Capítulo 1

22 de septiembre del 2014 Madrid, España.

Aquí estoy yo, una joven de 18 años que está emocionada por hacer un viaje el cual la alejará de casa y de su madre por bastante tiempo. Pero yo voy sin miedo, no le temo al mundo ni a lo que pueda venir, al igual que mi madre soy una heroína y para mí no hay mayor placer que los retos.

El abandono de mi padre me ha hecho una mujer fuerte e independiente, aunque mi madre dice que siempre lo he sido, realmente no lo recuerdo, el psicólogo dice que yo escogí olvidarlo todo, es un idiota, dice cada estupidez que siempre preocupan a mi madres, que soy muy imperativa y tengo un serio problema con eso de ser una persona arriesgada, según él es que soy impulsiva ¡Gilipolleces! No entiendo por que mi madre insiste en que debo asistir a eso, le he dicho mil veces que el no tener padre no me afecta,

—Vamos a ver mamá, no puedes ponerte así porque me voy, míralo por este lado— sonrío moviendo las cejas —ya los vecinos no te estarán jorobando la vida con eso de que vi a tu hija en esto, de que la vi en lo otro, además no me voy a ir de hostias contra las chatas del vecindario contiguo.

—Por el amor de Dios Mel… no hables así, eres una jovencita— carcajeo al ver la cara de Juan, el esposo de mamá.

—Es bien exagerada la viejuna— no dejo de reír por como mi madre me mira incrédula —anda ya, calmaos que esto es como ir de marcha— el grito de mi madre me parte de la risa.

—Pioja, deberías dejar de jugar así con tu madre— me aconseja juan aguantando la risa, no engaña a nadie.

—Vale, vale… me voy a Londres solo para gastar el dinero del señor que dice es mi padre, después de todo él está on fire— sonrío sarcástica —el atarantado logró lo que quería— resoplo.

—Pues no vayas, aquí en España hay muchas universidades muy buenas— niego en desacuerdo, ninguna como la de Londres.

—No mamá, además esa en Londres esta guay, pero eso si te digo desde ahora, no me pienso quedar en casa de ese hombre, me quedaré a dormir en la universidad— mi madre abre los ojos de canto a canto.

—No quiero que vayas a esas famosas fiestas que hacen casi todos los días en esas frartarnadades, o como se le diga a esas cosas, tienes prohíbo hacerlo— juan le da un beso a mi madre para que no siga, ese tipo me cae bien por algo es mi mejor amigo.

—Calma rubia, es fraternidad, deja a la pioja saltar de cabeza en cabeza— dice en doble sentido, es un risas el condenado. Mi madre se frota la cien con el dedo corazón y suelta el aire, mamá no tiene para aburrirse conmigo.

—Es verdad mamá, escúchalo, ahora es cuando voy a perder mi virginidad y voy a saltar de cabeza en cabeza— partida de la risa tomo mi cazadora, las llaves de mi moto, y me voy corriendo mientras mi madre grita como una loca. Monto en la moto y me echo a andar a prisas, mi novio y mis amigos me tienen algo preparado para antes de irme y no me lo pienso perder aun cuando el viaje es en algunas horas.

Al llegar a la bodega donde nos reunimos mis amigos y yo, apago la monto y entro. Por esta situación todos los del barrio dicen que somos una pandilla, pero por supuesto me paso por el culo todo lo que dicen, las personas no definen lo que soy.

—Llego la pequeña y peligrosa— sonrío al ver a mi novio, abrazándole beso sus labios.

—No sé cómo puedes besarla— se mofa Roco —a eso la chupo el diablo— todos se parten de la risa.

—Tú lo que estás es a dos velas tío, vas burlao— mis amigos no dejan de reír, el tonto se levanta y me abraza, mi amigo es un idiota, pero es el mejor.

—Eres peligrosa Mel— me tiende una cerveza al separarse —venga a divertirnos que te nos vas— encienden la música a todo volumen, Stuard tira de mi hasta sacarme de la bodega, me guía a la oscuridad.

—¿Piensas irte sin darme lo que te haría completamente mía?— sonrío con travesura.

—Si, pienso irme sin dártela, no soy tonta Stuard, me voy por mucho tiempo y tú no me vas a esperar, te conozco muy bien— mi novio es mayor que yo por 4 años, es todo un ligón, y sería estúpido de mi parte entregarme a él antes de irme. Me mira a los ojos serio.

—No me jodas Melanie— gruñe frunciendo el cejo.

