ME DECLARO CULPABLE
ME DECLARO CULPABLE
Por: Jeda Clavo
CAPÍTULO 1. NADA DURA PARA SIEMPRE

Macarena dio la vuelta en su gran cama, tratando de evadir el ruido que hacía su despertador, indicando que había llegado el momento de levantarse para ir a clases, estudiaba quinto año de bachillerato en el Colegio San Ignacio de Loyola, pero en verdad cada día se le hacía más difícil cumplir con su ritual de las mañanas, por más que trataba de abrir sus ojos, era un esfuerzo sobrehumano para ella, le costaba tanto, desistió de hacerlo, se colocó una almohada sobre su rostro y siguió durmiendo, prolongando todo lo posible levantarse.

Hacía más de media hora que la alarma había sonado, estaba justo en el momento en que te encuentras entre dormido y despierto, cuando de repente, escuchó abrir la puerta y unos pasos que le indicaron que alguien había entrado, no pudo evitar que una sonrisa acudiera a sus labios, sabía muy bien de quien se trataba, se descubrió el rostro, abrió sus ojos y allí frente a ella, pudo ver al ser más importante de su vida, la persona quien desde que tenía memoria, rutinariamente todas las mañanas iba a su habitación a levantarla, la abrazaba, la besaba, mientras la animaba a levantarse, ella definitivamente era su energizante, no se imaginaba la vida sin su madre.

—Hola, princesa Rena, levántate o llegarás tarde al colegio —expresó su madre con una radiante sonrisa. Si así le decían en casa como diminutivo de su nombre.

Observó a su progenitora, estaba deslumbrante, cargaba un hermoso vestido azul marino bordado, falda lápiz y encaje de impresión, su perfecto cabello castaño claro le caía sobre los hombros, sus lindos ojos grises destacaban en su hermosa piel como el alabastro, maquillada en tonos suaves, su madre tenía como consigna para su vestir, lo menos, es más.

—Mami, estás hermosa como siempre, no me había levantado porque te esperaba —le dijo abrazándose a ella y oliendo su perfume con un suspiro —, sabes que sin una dosis de ti no puedo enfrentar el día con la misma actitud, quisiera poder recibir el día con la misma energía que lo haces tú, pero soy muy perezosa y creo que esa afección es crónica —manifestó la jovencita haciendo un puchero.

—Pues mi encantadora niña, tendrás que darte prisa, hoy irán con tu papá, porque tengo una reunión con unos futuros inversionistas—comentó su madre.

—¡Uy! con Don gruñón, él solo tiene ojos para su princesa Meredith —dijo volteando los ojos—, porque ella dice amén a todo lo que papá propone, mientras que yo, no puedo evitar cuestionarlo cuando comete un error.

—No le digas así a tu padre, el ama a todos sus hijos, solo que no resulta agradable que los hijos nos señalen constantemente los defectos y nos quieran corregir, cuando debe ser uno quien debe hacerlo con ellos.

« Mi princesa a veces eres muy despiadada al decir las cosas, debes aprender a ser diplomática, puedes decir lo mismo, pero con tacto, te pondré un ejemplo no es igual decir: “Eres un inútil que no sirves para nada” a que digas “Puedes ser una persona más productiva”, en la última frase estás inyectando a la persona un nuevo ímpetu para que mejore, en la primera lo estás etiquetando, nunca te olvides de eso mi Rena. Ahora date prisa a vestirte, mientras bajo a entretener a mi gruñón, lo adoro con el alma.

—Él también a ti madre, no sé qué sería de la vida de mi padre y de todos nosotros sin ti, eres el motor que mueve este engranaje llamado familia, te amo Melinda —expresó Macarena, besándola—, mami eres lo más bello y dulce de mi vida, soy tan feliz de tenerte —. Comentó con una gran sonrisa.

—Y yo a ti mi Rena, si yo llegase a faltar, que no creo, espero que eso suceda dentro de unas cuantas décadas, tendrás que asumir las riendas de esta familia y de sus negocios, tú tienes el carácter necesario, pero nunca te olvides de la humildad, toda esta casa, esos bienes, esa ropa no es nada sin la esencia de tu calidad humana.

—Mami, hoy estás muy aconsejadora, aunque siempre has sido así, hoy te observó distinta —afirmó la niña.

