CAPÍTULO 6

Marco se asomó a la enorme ventana de cristal y miró la ciudad con gesto de tedio. Habría querido ir a pasarse el día a cualquier sitio tranquilo, pero en lugar de eso debía apoyar a su hermano nada menos que en una rueda de prensa sobre su futuro como corredor.

El único aliciente tras haber recorrido dos mil quinientos kilómetros era que pasaría unas horas con Ángelo, últimamente no se veían mucho y le agradaba aprovechar cualquier tiempo que pudiera pasar con él.

— Lamento haberte hecho venir. — se disculpó Ángelo — Pero eres mi principal patrocinador… Además sabes que no me gusta hacer estas cosas sin mi hermanito mayor.

Marco rio con sorna. A pesar de que se llevaban cuatro años y de que él era visiblemente más serio, de los seis Di Sávallo, ellos dos eran quienes tenían una relación más estrecha.

— Habría venido a verte de todos modos. Te perdiste después del Campeonato Mundial y no hemos tenido tiempo ni ocasión para celebrar tu título como se debe.

— ¡Ya lo haremos, ya lo haremos! Pero por lo pronto quiero que sepas que he estado siguiendo tus consejos en cuanto a la precaución.

— Eso me ha parecido. — dijo Marco aceptando una bebida — Hace semanas que no te veo en los periódicos… ¡al menos no involucrado en algo escandaloso!

— ¡Estoy siendo consecuente con la protección del apellido!

— Y yo te lo agradezco infinitamente. Porque a excepción de Ian y tú, el resto de esta familia me está dando demasiados quebraderos de cabeza.

Ángelo no necesitaba preguntar, pero lo hizo de cualquier modo.

— Principalmente Flavia ¿verdad? — la hermanita pequeña era la adoración de Marco y su peor tormento también.

— Principalmente Flavia. — admitió él — ¡Es tan testaruda! Está incontrolable, discute con todos y por todo. Mamá hace todo lo que puede pero ya ni siquiera yo puedo manejarla y me temo que el asunto se me está saliendo de las manos…

No pudo terminar de hablar, un toque repentino en la puerta lo detuvo y Dago asomó la cabeza con diligencia cuando le dieron la orden de entrar.

— Señor Di Sávallo, su nuevo equipo de seguridad ya está aquí.

— ¿Equipo de seguridad? — se asombró gratamente Marco — ¿Por fin me has hecho caso?

Pero cuando la puerta se abrió dejando paso a los recién llegados, su asombro se convirtió en pasmo. Detrás iban dos hombres que debían rozar los treinta años, corpulentos y seguros, enfundados en sendos trajes grises, camisas blancas y corbatas negras. Parecían más que capaces.

Sin embargo, presidiendo la comitiva iba una mujer que no pasaba de los veinticinco años, y al verla Ángelo apretó los labios con muda expectación. Cada vez la encontraba más bella. Cada vez la deseaba más.

Vestía completamente de negro, pantalón ajustado, blusa de cuello, botas altas y gabardina, con tanta sobriedad y sin embargo con tanta elegancia. Los lentes oscuros ocultaban sus ojos, pero era hermosa como ella sola. Llevaba el cabello recogido en una coleta y su paso era seguro, grácil, como si en lugar de guardaespaldas hubiera sido bailarina o modelo. Prendido de la oreja derecha tenía, como los otros dos, un dispositivo inalámbrico de comunicación.

— Señor — dijo con acento musical, inclinando un poco la cabeza para saludar a Marco, y luego se giró hacia Ángelo acortando cualquier distancia de protocolo — Di Sávallo, ellos son John y Kurt. Son personas de mi entera confianza y van a estar trabajando con nosotros. — los hombres saludaron respetuosamente, pero sin pronunciar un solo sonido — El auto está listo y el salón de eventos preparado. No habrá ningún contratiempo. ¿Quieres que salgamos ya?

Marco se cuidó mucho de mostrarse atónito frente a la aparente falta de respeto con que la muchacha llamaba a su hermano “Di Sávallo” y no “señor” como debería ser. Aquella familiaridad, conociendo a Ángelo como lo conocía, solo podía traer serios problemas.

— ¿Podemos hablar un momento los tres?

Malena hizo una señal a los hombres y estos abandonaron la habitación de inmediato. Presionó después un botón en su intercomunicador y lo retiró de su oído al mismo tiempo que se quitaba los lentes.

— Usted dirá.

— ¿De modo que eres la… nueva jefa de seguridad de mi hermano? — preguntó Marco como si intentara cerciorarse.

— Así es. — pero por algún motivo sintió que debía estar a la defensiva con aquel hombre.

Ángelo, por su parte, solo observaba la escena con actitud despreocupada. Sabía que, tanto como para su personalidad dominante había sido un choque toparse con el carácter indoblegable de Malena, para Marco ocurriría otro tanto, y deseaba presenciar el desenlace de aquel juego de poder. Solo esperaba que no terminara, como él, prendándose de la chica.

— Sé que no puedo hacer nada para revocar las decisiones de mi hermano, pero parece usted muy joven. ¿Cree que está capacitada para hacer un trabajo como este?

— Bueno, señor Di Sávallo — respondió ella con una sonrisa indescifrable — si siete años en el ejército no me han capacitado, no sé qué más podría hacerlo.

— Siete años… ¿En el ejército de qué país?

— No creo que eso sea de su necesaria incumbencia.

¡Bum! Allí estaba el primer choque de trenes.

Marco pareció retroceder ante lo que evidentemente consideraba una insolencia.

— ¿Sabe, jovencita, que puedo hacerla investigar y en menos de cuarenta y ocho horas tendría cualquier información que quisiera sobre usted?

— Y yo le extenderé mis más sinceras felicitaciones si logra averiguar algo, lo que sea… sobre mí, señor.

¡Bum! El segundo choque.

Malena hablaba con tanto cinismo porque estaba segura de que no podría encontrar nada sobre su pasado. Ella no tenía pasado, ella no existía, su madre se había encargado de eso.

Marco se llevó una mano a la barbilla, pensativo, sin dejar de mirarla.

— Interesante… — musitó y se volvió hacia Ángelo, comprendiendo en un instante por qué su hermano se empeñaba en tenerla cerca, y puesto que la había convertido en su jefa de seguridad, significaba que ella no había consentido todavía en ser su amante — De cualquier modo no creo que debas contratarla.

— No me ha contratado. — aclaró Malena sin perder la sonrisa — No he firmado ni firmaré nada, ningún contrato va a amarrarme. Trabajaré para él mientras yo quiera, y cuando no quiera seguir haciéndolo sencillamente me iré. Tan simple como eso.

Y ¡Bum! ¡El tercer choque de trenes, hasta el momento todos a favor de Malena!

Ángelo creyó que reventaría de risa, y apenas pudo contener la carcajada cuando Marco se giró hacia él, furibundo, viendo que ninguno de sus falsos argumentos daría resultado.

— ¿Es que te has vuelto loco? ¡No puedes poner tu seguridad en manos de una mujer!

— ¿Disculpe?  — ella se adelantó con un vivo gesto de indignación — ¿Me está discriminando porque soy mujer?

— ¡No, te estoy discriminando porque él es hombre! — aseguró con vehemencia —Y evidentemente tú no lo conoces, pero yo sí. Es hombre y mujeriego además, experto en sacar lo que quiere de las chicas, que a su vez son expertas en desencadenar escándalos mediáticos… ¡Y con todo el respeto que merece, señorita, debemos coincidir en que es usted mujer y en que su belleza no es nada despreciable!

Malena entrecerró los ojos, impactada en cierto modo por la agresividad del halago, pero comprendiendo por fin el verdadero origen de la preocupación de aquel hombre.

— Si el hecho de que yo pueda entablar cualquier tipo de relación sentimental con su hermano es lo que le inquieta, señor Di Sávallo, entonces permítame tranquilizarlo. El señor Ángelo, aquí presente, no es de mi particular atracción.

Su afirmación tuvo dos reacciones inmediatas: Marco se paró en seco y a Ángelo se le borró la sonrisa en un segundo.

— ¿Me estás diciendo… que no te gusta mi hermano?

Y en ese instante Malena se dio cuenta del predicamento en que se había metido: en primer lugar no era cierto que no se sintiera atraída por Ángelo, era un hombre sumamente apuesto y cada discusión que tenían la hacía comprobar la profunda tensión sexual detrás de aquellos enfrentamientos. Y más allá estaba la fuerza de su carácter, compaginada con una delicadeza y un grado de atractivo fatal.

Pero en segundo lugar, si lo negaba, eso solo serviría para que Ángelo tomara el hecho de conquistarla como un desafío, y eso la asustaba sobremanera. Nunca había conocido a un hombre de su calibre, y no estaba muy segura de ser capaz de afrontar impávida su premeditada sensualidad.

¡En conclusión, no podía decir que sí, y no podía decir que no!

De modo que optó por la misma mentira que le había dado la solución durante sus largos años en el ejército.

— ¡Respóndeme, muchacha! — la apremió Marco — ¿Estás diciendo que no te gusta mi hermano?

— Ni su hermano, ni usted, ni ningún otro hombre. No me gustan los hombres.

Y ¡Bum! ¡Esta vez el choque aplastó a Ángelo como si hubiera sido una mosca!

Su mente repasó a toda velocidad cada momento que había pasado con Malena desde que la había conocido hacía cuatro días, la determinación con que le había asegurado que no podría tenerla, la poca importancia que le daba al hecho de que los hombres la vieran desnuda… y aun así no podía creer lo que escuchaba.

¡A Malena no le gustaban los hombres! ¡Y él como un idiota pensando que solo necesitaba tiempo para conquistarla!

Pero mientras Ángelo parecía sumirse en la incredulidad, los ojos de Marco brillaban de satisfacción.

— ¿Todavía piensas conservarla? — preguntó sin apartar los ojos de la chica.

— Por supuesto. — masculló él entre dientes.

Después de todo lo que había hecho para convencerla de ser su jefa de seguridad, no podía hacer el papelazo de despedirla delante de su hermano.

Marco alargó un brazo hacia ella con visible regocijo. Malena acababa de darle la mejor noticia.

— Señorita… — sonrió estrechando su mano — ¡Bienvenida al Imperio Di Sávallo!

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