—Eh guapo— lo paro en seco —nada de drama, solo me falta que no estés bien del tarro para completar mi lista, tendré vacaciones y descanso, cuando nos volvamos a ver si lo he decidido damos el paso, tengo 18 años, pero sé dominar bien mis hormonas, ella no son las que me dominan a mí, ¿Dónde quedaría yo si no pensara las cosas?— acaricio su mejilla barbuda —mi arma, no es fácil ser inteligente, rebelde y sexy, compréndeme— finalmente se echa a reír.

—Y todavía me preguntan que fue lo que te vi— me da un último beso y tomados de la mano entramos.

—Vaya polvillo más corto han tenio— miro a Caroli.

—Eso es para que tengan claro que soy fuego— les guiño. Tirada en el sofá miro a mis amigos de toda la vida. Me mudé a Madrid cuando tenía 5 años, desde que mamá se separó de papá decidió salir de Asturias, el lugar que la vio nacer y crecer, desde entonces vivimos aquí, prontamente mi madre conoció a Juan y aquí estamos, aquel hombre me crió no solo como su hija también como su mejor amiga, de él aprendí a tratar a los hombres como cada uno se lo merece, sé defenderme muy bien.

—No puedo creer que te vas— suspira Roco —joder Mel… ¿Qué coño vamos a hacer sin ti? El grupo no será lo mismo, se suponía que ahora si nos divertiríamos a lo grande— dibujo una opaca sonrisa mientras miro mi cerveza.

—Lo sé, yo también los voy a extrañar, pero estamos hablando del Imperial Collaje Londres, es la mejor universidad del Reino Unido, saldré como un master en finanzas— les miro —aunque está más que claro que tener a mi padre cerca será cruzarme con él en más de una ocasión— descompongo el gesto, casi nunca lo veo, desde la separación lo he visto una 3 veces en toda mi vida, y solo porque él viene a España —ya mi madre sabe que me quedaré en la universidad— agrando la sonrisa al ver las suyas.

—Juergas, diversión, follón y hombres— grita mi amiga a la par que yo, los chicos solo niegan.

—Es una maldita putada, odio esta mierda— gruñe Spencer —se suponía que haríamos una vida juntos después de tu graduación— suspiro.

—Lo haremos, una vez termine la universidad vendré a España.

—¿Qué harás si te sale un mejor trabajo con esos estiradillos?— me mira —no te voy a quitar una buena oportunidad para arrastrarte conmigo— cuando voy a responder el móvil suena.

—¿Si?— respondo al ver que es Juan.

—Vas tarde— grita agitado —el vuelo sale en 1 hora, vamos a por ti, quédate en la bodega— impresionada por el despiste que tuvimos los 3 me levanto de un salto.

—Chicos debo irme, el jodio vuelo sale en 1 hora, ¡Mierda!— gruño histérica, al escuchar el claxon abrazo a mis amigos y por último beso a mi novio —los quiero, los llamaré cuando esté allá, cielo no me engañes— corriendo salgo de la bodega y monto al coche.

—No sé, no puedo creer que no nos haya dado cuenta que el vuelo salía a las 20 horas y no a las 23— como siempre que las cosas están en contra tiempo mi madre se desquicia —¿Ahora entiendes por qué te obligué a preparar tus maletas hace una semana?— se gira para mirarme —no he podido pasar tiempo contigo antes de que te fueras— se le cristalizan los ojos.

—Venga mamá lo siento, si lo hubiera sabido me desmarco con mis amigos y me hubiera quedado con vosotros— sonríe en un puchero, estar con Spencer me ha cambiado mucho, es latino y por diversión hablo como ellos, pero lo español se me sale sin permiso.

—Lo sé mi pioja, es solo que Dios— susurra conteniendo las lágrimas —no quiero dejarte ir— acerco mi cara a la de ella y le doy un beso en la frente.

—Estaré bien, Juan me lo ha enseñado todo, solo es la universidad mamá, no te pongas así— frunce el cejo y se seca la lágrima necia que se le salió.

—Sí, una universidad que está en Londres, lejos de mí, es un lugar desconocido y tu ingles no es muy pulido, ¿Quién estará ahí para regañarte cuando haces algo malo?— sonrío, esta es la mejor parte de este viaje, nadie me dirá nada.

—Prometo llamarte cuando haga algo malo y así podrás decirme todo lo que piensas ¿De acuerdo?

—Por el amor de todo, ¡Juan quiero llegar viva¡— chilla mi madre por el frenazo que dio su esposo.

—Lo lamento chicas, pero es hora de correr— dicho esto salimos del auto como tres locos, corremos por todo el aeropuerto, Juan va a la cabeza con dos de mis maletas, mamá va más atrás y yo siguiéndole el paso, como la torpe que soy me estrello con un hombre y caigo al piso como un costal de papas.

—Joder hombre fíjate por donde vas— le grito levantándome, al llegar para etiquetar las bolsas respiro un poco aliviada porque me la han recibido —debo irme, ya están llamando para el vuelo— abrazo a esas dos personas que han sido mi apoyo todos estos años —los voy a extrañar mucho, Juan cuida de ella— paso la sala de seguridad sin dejar de mirarlos. Mi madre está echa un mar de lágrimas, para mi fortuna jamás lloro, eso me hace sentir débil.

Llego justo a tiempo para abordar, todos me miran, voy vestida de negro con pantalones y camiseta anchas, las botas de militar, mis manos llenas de pulseras de cuero con púas, mi cabello rubio cubierto por un rosa va revuelto y yo agitada como una loca, al encontrar mi puesto me tiro cansada por todo lo que corrí. El ejercicio me hizo bien. Soy una persona que sufre de sobre peso, si me descuido agarro peso como los churros agarran aceite, eso me trajo muchos problemas en el instituto, desde entonces decidí cambiar y ahora no dejo de hacer ejercicios, cuando me veo algo gorda dejo de comer con exageración e inicio una estricta dieta, siempre me funciona.

Al llegar al City Airport quedo flipando, todas las personas parecen llegar de un viaje de trabajo, todos van bien vestidos, o bueno en su mayoría. Espabilando voy por mis maletas, pero al llegar solo veo dos, no veo la más pequeña, tiro las maletas que no son mías a un lado y no doy con la mía, las personas se molestan por tirar sus equipajes, que no me jodan. Mira a todos lados y veo a un tío con mi mochila, como una posesa salgo tras él, mis maletas se desvían, las rueditas se me traban, pero tiro de ellas para seguirle la marcha a ese imbécil que se ha llevado lo que es mío.

—Crefully— gruñe un hombre al estrellarse conmigo.

—Lo que me hayas dicho dos veces idiota— le grito sin detenerme —eh tu macho, el nalgón, te llevas mi mochila, detente— grito en español, ahora no me sale nada en inglés —eh hombre que te llevas mis bragas joder— no veo cuando se detiene y me estampo de brucen con él, el jodio parece un roble, es tal el golpe que caigo de culo en plena calle, llueve a mares y todo esta echo un lago.

—Oh how sorry, I am you okay?— me ayuda a levantarme, furiosa por estar con el culo mojado le arrebato mi mochila.

—Estoy bien, pero cierto gilipollas me ha hecho correr por todo el aeropuerto y caer de culo en un charco de agua, sin contar que me dejaría sin bragas y mis cosas de uso personal— quizás no entienda lo que le dije, así que forzando una sonrisa digo en inglés —i´m fine, thank you— le veo ladear su sonrisa.

—Me disculpo por la confusión, creí que era la mía— responde en un forzado español —mis disculpa señorita— rodando los ojos y mojada hasta el cuello dejo a ese maldito ingles sexy parado y decido ir a buscar un taxi, y como cereza del pastel un idiota pasa a velocidad y me empapa toda.

—¡No me jodas!— grito incrédula, hace frio y yo no estoy con ropa adecuada —eres un imbécil— no dejo de gritar como loca, y menos cuando veo que se detiene —maldita sea, no sabes conducir— sentencio con rotundidad al verlo bajar —hey tú, si… tú idiota, musculitos que te hablo a ti— le grito en español mientras gesticulo antes de que se aleje —me has empapado, gilipollas— el chico gira y me encuentro con unos ojos claros e intensos, verlo acercarse a mí me congela, su manera de caminar dicen mucho de él, a pesar de ser un joven, puede que sea un poco mayor que yo tiene esa seguridad que hacen flaquear a cualquiera, sonríe de manera cínica, es un gilipollas se le nota, pero que se acerque a mí de esa manera me alertan. Al ver el taxi que se para a mi lado sin pensármelo monto, el muy loco intenta abrir la puerta —coño, es que todos acá están locos— le doy la dirección al taxista y veo a aquel maniático gesticular con las manos —hoy es el peor día de mi vida— susurro mirándome la ropa mojada.

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