—Creo que es porque dentro de tres días cumpliré cuarenta y cuatro años. Sabes que cuando llegué a Caracas con tu padre, solo tenía dieciocho años, uno menos que tu hermano y tu padre tenía veintidós. Desde que llegamos nos enamoramos de esta ciudad, de su gente y poco a poco con trabajo y mucho esfuerzo, hemos llegado aquí, no ha sido fácil, pero sí una experiencia muy gratificante, jamás pensé que amaría este país como si fuese el mío, incluso cuando viajo a España, a las semanas quiero regresarme, este país me ha dado tanto que me siento más venezolana que el pabellón y la arepa —dijo sonriente.

—Es que lo eres, ya ni siquiera hablas como española, hablas como caraqueña. ¡A que es espectacular! —expresó en tono de burla Macarena.

—Si serás pasada, te daré una zurra por burlarte de tu madre —su mamá salió en su persecución y ella corrió hacía el baño, con una sonora carcajada, mientras cerraba la puerta, ingresó a la elegante habitación, lujosa, elaborado de materiales de mármol y cristal, tipo spa, con paneles de vidrio en las paredes, techo y puerta de la cabina de ducha en colores blanco y beige, paredes beige, con accesorios y griferías dorada. Se bañó y se cepilló los dientes en menos de cinco minutos, sin mojar su cabello, tomó la toalla, se secó, se echó crema en su cuerpo, abrió las gavetas de su ropa interior, se la colocó beige de algodón se puso el uniforme que le había dejado preparado Rita la señora del servicio o más bien su querida nana.

Tomó un cepillo para el cabello y le dio brilló al suyo, tenía el cabello del mismo tono de su madre, sus ojos marrones la observaban del lado del espejo, eran iguales a los de su padre, era lo único que tenía de él porque en lo demás era exactamente igual a su madre, fue a organizar su morral, que era un desastre, debería procurar ser más organizada, pero nadie era perfecto y ella no era la excepción. Ya aprendería.

Mientras Macarena se preparaba en su habitación, en la planta de abajo, su madre desayunaba con su esposo Eugenio Mendoza, un hombre muy apuesto de cuarenta y ocho años de edad, de ojos marrones, tez clara, cabellos negro, sentía adoración por su esposa, la miraba como si no hubiese en el universo mujer más bella que ella, conversaban animadamente, mientras ella le decía—Amor, siento que Thomás, no está siendo del todo claro, quiero que contratemos un equipo de auditores externos, para que nos realicen un análisis exhaustivo y nos emitan su opinión sobre los estados financieros de Cines Emex, C.A., Eugenio, debes tener más suspicacia, cuando uno es confiado la gente tiende a aprovecharse, debes ser más rudo en los negocios, el dinero tiene muchos amigos, quiero que no se te olvide eso.

—Me parece bien amor que hagas lo de la auditoría, sabes que todo lo que propongas es excelente, además no conozco a nadie quien tenga más astucia en los negocios que tú, tienes un sexto sentido que te dice lo que hay que hacer, y ante eso no tengo nada que cuestionar. Sin embargo, no veo porque quieres que ahora me ocupe de eso, cuando sabes que yo voy a la parte más operativa. De todo lo demás siempre te has encargado tú.

—Eugenio, uno no sabe cuándo ya no va a estar, me he levantado con una nostalgia y un miedo que me atenaza el pecho, no sé si es porque estoy próxima a cumplir año y la edad me está poniendo asustadiza, pero nunca antes me había sentido como si el tiempo estuviera corriendo en mi contra —le dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—¿Tú,  asustadiza? eres la persona más temeraria que conozco, tú y el cloncito tuyo, solo que ella es menos diplomática que tú —mencionó el hombre encogiéndose de hombros.

—Hablando de ella, debes aprender a lidiar con Macarena, ella no es como sus hermanos, aunque la veas dura, ella es sensible, funciona bien con amor, así lo puedes conseguir todo, pero si buscas imponerte y someterla a cuenta de tener autoridad sobre ella, no van a ser muy agradables las consecuencias —Miró el reloj y enseguida manifestó—. Amor se me hizo tarde me tengo que ir. No te olvides llevar a las niñas al colegio, sabes que me gusta que siempre seamos nosotros quienes lo hagamos. En cuanto a Matías Eugenio, se fue muy temprano a la universidad, eso me ha dejado gratamente sorprendida porque es raro que él haga eso.

Mientras se despedía venían entrando al comedor Meredith y Melody. Ambas saludaron a sus padres, Meredith de catorce años apenas era nueve meses menor a su hermana mayor, era muy parecida a Macarena con la diferencia que su cabello era más oscuro y ojos grises como los de su madre, pero era una niña presuntuosa, poco considerada, mientras que Melody de nueve años era exacta a su padre en físico, hasta en el color de sus ojos, pero era bastante dulce, adoraba a su hermana mayor y trataba de imitarla, en todo. Un minuto después bajo Macarena con su morral escolar y al ver que su madre iba hacia la puerta dijo en voz alta —Chao mami, nos vemos en la tarde.

