios de la constructora que no puedo evadir, voy a estar tres meses en Montecarlo. Salgo de inmediato y Layla se irá conmigo.

— ¡No lo haré! — grito. No puedo estar tanto tiempo lejos de Theo.

— ¡Tú te callas! — la voz de Russo Stafford me doblega porque sé de lo que es capaz. Luego se voltea hacia Thiago y lo increpa — ¿Quieres llevarte a mi hija de concubina?

Thiago deja salir una risa que no tiene nada de alegre pero sí mucho de amenazante.

— Tómalo como una prueba gratis. — dice acercándose a mí y mi cuerpo se pone rígido — Cuando voy a comprar un auto siempre me ofrecen una. — me acaricia la mejilla con el dorso de los dedos — ¿Qué clase de inversor sería si gastara sesenta millones de libras esterlinas sin haber probado antes la mercancía?

Sé perfectamente cuánto va a costarme, pero mi mano surca su rostro y la bofetada hace eco en la habitación. No han pasado ni tres segundos cuando siento otra mano sobre mí, y tengo que apoyarme en un mueble para no caer. Mi padre pega más duro que yo por mucho.

— ¡No le aconsejaría repetirlo! — la voz de Thiago es profunda y terrible pero no se dirige a mí, sino a Russo, que retrocede vacilante — Digo, si es que quiere ver sus sesenta millones.

Me arde la mejilla y tengo nuevas lágrimas al borde de los ojos, pero la impotencia que siento es peor que el dolor.

— Puede ser una grosera, pero mi hija no es una mercancía que puedas usar a tu antojo. — protesta mi padre pero no hay una sola persona en esta sala que se crea su teatro.

— Ahórratelo. — casi le escupo. Le doy la espalda a todos y me quedo mirando el fuego de la chimenea.

Que hagan lo que quieran, ya no me importa.

Thiago no sonríe ni siquiera por sarcasmo, de cualquier manera la última palabra será suya y sólo siento decepción.

— Sé que su título vale mucho para usted, pero los dos sabemos que mi dinero vale más, — concluye — así que usted va a darme todo lo que yo quiero, o de lo contrario, señor Stafford, no cerraremos el trato.

Sólo alcanzo a escuchar un gruñido y supongo que es la forma en que mi padre cede. Escucho pasos a mi espalda y en algún momento la habitación queda en completo silencio.

Puedo sentir la sombra de Thiago detrás de mí. Debería odiarlo pero no me alcanza el alma para eso. ¿Que me siento traicionada? Por supuesto. Pero ¿por qué debía esperar otra cosa? Después de todo solo es el hombre con el que me acosté una noche.

Me seco las lágrimas y pienso en Theo. Es la única persona en este mundo que de verdad merece mi amor. Sólo él.

Tres meses. Tengo tres meses para pensar en cómo voy a escapar de una vez por todas. 

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