—Chao princesa Rena, pórtate bien, cuida de tus hermanas—se despidió su madre lanzándole un beso, el cual ella atrapó, con una media sonrisa.

Se dirigió al comedor, saludo a su padre y hermanas, se sirvió un plato con huevo revuelto, queso rallado, dos lonjas de jamón, una arepa, un trozo de aguacate, un vaso de jugo de naranja, con una taza de café, debía reconocer que era adicta a esa bebida desde los ocho años, lo tomaba a escondidas de sus padres, hasta que después a los doce les reveló su vicio. En ese momento su padre la instó a que se apurara, faltaban menos de media hora para las siete de la mañana.

Al terminar de comer, subió a cepillarse los dientes y bajó donde su padre la esperaba impaciente, las llevaron al colegio ubicado en La Castellana, ese día tendría clases de inglés, francés, Castellano y Literatura, Ciencias de la Tierra y Psicología. Las clases de idioma le resultaban un tanto aburridas, porque desde la edad de cuatro años sus padres la habían inscrito en una academia de idiomas y por eso hablaba perfectamente, el inglés, Alemán, francés, portugués e italiano y hacía uno meses atrás había empezado a aprender mandarín.

Se despidió de su padre al igual que sus hermanas, con un beso, le dijo que lo amaba, su padre le respondió que también él la amaba con un efusivo abrazo y una gran sonrisa que ella le correspondió, jamás se imaginaron lo que el cruel destino les tenía preparado.

Macarena, entró a su colegio, participaron en la formación donde cantaron el himno nacional y luego cada sección organizadamente entró a sus respectivas aulas de clase.

La chica se sentía inquieta, tenía una extraña sensación que le producía angustia, se aconsejó calmarse, respiró profundo, pero a medida que lo hacía, sentía que su situación empeoraba, tenía un ataque de pánico, una sensación de peligro la invadió, comenzó a sudar copiosamente, mientras sus palpitaciones aumentaban hasta llegar al extremo de provocarle taquicardia, sentía un hormigueo recorrer su cuerpo, tenía la impresión de estar flotando; dos de sus compañeras Amalia e Irene, se quedaron observándola, al ver su estado, se le acercaron y le preguntaron preocupadas—¿Qué tienes Macarena? ¿Te sientes bien?

—Chicas, no me siento bien, no sé que tengo, percibo un miedo desmedido, no sé por qué, tengo náuseas, me siento mareada y estoy sudando frío —dijo angustiada la joven.

Una de sus compañeras fue a avisarle al docente, mientras la otra la ayudaba a levantarse, el profesor las envió para que la llevaran a la enfermería del colegio, donde la revisaron y minutos después lograron controlar su ataque de pánico.

Durante el instante en que Macarena estaba sufriendo el ataque de pánico, Melinda iba en su vehículo rumbo a la empresa donde se llevaría a cabo la reunión con sus nuevos posibles socios, estaba emocionada, porque se abría una nueva oportunidad para los Mendoza Abal, era el chance que esperaba para ir creciendo empresarialmente, era necesario garantizar el futuro de sus hijos. Iba a su reunión un poco más retardada de lo que había calculado, porque se vio obligada a pasar buscando unos documentos que había dejado olvidados en su oficina ubicada en la Castellana y que eran necesarios para la presentación que llevaría a cabo ese día, al tener todo listo, partió al Centro Empresarial del Este, no iba tan tarde, pues su reunión era a las ocho de la mañana y apenas eran las siete y media.

Escuchó un mensaje que había llegado a su celular y se distrajo un momento para revisarlo, apartó apenas por unos segundos la mirada de la vía, definitivamente es verdad que la vida puede irse en solo segundos, ni siquiera se dio cuenta de que el semáforo había cambiado a rojo y cuando quiso frenar, los frenos no le respondieron, en ese mismo momento una camioneta colisionó frontal y aparatosamente contra su vehículo, teniendo mayor impacto por el lado donde ella venía, todo sucedió en instantes, no lo vio venir, pero antes de perder el conocimiento, pensó en su esposo, en su hijo y en sus tres niñas, sobre todo en su princesa mayor Macarena, susurró su nombre mientras sentía que se sumía en una profunda oscuridad.

"La vida no es lo que esperas, ella se compone de giros y vueltas inesperadas”. Llaiyaraaja."

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo